No te lo pierdas

sábado, 17 de noviembre de 2012

Capitulo 6 - Crear, Creer...

Estoy riendo… y, de repente, abro los ojos.
Solo veo una incipiente claridad sobre una pared. Después de un instante de incertidumbre reconozco que es el techo de mi habitación.
Giro bruscamente la cabeza y tomo consciencia de que estoy acostado en mi cama, … solo. Las luces de un nuevo día quieren conquistar la penumbra de la habitación, y eso me produce una inesperada e irreconocible sensación de desasosiego y frustración.
Acabo de despertarme…, y un sobresalto se apodera de mí. .¿Un sueño?. ¡No!, ¡No,!, ¡No puede ser!
La cruda realidad ha caído sobre mí con toda su fuerza y me ha abofeteado con la mayor de sus verdades, devolviéndome a un presente que se me antoja vengativo.
No puedo creer que esté saliendo de un sueño. Me incorporo en la cama, doy un vistazo agitado a mi alrededor y vuelvo a tomar conciencia de donde dejé la última vez mi realidad.
Si. Ha sido un sueño. La sentencia es brutal y tajante: Es viernes, y acabo de regresar a un presente que se sitúa casi 2 semanas atrás en mis sueños. Nunca he experimentado una sensación de angustia como la que me aprisiona.
Me paso las manos por los ojos en un último intento desesperado de volver a despertar y seguir donde había dejado la que ahora parece mi otra realidad, pero no surte efecto: sigo en este presente ladrón que parece reírse de mi imaginación.
Me dejo caer en la cama y cruzo los brazos sobre mis ojos como si quisiera negar mi propia realidad. Una noria de fotogramas de ese tiempo imaginario se dan prisa por aparecer en la ventana trasera de mis ojos como cual película de cine mudo. Y a medida que pasan, la angustia crece y provoca que se aceleren mis pulsaciones como si quisiera ganar alguna guerra a mi cuerpo.
No es justo, no es justo…, ese es el cartel que intermitentemente aparece por las esquinas de mi subconsciente.
Poco a poco consigo contener esa agitación sobrevenida, esa tempestad emocional y calmar las fuerzas que luchan contra mi fuero físico y mental. Es curioso como un mundo puede parecer real y ser fruto de tus sueños hasta hacerte dudar de en qué lado estás. Pero caigo en la cuenta de que no todo en el sueño que acabo de interrumpir era imaginario. Su principal protagonista es real, aunque, para mi desgracia, ella no sabe el protagonismo que ha tenido.
El pensar esto me calma aún más. Eso quiere decir que a lo mejor no todo se ha esfumado. Un resquicio de ilusión queda, una posibilidad minúscula existe, de que en algún momento ese protagonismo sea consciente y correspondido por su parte. Y a eso me aferro.
En este momento me viene a la mente una frase de Carl Jung, un reconocido psicólogo y psiquiatra suizo que hizo grandes aportaciones al análisis de la actividad onírica, al estudio de los sueños y a lo que se dio en llamar la "psicología profunda", que dice: "Hasta que no hagas consciente tu inconsciente, éste gobernará tu vida y le llamarás destino".
Me niego a no ser capaz de gobernar mi destino. Me niego a perder las emociones y sensaciones que he vivido en mi sueño. La intensidad de los mismos y la realidad vivida creo que son razones más que suficientes para luchar por ellas y por Ella. Y por una vez creo que voy a hacer todo lo posible e imposible para que mi destino sea consciente y no dejado a un azar traicionero.
Con esa convicción me levanto, abro la ventana, me emborracho llenando mis pulmones con una gran bocanada de aire fresco de la mañana, y mirando al exterior digo para mis adentros: "Buenos días Mundo". Los recuerdos del sueño van dejando paso a una inusitada alegría y ganas por comenzar este nuevo día, con el firme propósito de ser yo mismo quien escriba este capítulo de mi vida, y los que le sigan, dando cabida en ellos a todos los protagonistas con los que quiero compartirla, y con alguien en particular en un papel destacado, bajo un argumento que, parcialmente, se ha dibujado de forma imaginaria en un sueño que ya ha pasado, pero que, seguro, seguirá inspirándome.
El día ha empezado con un gran sobresalto y una desilusión. ¡Hay que cambiarlo!
 
Hoy tengo reunión a las 9 con Alberto y Pablo, los socios de Inversiones Atlántico, para el análisis y estudio de la información a discutir en los consejos de administración de dos de las empresas en las que participan activamente y avanzar en otro proyecto de inversión. Casualidad o no, mi protagonista trabaja ahí.
Inversiones Atlántico tiene sus oficinas en una segunda planta de un edificio del casco antiguo de Las Palmas, situado en una de las calles paralelas a Triana más hacia el lado puerto. Es una oficina encantadora, decorada con buen gusto, nada exagerado, pero si alegre. Entro en la recepción de Inversiones Atlántico un poco antes de las nueve, nunca me ha gustado llegar justo o retrasado. Saludo a Laura, que atiende la recepción y hace labores de soporte para otras áreas, y, aunque he insistido en que no es necesario porque ya me conozco las instalaciones perfectamente, muy amablemente me acompaña hacia la sala de reuniones. A continuación de la recepción hay un pasillo en forma de L delimitado a un lado por una pared adornada con fotografías y al otro lado una zona diáfana donde se ubican varias mesas de trabajo y muebles auxiliares a modo de bordes limítrofes. Veo a Elena en su mesa. Los conozco a todos, porque ya son bastantes veces las que he venido. Doy los buenos días a  los que se encuentran en esa zona a medida que avanzo siguiendo a Laura, y no puedo evitar fijar la vista finalmente en Elena, situada cerca del vértice de la imaginaria L. Levanta su mirada, me mira, se sonríe, y me saluda con un "buenos días" encantador, al que respondo nuevamente con un "buenos días Elena", ahora más jovial, divertido y alegre si cabe.
Sé muy poco sobre ella, que vive relativamente cerca del trabajo, que está separada, que tiene una niña pequeña y poco más. Lo que sí sé es que siento una atracción irresistible hacia ella desde que la conocí y que forma parte de mis pensamientos de una forma muy frecuente. Y ahora, esos sentimientos han quedado plasmados en un sueño que algún día confío hacer realidad.
La sala de reuniones está al final del pasillo, le doy las gracias a Laura y coloco mi portátil y mis documentos en el lado en el que siempre me siento, en una de las esquinas de la mesa alargada, dejando los otros dos lados para Alberto y Pablo que cerrarán el extremo de la mesa conmigo.
Mientras los espero, me asomo a la puerta, y deambulo un poco por el pasillo, acercándome hacia donde se encuentra Elena. Le hago un saludo algo más cordial intentando que sea extensivo a los demás, y, durante un corto tiempo bromeamos entre todos sobre temas nada importantes pero sí alegres, especialmente el "por fin es viernes" y algunos planes que van a hacer el fin de semana. Elena no parece tener ningún plan en particular, o al menos no lo ha dicho.
"Hola Iván, qué tal", me saludan Pablo y Alberto, que se aproximan por el otro extremo del pasillo. Nos saludamos efusivamente. - Hasta luego -, le digo a Elena y sus compañeras, y me dirijo con ellos a la sala de reuniones. La puerta se cierra, y empieza nuestra maratoniana jornada de análisis y decisiones.
Damos por terminada la reunión muy cerca de las 2 de la tarde, y después de una corta pero distendida conversación con intercambio de comentarios totalmente ajenos al trabajo, finalmente nos despedimos hasta el Lunes, para continuar con el repaso de otros temas..
Salgo de la sala de reuniones y al pasar por donde está Elena, en ese preciso instante ella se está incorporando al pasillo, cargando con su bolso, lista para marcharse, y casi chocamos. Me detengo bruscamente a tiempo y me rio, mientras a ella se le escapa un ¡Ay! ¡perdón! Que me ha sonado divertido.
Tú primero, por favor – le digo.
Gracias – es su sonriente respuesta – ¡si casi te doy un golpe!.
Tranquila, no ha pasado nada – y nos dirigimos a la salida.
Nos despedimos de Laura, y ya fuera del vestíbulo, y sin "acuerdo" previo, bajamos tranquilamente las dos plantas por las escaleras estableciendo una conversación nada trascendental de cómo ha ido el día y de que ahora toca descansar.
Al llegar a la calle no puedo resistir la tentación que llevo reprimiendo desde que nos tropezamos en el pasillo, y me lanzo a la conquista de mi sueño.
¿Para dónde vas? – le pregunto.
Hacia el otro extremo de Triana – me dice algo sorprendida, o no.
Y sin pensarlo mucho le digo - ¿Me permites que te acompañe? –.
No consigo detectar si la expresión de su cara es de sorpresa o alegría, y finalmente me responde -Si, claro, ¡si quieres! –. Una fanfarria suena en mi interior, pero pronto la reprimo. Tranquilo, poco a poco.
Pues vamos – e iniciamos la marcha caminando por la acera, de una forma tranquila, sin prisas, y continuando la conversación que iniciamos en las escaleras.
No hay muchos transeúntes, por lo que el caminar se hace agradable y podemos mantener cierta conversación sin tener que preocuparnos demasiado por esquivar a otros peatones que se nos crucen.
Llevamos caminando, o más bien paseando, en la dirección que marca Elena unos 10 minutos y no quiero que acabe. Acabamos de iniciar una charla sobre hobbies y tiempo libre. Acabo de saber que le gusta caminar y que le encanta hacerlo sin rumbo fijo, sino guiándose por la apetencia del momento, lo cual hace que me guste aún más.
Oye Elena, creo que voy a quedarme por Triana a comer, y… me gustaría que me acompañaras, si no tienes algún compromiso o algo mejor que hacer, claro – Las palabras me salen de una forma espontánea. No sé si ha sonado convincente, pero es una petición desesperada por retenerla algún tiempo más, y de pronto me viene a la mente un pasaje algo parecido de mis sueños. Además, sé que tiene una hija pequeña, que se llama Ana, y mi temor es que tenga que marcharse por tener que recogerla o alguna otra causa.
Bueno -  me responde -, en principio no tengo ningún compromiso inmediato hasta las 4 que llega Ana.- se hace un corto silencio como si sopesara posibilidades – así que, vale, te acepto la invitación.
Una tremenda traca estalla en mi interior, y mi cara me traiciona, dejando ver la alegría que esa decisión me causa.
¿Te apetece algo en particular? – le pregunto.
No, nada especial. – me responde.
Me paro – Podemos ir al Gambrinus, al McCarthy o acercarnos a algún sitio de Vegueta si quieres -.
El McCarthy está bien, y está cerca ¿te parece? – me dice.
Perfecto, vamos allá – y haciéndole una seña galante de "ella primero", reanudamos la marcha hacia el nuevo rumbo establecido.
Camina a mi lado, o yo camino al suyo, y no dejo de mirarla y admirarla. Me roba los sentidos cada vez que la miro. Todavía recuerdo la impresión que me causó cuando la vi por primera vez, en la empresa. No estaba en su mesa el primer día que crucé el pasillo, así que no la ví. Entró más tarde en la sala de reuniones a traernos unos documentos que Pablo había pedido y mi alma se congeló al verla. Sus ojazos me secuestraron de por vida. Tanto que instintivamente me levanté y para disimular, aunque de una forma muy torpe, hice como que iba a bordear la mesa para salir, pero de nada sirvió. Me quedé quieto al lado de la mesa mirándola mientras le entregaba los documentos a Pablo. Y el muy sinvergüenza, que se dio cuenta, aprovechó para decirme "oye Iván, ven – haciéndome un gesto de que me acercara más – te presento a Elena, una de nuestras colaboradoras. Elena, te presento a Iván. A partir de ahora lo verás más por aquí, ya que va a ayudarnos con algunas cosas". Me acerqué a la vez que Pablo se levantaba y se colocaba detrás mío como si quisiera evitar que me alejara. Saludé a Elena estrechándole la mano y dándole un beso cortés en la mejilla. Encantado Elena, le dije, pero no soy capaz de recordar si me contestó algo, aunque creo que sí, porque si ya venía congelado, en ese momento me derritió del todo. Estaba preciosa, y sus ojos seguían hablando por ella. También recuerdo las bromas y comentarios burlones que a partir de entonces tanto Pablo como Alberto han sacado a mi costa. Y también es cierto que a partir de ese día, cada vez que voy a Inversiones Atlántico, tengo un aliciente más.
¿En qué piensas? – la pregunta de Elena me saca de mis pensamientos.
¡Eh!.. ¡ah! disculpa…, mi mente me ha jugado una trastada. – le digo algo consternado.
Debe ser alegre porque estabas sonriendo – me dice sonriendo a su vez.
Pues sí, alegre y algo embarazosa. – le digo. Elena se queda mirando sin comprender – Acabo de acordarme de cuando nos presentaron y lo imbécil que debí parecer – digo finalmente.
Su sonrisa se hace más pronunciada – bueno, a mí también me pareció algo extraña. ¡Pensé que tenía algo en la cara!, porque no me quitabas la vista de ella. Cuando salí le pregunté a mi compañera si tenía algo, y cuando le expliqué por qué lo decía, se echó a reír, y no quiero decirte lo que me dijo.
¿Qué te dijo?  - le pregunto como si esperara algo muy extraño.
No, no…, es una tontería – dice, y noto que sus mejillas adquieren un precioso color rosado.
Venga, dime que te dijo. No creo que sea una barbaridad – le digo sonriendo e intentando quitar importancia al tema.
Me dijo que "Cupido tiene muchas formas de manifestarse" – y sonríe más fuertemente.
También sonrío y permanezco unos segundos en silencio, bueno, permanecemos unos segundos en silencio.
He de confesar – ahora la miro, hablo de forma pausada, y aunque mantengo una ligera sonrisa en la cara, intento que no parezca burlona – que cuando te vi no puede dejar de mirarte. Tus ojos me cautivaron y todavía me cautivan…, es más, me gusta que lo hagan. Y por otro lado, me agrada la idea de que tu amiga tenga razón.
Me mira. Sus mejillas siguen sonrojadas, aunque creo que las mías también, y me dice – Gracias, es todo un cumplido.
La verdad tiene eso, no la puedes eludir, y es aplastante como ella sola – le digo. Ella me mira y vuelve a sonreir.
En ese momento estamos llegando al McCarthy. Entramos y preferimos sentarnos en una mesa de una esquina cerca de la salida, donde hay bastante claridad. Nos toman la comanda y continuamos hablando. Me sorprendo por lo bien que me siento. Miro a Elena y parece relajada y alegre.
Tienes unos ojos preciosos Elena – le digo – Bueno, no es que sea eso solo…, o sea, no quiero decir que no tengas nada más precioso… solo que los tienes preciosos…, - y agachando la cabeza a la vez que hago un gesto de desaprobación y pongo las manos apoyadas en la mesa termino – ¡cállate Iván que te estás luciendo!.
Reímos. Elena va a decir algo y le hago un gesto con la mano como que me deje continuar. - Bueno, igual me vas a matar, o me vas a mandar a freir puñetas…, tendrías todo el derecho del mundo, pero, es que, ¡de verdad!, eres preciosa, y tus ojos transmiten algo que me llega hasta el alma.
 
Gracias otra vez. – lo dice en voz baja- No es para tanto.
Lo siento, pero te digo lo que pienso, y es verdad – me quedo mirándola mientras ella ha bajado su mirada.
¿Te incomodo? – le pregunto.
No, no, es solo que es algo que no esperaba. – Me mira – Es casi una declaración.
Bueno, realmente lo es, aunque creo que he hecho el tonto. Espero que no pienses nada raro de mí.
No, no,  tranquilo. No tengo por qué pensar nada raro. Está bien. – me dice.
Y como si fuera una súplica encubierta le pregunto - Entonces ¿te sigue apeteciendo comer conmigo?
Si, claro ¿por qué no? – Su respuesta ha sonado sincera y no de cortesía, lo cual me tranquiliza.
No sabes lo que me alegra el oírte decir eso. El poder estar así, aquí…, ahora…, contigo. Estoy muy a gusto – le digo.
Yo también – me dice. Nos miramos durante un instante, que queda interrumpido cuando se acerca el camarero con nuestra comida.
¿Tienes planes para esta tarde? – le pregunto después de que el camarero haya dejado los platos y se ha marchado.
Nada en particular. Después de que llegue Ana, ya veré.
¿Te apetece dar un paseo esta tarde? Podríamos caminar por la avenida marítima hasta el muelle, tomar algo, comer golosinas, disfrutar de la compañía… Bueno a lo mejor ese paseo es mucho para Ana. Lo haríamos más corto o hacia otro sitio, no importa.
Te agradezco que hayas tenido en cuenta a Ana. Pero ella se va a las 5 con su padre porque está con él este fin de semana. – se hace un momento de silencio - ¿Y tú no tenías planes? – me pregunta.
Ahora sí los tengo. Lo que te acabo de proponer. Simplemente pasar la tarde contigo – me quedo esperando un segundo - ¿vendrías?.
Me gusta la idea. Vale, iremos a pasear esta tarde – es su respuesta, y me reconforta.
¡Bien! – se me escapa la exclamación a modo de victoria.
¿qué pasa? – pregunta divertida
Nada, nada, que me veía recogiendo calabazas y ahora tengo una posibilidad de pasar una tarde en tu compañía. Eso no tiene precio. – digo quitando importancia.
Terminamos de comer, salimos a la calle y continuamos caminando durante unos minutos más. Subimos por calle perpendicular a Triana y un momento después Elena se para frente a un portal.
He llegado – dice, mientras señala hacia el portal.
He disfrutado mucho de la comida con tu compañía Elena. – le digo.
Yo también – me responde.
¿Te parece bien que venga a buscarte sobre las … cinco o cinco y media? – le pregunto.
¡Vale! – me dice sonriendo.
Perfecto…, ¿me dices tú número? – y sonrío pícaramente mientras saco mi móvil.
Ja, ja,… - suelta una carcajada. – dame, dame – me dice mientras extiende su mano para coger mi móvil. Se lo doy y ella marca un número. Cuando el suyo suena, cuelga la llamada y me dice – Ya lo tienes.
Me quedo asombrado, vuelve a mi mente una escena muy parecida de aquel sueño traicionero que se esfumó esta mañana, lo cual me deja por un momento perplejo, pero a la vez esperanzado.
Gracias – le digo – te llamaré cuando llegue.
Vale. Hasta después – abre el portal y desaparece detrás de la puerta mientras sigue riendo.
Me ha contagiado. Y también estoy riendo. Pero ahora solo quiero llegar a casa, cambiarme y ponerme más cómodo para volver a buscarla.
 
Vamos paseando por la avenida marítima, cerca del muelle deportivo. Hablando de todo un poco, riendo, comiendo golosinas…, compartiendo un tiempo precioso. A medida que caminamos, nuestros mundos se acercan y todo lo que nos envuelve se hace cada vez más familiar, empezamos a compartir cosas, vivencias, puntos de vista…, eso que al final podría llamarse la fuente de la complicidad.
¿En que ocupas tu tiempo tiempo libre ahora Iván? – me pregunta Elena mientras observamos el horizonte hacia los diques del puerto, sobre un mar de mástiles de los barcos atracados en el muelle deportivo.
Ahora persigo un sueño – y la miro -. Sí, desde "hoy" puedo decir que persigo un sueño, y haré todo lo que esté en mi mano y más por conseguirlo. No lo quiero dejar escapar. Es demasiado valioso para perderlo.
¿Y lo estás consiguiendo? – pregunta intrigada.
Si, creo que sí. Al menos en lo que percibo creo que voy por el buen camino.
¿Y puedo saber cuál es ese sueño? – vuelve a preguntarme.
Me quedo un momento en silencio y después le digo – Uno de mis mayores y más fuertes principios es el de la sinceridad. Y ahora me encuentro con que quiero decirte de qué se trata el sueño, pero a la vez tengo miedo de que al hacerlo, el sueño se esfume.
Pero ¿por qué tiene que esfumarse si me lo dices? – dice un tanto desorientada.
Porque tú formas parte de él. – Al decir esto, sus ojos se abren de par en par dejándome ver la inmensidad de su interior - A lo mejor piensas que soy un loco o chiflado y decides no querer saber más de mi a partir de ahora, con lo cual, y aunque yo quiera hacer todo lo posible por conseguirlo, si la protagonista no quiere, no hay sueño y por tanto, no habrá realidad, porque mi objetivo es al final convertir ese sueño en realidad.
Suena muy bonito. – Dice bajando la cabeza.
Es precioso, te juro que lo es. – le digo mientras la observo y ella vuelve a levantar las dos joyas de sus ojos.
Y ¿qué puedo hacer yo para ayudarte a conseguir tu sueño? – me pregunta finalmente.
Simplemente ser tú, y dejar que te conozca algo más. Por mi parte yo también dejaré que me conozcas – le digo.
Ella sonríe  - no parece difícil  - dice.
No lo parece, pero puede serlo. – Seguimos caminando.
¿Te asusta lo que te he dicho? – pregunto un tanto preocupado.
No me asusta.., me intriga. – afirma mientras camina.
Elena – me paro, ella se para y se gira para mirarme -, lo que estoy queriendo decirte es que quisiera conocerte. Me gustaría que me dejaras conocerte más, en todos los aspectos. Aunque pueda parecerte raro, por favor, no tengas miedo de mí. Me gustaría compartir mi tiempo contigo, y si decides que soy digno que compartas el tuyo conmigo, seré el hombre más feliz de la tierra.
¿Me estas pidiendo una cita? – pregunta mirándome.
Te estoy pidiendo que salgas conmigo como principio de ese sueño que persigo. – pasa un instante - ¿qué me dices?.
Bueno, ya estoy en una salida contigo ¿no? – me responde algo irónica.
¿Eso es un sí o un no? – pregunto riendo.
De momento tómatelo como un sí – me dice sonriente.
Mi cuerpo se estremece, mi corazón se acelara - ¿Me dejas que lo celebre? – le pregunto.
¿cómo? – dice sorprendida.
Déjame que te abrace – le digo abriendo los brazos.
¿eh?
Por favor – le suplico.
Elena se encoje de hombros, me acerco un poco y la abrazo fuertemente. Para mi alegría veo que el abrazo es correspondido.
Mientras la tengo abrazada le susurro a su oído – me acabas de emborrachar de felicidad, y has hecho que mi sueño empiece con un escalón de realidad. ¡Gracias preciosa!.
Nos separamos, aunque la mantengo cogida por sus brazos. Nuestros ojos se cruzan y se funden, y permanecemos así durante un buen tiempo, ajenos a lo que pasa a nuestro alrededor. – Te prometo que removeré cielo y tierra para que seas feliz, y para compartir esa felicidad contigo. Confía en mi, y si alguna vez tienes alguna duda de lo que soy o lo que hago, por favor, dímelo enseguida. Esto va de conocernos y de compartir, con todo lo fácil y difícil que pueda resultar.
Elena asiente con la cabeza, y la vuelvo a abrazar momentáneamente. Le paso el brazo por su hombro y ella el suyo por mi espalda, y plantando cara a la brisa que nos rodea, seguimos caminando, ahora más juntos, hacia el principio de un sueño al que la realidad ya empieza asomarse.
 
 
 
 
EPILOGO
 
Ya han pasado un par de semanas desde aquél paseo inolvidable por la Avenida Marítima, cuando confesé a Elena que quería perseguir un sueño para hacerlo realidad. Un sueño en el que ella tenía mucho que ver.
Hoy el día nos ha regalado un atardecer hermoso de tonos anaranjados que ilumina todos los rincones que alcanza la vista. Estoy sentado en la terraza de casa jugando con Ana. Elena hace un buen rato que está leyendo un manuscrito que le he dejado para leer, después de que comimos.
En ese momento Elena aparece y se dirige hacia donde estoy. Tiene los ojos llorosos y lleva en una mano el manuscrito y con la otra tiene cogido el colgante que días atrás le regalé con una foto suya y de Ana, y con una llave pequeña, igual a la que yo llevo colgada a mi cuello.
Se acerca, suelta el manuscrito en la mesita, se sienta a mi lado, me abraza y se funde en un beso apasionado que me recorre toda el alma. Nos separamos, le acaricio la cara, secándole las lágrimas que han caído del manantial de sus ojos, esos mismos ojos que tanto me apasionan.
¿qué pasa? – le pregunto.
Y apartando un sollozo me dice muy despacio - Acabo de comprender, y ver, el sentido completo de aquello que me dijiste la primera tarde que salimos. Me siento mimada, alabada…, querida, y no sabes cuánto feliz me has hecho. Has perseguido un sueño y creo que lo has conseguido, porque, por si no te lo he dicho, creo que eres lo mejor que me podía haber pasado. Estoy cautiva de tu amor, y nada me haría mas feliz, que poder ser la compañera del viaje de tu vida. Te quiero Iván, con toda mi alma.
Te quiero Elena, te quiero desde que te vi, y no creo que pueda tener mejor compañera de viaje.
Y como aire con aire, agua con agua, nuestros labios se vuelven a encontrar fundiéndose en un apasionado beso que no hace más que sentenciar que el sueño ya es realidad, y que con un manto anaranjado como telón de fondo, comienza el viaje de nuestra vida.