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martes, 11 de diciembre de 2018

Una propuesta, un deseo




Que el conocimiento te embriague,
que la constancia te enriquezca,
que la igualdad te retrate,
que la responsabilidad te fortalezca,
que el tiempo te abrace,
que la unión te engrandezca,
que la sonrisa te contagie,
y que el Amor, siempre sea tu bandera.


En estos tiempos actuales que estamos viviendo echo en falta algunas cosas. Cosas otrora relevantes y ahora caídas en desgracia por arte de masas.

Echo en falta el conocimiento de nuestra propia historia, la que nos ha llevado a heredar condiciones intrínsecas como el habla y las costumbres; mientras que lo que sí veo es el ingente aumento de juglares de plástico contando bufonadas sin sentido sobre cualquier cosa que pueda llamar la atención de todos los “desasosiegos” andantes necesitados de solo un mísero destello, aunque sea imaginario, para tener la excusa de apuntarse a una tendencia.

Echo en falta el rigor, la constancia y la disciplina en eso que se llama educación, para construir con trazos fuertes el camino de la formación de nuestros propios valores, criterios y opiniones, en definitiva en nuestras vidas y las de nuestros descendientes; en lugar de caminos de arena abandonados a merced del viento que sople primero, y no necesariamente el más fuerte.

Echo en falta la igualdad no etiquetada, esa que salía innata de cada uno por considerar al su prójimo como a sí mismo, independientemente de colores, creencias o afinidades, simplemente, por ser iguales en su condición “humana”; en lugar de esa lucha constante por marcar diferencias inexistentes y construir parcelas con fronteras de muchas formas y colores cual gallinero, en los que, por supuesto, siempre aparecerán gallos que defenderán su autoridad, aunque sea a coste de pisar a otro gallo, o gallina.

Echo en falta la predisposición a la unidad, a formar lazos de unión y fomentarlos como base de la conciencia y el respeto hasta formar una de nuestras características más diferenciadoras, la responsabilidad; en lugar de estar siempre en una competición individualizada por ganarnos a nosotros mismos, sin saber por qué competimos ni cuál es el premio, pero obligados a ganar, aunque sea nuestra propia perdición

Echo en falta el dar contenido a nuestro tiempo, el vivirlo dándole sentido en base a nuestras propias necesidades, el disfrutar del momento y buscarlos, en lugar de convertirnos en espectadores de una línea que pasa llevándose lo que pudo ser y ya no va a ser, no por decisión propia, sino por desidia y en muchos casos por uso indebido en favor de cosas y personas que solo trafican con el tiempo ajeno, convirtiendo lo que debería ser nuestro Kairós (momentos determinados donde cosas especiales suceden) en un simple Cronos (una secuencia de tiempo constante que, simplemente…, pasa).

Echo en falta el buen humor, pero humor del bueno, no humor de cualquier clase, el buen humor para con nosotros, para con nuestros semejantes, ese buen humor de ser capaz de ver el lado positivo, el sacar de un no un sí, de sobreponerse a las adversidades sabiendo combinar la confianza en nosotros mismos para llegar a nuestra meta con las dudas que nos surjan en el camino; en lugar de convertirnos en pregoneros, contagiadores y sufridores de facto de quejas, sean las que sean, pagando la cuota de pertenencia a esa asociación de “cabreados contínuos” que al final terminan por no saber por qué lo están, perdiendo una parte de su propia identidad y cediéndola con coste y sin renta a quienes de ello seguro se van a aprovechar.

Y, para no cansar, también echo en falta algo que en ocasiones es tomado como cursilería posiblemente por quienes no creen en ello o no lo practican, pero que lo utilizan en su propia conveniencia. Echo en falta más amor. Amor por entender a tu semejante, amor por buscarle su bien, amor por querer compartir con ellos el tuyo, amor por dar sin pedir a cambio, amor por ayudar y compartir tu buen hacer, amor… por amar; en lugar de que cada uno lo convierta en su particular campaña publicitaria, o en un cartel que queda bonito, o en una palabra vacía de contenido... pero llena de intereses, y disfrazada de muchas formas.


Hay más cosas que echo en falta, pero posiblemente todas puedan obtenerse con la conjugación de una o varias de estas…, las que primero me han venido a la cabeza.

Aprovechando la excusa de la Navidad, en que parece que estamos más receptivos, normalmente más proclives a tener una sonrisa en nuestra cara (aunque sea forzada), y con la excusa también de una figura o símbolo reconocido e implantado en la inmensa mayoría de los hogares (aunque algunos no se identifiquen con ella, o incluso no conozcan su significado, pero “queda bonito”) como es el belén, quisiera hacerles llegar mis particulares deseos para este año.

Este belén que les muestro al comienzo es muy particular, y está preparado con aquellas cosas que de alguna manera muy especial, y siempre bajo mi interpretación, simbolizan lo que quisiera que abundara en cada uno de ustedes, y que de todo corazón les deseo.

- Un pesebre construido con un libro de historia a través de la fotografía, y de mi ciudad natal, llamado “Telde, Ayer: los hermanos Suarez Robaina, fotógrafos”, cuyos protagonistas se dedicaron a fotografiar zonas, eventos y personas de Telde durante muchos años, construyendo un legado que pocos conocen y que cuenta mucho más de lo que simplemente se ve, con el que simbolizar el deseo de que fomenten la curiosidad para adentrarse en el conocimiento de su propia vida y la de sus semejantes, conociendo y formándose en su propia historia y en la que, sin saberlo, van a construir, a base de levantar su propio pesebre, el que les dará cobijo con la riqueza de conocimiento y de valores, en lugar de tomarlos prestados de otros.

- Un San José con forma de una pluma natural para escribir a tinta, simplemente para desearles constancia en la educación, de cualquier índole, en la propia y en la de su ámbito de influencia, siempre con trazo firme y meticuloso, aunque seguro supondrá esfuerzo y algún borrón, pero de todo se aprende.

- Una Virgen María con forma de espejo, símbolo de que lo que ves y lo que haces es siempre filtro y reflejo, respectivamente, de tí mismo, con el deseo de que esa igualdad adquiera su mejor sentido en la persona en sí y no en las etiquetas que nos quieren pegar.

- Un Niño Jesús con forma de lazo y recostado en una lupa a modo de cuna, para simbolizar el respeto por las alianzas y la unidad entre las personas, con el deseo de que fomenten la fortaleza de la unión, poniendo especial cuidado y atención en lo que se hace, con responsabilidad, aunque para ello haya que acercarse bastante a los demás para conocer de primera mano sus detalles y poderlos conocer en primera persona y no de oídas, o al menos seleccionar con qué cristal verlo.

- Una Vaca disfrazada de reloj, con el deseo de que consigan que su tiempo sea Kairós y no Cronos, que su tiempo esté lleno de momentos deseados, buscados, encontrados y disfrutados, y no de un olvido catalogado.

- Un burro en forma de Smiley, con el deseo de que el buen humor y la sonrisa sea el idioma con el que interactúen con sus semejantes, consiguiendo no solo contagiar sino, además, aprender riendo.

Y por último a modo de pastores que traen su mejor ofrenda, qué mejor que desearles Amor.
Amor en muchas de las formas con las que se suele interpretar, desde una delicada pero hermosa rosa roja, a un corazón de su mismo color, pasando por esos nudos que nos unen en afinidades y características, pero que a veces se malinterpretan y se convierten en ataduras, o esos candados que tanto se ven colgados en muchos sitios sin saber exactamente lo que encierran, y que, en realidad, siempre deberían estar abiertos.


Desde mi pesebre particular que no requiere naturaleza, creencia o afiliación alguna, ¡ Feliz NaVIDAd !