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jueves, 23 de agosto de 2018

MARISA, sin más.


Hace ya bastante tiempo que el baile y la danza llegó a mi vida, aunque al principio solo como un trayecto casi diario de ida y vuelta.
Con el tiempo, el baile y la danza me han permitido saborear momentos fantásticos, y, como no, conocer gente maravillosa, gente profesional cuyo corazón late con pulso de pasos perfectos y magistrales, gente que vive por y para su pasión, el baile.



Cuando, sin conocer a alguien, a tus oídos te empieza a llegar repetidamente un nombre, y ese nombre siempre ves que va ligado a momentos de felicidad para quien te lo cuenta, momentos de sueños cumplidos, momentos de aprendizaje adquirido desde el corazón, y momentos en los que ves que quien te lo cuenta está contagiado de su forma particular de pasión por lo que ha aprendido o ha experimentado, significa que algo maravilloso está ocurriendo en sus vidas, especialmente cuando de niños pequeños, jóvenes y adolescentes se trata.


Así fue como supe de alguien que se llamaba Marisa (casi mamá Marisa).
La persona que con paciencia, con voz templada y uniforme, con una sonrisa casi constante y normalmente con un abrigo anudado a su cintura, tendía un puente entre su sabiduría y las ganas de aprender de sus "alumnas y alumnos" para que su pulso rítmico y disciplinado les contagiara.
La persona con la que todos querían probar a estirar su piernitas, más adelante piernas, y probarse por primera vez una malla, para emular a los mejores bailarines y bailarinas clásicos en el momento de su primera subida en puntas.
La persona que año tras año irradiaba la misma pasión cuando se ponía al frente de cada una de sus clases para, sin olvidar que delante tenía niños, y siendo consciente de las aptitudes y capacidades de cada uno, hacer que todos alcanzaran un mismo nivel de satisfacción y de disfrute con lo que hacían, consiguiendo que su pasión se inoculara en ellos de la manera que mejor funciona, paso a paso, y saboreando cada movimiento que se hace.


Los años me dieron la certeza de que había sido una gran suerte que se cruzara en mi camino, en el de mi hija, y en el de otros tantos niños y niñas, porque con el tiempo tengo más que claro que su forma de entender el baile y la danza, inevitablemente ha influenciado en la forma en la que quien la practica la disfruta, y quien la ve, la entiende y también disfruta.

El baile, la danza, requiere disciplina, mucha disciplina, pero por encima de eso, ser consciente de donde estás, y de que, ante todo estás trabajando con personas. Personas que no tienen por qué asociar sufrimiento a un arte que exige dedicación, pero si disciplina de trabajo continuo, lo que indudablemente le valdrá al que la practique no solo para crecimiento como bailarina o bailarín, sino para afrontar otras muchas cosas en su vida cotidiana y en la construcción de su futuro.
Marisa en eso ha sido una gran especialista, y lo mejor, lo hace de forma natural.


Desgraciadamente Marisa, y no por decisión suya, no va a estar el próximo año cerca de algunos de sus grupos..., algunos de sus alumnos..., de una parte de su peculiar familia. Y es que, no siempre puedes controlar qué obstáculos se ponen en tu camino, sean de la índole que sea.
Pero una cosa tiene segura: tiene familia numerosa, aunque sea postiza, porque he podido constatar que sus enseñanzas están muy bien arraigadas, muy bien aprendidas y nunca se olvidarán: ¡nunca la olvidarán!. 

Es imposible olvidarse de Marisa. Y si no, no tienen más que ver la reacción de cualquiera de sus alumnos cuando se la encuentran por la calle: un ¡Mariiisa! enorme y acentuado en el centro sale de sus bocas con todo el sentimiento del mundo para posteriormente apagarse mientras se funden en un abrazo que desprende cariño, que desprende ternura y que desprende esa clase de amor que ella les ha dado y les da cada vez que las ve.

Hay una gran diferencia entre ser jefe y ser líder. El primero da órdenes y todos las acatan porque es una obligación. El segundo genera confianza, enseña con su ejemplo y provoca que todos le sigan porque sabe que está haciendo lo mejor para ellos, valorándolos como personas, reconociéndolos como persona. Indiscutiblemente, Marisa es Líder.

Hace poco estaba hablando con ella después de conocer que no contaban con su participación para el próximo curso en la escuela de baile de Rubén T., y durante la conversación me hizo un regalo vital en forma de palabras: "toda mi vida ha estado vinculada a la danza, y siempre estará vinculada a la danza. Y si no es bailando, será dando clases o cualquier otra manera en que pueda hacerlo". 
Es cierto: solo se trata de adaptarte en cada momento, y seguir haciendo lo que te gusta, en la forma que te gusta.

Hace un año le propuse a Marisa hacer una sesión de fotos ambientada en una de sus clases y en la que ella fuera la protagonista. Por problemas de tiempo no pudimos hacerlo en aquel momento, pero ahora, ¡qué mejor momento para hacerlo!

Y así fue como hace un par de días, con la complicidad de nueve de los que hasta ahora han sido sus alumn@s en la escuela de baile de Ruben T., nos dejamos ver en un parque de Las Palmas y jugamos durante algo más de 2 horas en las que hubo de todo, pero sobre todo, y especialmente para quien se dedicó todo el tiempo a observarles,  tanto desde el visor de la cámara como desde la amplitud que te da el aislarte por momentos de lo que está ocurriendo delante de tus ojos, hubo devoción, agradecimiento y amor camuflado de muchas maneras.

Quiero con estas líneas dar las gracias a quienes hicieron posible que pasáramos esa tarde que nunca olvidaremos:

Primero a los alumnos, ya bailarines, que participaron y que tantos buenos momentos me han regalado este año, no solo como bailarines, sino como personas.
Gracias Laura, Gracias Valentina, Gracias Alba Hernández, Gracias Sara, Gracias Barbi, Gracias Andrea, Gracias Paula, Gracias Alba Doria, Gracias Jaiset. Son un lujo de personas. No cambien, solo mejoren su propia versión.

Gracias a Elizabeth López de Dansarte Las Palmas por el vestuario que dejó para la ocasión con el que se puso el toque mágico y clásico en cada imagen.

Y como no, a Gracias infinitas a tí Marisa, que aceptaste el reto sin dudarlo en ningún momento, dejando claro una vez más lo que significa profesionalidad y humildad caminando de la misma mano.



Este es nuestro pequeño homenaje a una gran persona, a la que esperamos seguir viendo  y encontrándonos en todos los recovecos de nuestra vida.
Se que cuando llegas a tu casa tienes dos cositas pequeñas que agitan alegremente sus colas al verte.
Puedes estar segura de que en cualquier de las nuestras, siempre serás recibida con gran alegría y con agradecimiento infinito.

Ese día me regalaste una imagen que posiblemente pase inadvertida, pero tiene mucho significado. Es la imagen de cabecera de esta entrada: Marisa sentada en la escalinata con la cabeza apoyada en sus manos y los ojos medio cerrados.
Significa orgullo, por ver lo que has conseguido con todos aquellos que han pasado por tu lado. Significa también algo de tristeza, por ver que en esta parada se queda parte de tu mochila.
Pero por sobre todo significa lo grande que eres y todo lo que te queda por enseñar, ya que solo tienes que desplegar tu elegante andar, cual diagonal, para seguir subiendo todos esos escalones que se te presentan, y seguro que lo harás con ágiles y firmes pasos, mientras otra corte de aprendices te seguirán hacia el manantial de tu experiencia y buen saber, y los que ya han aprendido te aplaudirán desde el borde del camino o, incluso, se unan a él.


Y ahora..., que no baje el telón..., ¡que siga el baile!.







jueves, 9 de agosto de 2018

Guerras exclusivas del inclusismo


Cada día veo algún episodio nuevo de eso que llaman “lenguaje no inclusivo”, y, sinceramente, vuelvo a pensar que como personas dejamos mucho que desear, porque creo que cada vez hay más brújulas erráticas.

Y como "pedrado" no existe, al menos hasta ahora, aquí va la pedrada (según una de las acepciones de la RAE, “Expresión dicha con intención de que alguien la oiga y se dé por aludido”):

Parece ser que según cómo escribamos las cosas formamos parte, sin haberlo pedido, y sin que nos lo hayan pedido, de una especie de partido o liga cuya competición se basa en estar a favor o en contra de la “imperiosa necesidad” de crear versiones nuevas de determinadas palabras en base al uso interesado de su género, esas mismas palabras que durante años han servido para comunicar a tantas miles de personas sin ningún problema.

¿Por qué nos empeñamos en crear guerras innecesarias para justificar lo que no hacemos en actos, con cruzadas en pro de cambios de lenguaje?
Es una cuestión de educación, no de escritura, Es producto de la incultura y del empeño en educar a personas desde ópticas diferentes, cuando en realidad solo hay un tipo de persona: el ser humano.

Perdónenme, pero me da risa tanto inteligente salido de no se donde, y erigido en Cid Campeador del lenguaje, que en algunos casos lo maneja solo de oídas.
Habrá que reescribir el Quijote, Fuenteovejuna, el Lazarillo de Tormes, La Celestina (por si no lo saben su verdadero nombre el Tragicomedia de Calixto y Melibea y la Puta Vieja Celestina) y tantas otras obras de arte de la literatura, que esos mismos nuevos hidalgos de paja posiblemente no han leído en su vida.

Parece ser que la solución a todos esos problemas de conducta humana pasa por un simple corrección o cambio en nuestra forma de expresión gramatical y/o semántica, e inmediatamente dejaremos de tener comportamientos "exclusivos" para convertirnos en seres "inclusivos".
Me explico:
“Soy deportisto, pero nunca he querido ser futbolisto, porque mis piernos no entienden de patados, solo de caminatos, en “los” cuales se respira de otra manera el aire que llega hasta mi caro.”
¿De verdad piensan que esto es lo que soluciona el problema? No lo soluciona. Ni siquiera creo que ayude a ello.

Es que si seguimos así, lo próximo será incluir en el código penal como delito que un matemático estudie matemáticas, porque se va a entender casi como un abuso sin consentimiento o una  violación, y, señores, un abuso sin consentimiento o una violación SI es algo muy serio. Lo de estas cruzadas del lenguaje, con perdón, son ganas de hacer polvajera.

Es la misma mano (¿o debo decir mana para no herir susceptibilidades?) la que golpea a un hombre o una mujer, y a ambos no le va a doler menos porque tenga género masculino o femenino, le duele por quien golpea.

No se, llámenme loco, pero me da por pensar que, en lugar de tapar carencias con corrientes de moda que solo generan “bulla” y más enfrentamiento innecesario, igual podrían dedicar ese tiempo a educar mejor en su ámbito de influencia, pero con hechos.


¿Y si...?

Estar convencido de que se puede conseguir lo que anhelas, y ver que, con algo que realmente sientes y deseas de corazón, no encuentras cómo hacerlo.

En tu mano está dar el primer paso, pero te frena un puñado de años, te frena una distancia a meta que se antoja injusta, te frena ponerte en el peor lugar respecto de la otra persona y concluir que eres un camino paralelo que nunca con el suyo se va a cruzar.

Me siento extraño en una burbuja particular con forma de Enero, el mismo Enero de esa canción que me retumba en la mente y que no se marcha para volver, sino que solo se aleja, ese que se va disfrazado de oportunidad, ese que toma forma de esperanza, escondida en la incredulidad, o de un sueño que se antoja irreal, y que a cada momento se distancia más y más.

Me resisto y busco la formula para crear estaciones más cortas que hasta mi nuevamente te hagan llegar, aunque solo sea para mirarte y beber de esa sonrisa que no se puede olvidar.
Mi tiempo va más rápido, lo se. Se consume más deprisa, lo sé. Pero quisiera que en él pudieras estar.

No me canso de buscar cómo acelerar el poder compartir contigo mis ganas de llegar a esa caprichosa estación del destino que se esconde delante del final, y se asoma detrás de mis deseos de junto a ti poder andar.
¡Ay, ese doble filo de la imaginación! Te permite visionar sueños, que sientes, que palmas y en los que crees más y más. Y te genera angustia por no conseguir volverlo real. No se si será la diferencia de velocidad entre cómo quieres que sucedan los acontecimientos y cómo se construyen en la realidad, o sentirte pasajero equivocado en un tranvía de ambigüedad, o, simplemente, darte cuenta de que por más que lo veas y lo sientas, no tienes ninguna posibilidad.

Así y todo, tu sonrisa me da vida, tus ojos iluminan y tu vida será la mía, aunque no me permita a tu lado sentarme para algo más que no sea sentir de lejos tu presencia o compartir un cruce de miradas que se escabullen con la excusa de un saludo pasajero y cordial.

Bueno, quizás ese cruce de miradas podría forzar el regreso de un nuevo Enero, para no irse más.

¿Y si se hiciera realidad?.