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viernes, 2 de septiembre de 2016

Fotógrafos Invasivos

La cara de La Sirenita no puede expresar mejor lo que debe estar sintiendo.

¿Se acuerdan de lo que era un enciclopedia?
Si, queridos míos, en una época no tan lejana existían unas cosas que se llamaban Enciclopedias. Unos libros más o menos "gordos" en los que se resumía con palabras y con imágenes el conocimiento sobre muchos aspectos: geografía, historia, arte...
Imaginemos que quisiéramos saber qué era eso de la estatua de La Sirenita (The Little Mermad).
Acudíamos a una de esas estrepitosas enciclopedias y encontrábamos una imagen que un fotógrafo había tomado posiblemente sabiendo de antemano donde iba a ser publicada, con un ángulo estudiado, en muchos casos pensando el momento del día idóneo, etc. Y junto a esa imagen nos encontrábamos una explicación con las razones de su existencia, su historia, etc.

Después llegó Internet, y todos esos libros quedaron difuminados en la "red", al alcance de todo el que pudiera tener una conexión y consultarlo. Ganamos en cantidad de información, pero esa inmediatez posiblemente hizo que perdiéramos en calidad de mucha de esa información.
Si queríamos consultar la misma cosa (La Sirenita), nos encontrábamos con multitud de imágenes de lo mismo, se podría decir que había donde escoger, aunque fueran muy dispares. Y en cuanto a su historia, pues bueno, aquí había que empezar a cribar y a seleccionar qué fuentes eran verdaderamente buenas y cuales de pobre contenido.

Pero he aquí que eso que llaman "desarrollo" hizo que el ego del ser humano quisiera participar cada vez más en la catalogación del universo (si, es que el hombre es un ser que se divierte mucho catalogando cosas), y qué mejor que hacerlo que no consultar a nadie, sino se uno mismo el que lo cuente.  Así que uniendo una buena dosis de turismo, y una cámara fotográfica, nos encontramos con miles de catalogadores que viajaban por todo el mundo, y los que lo hacían a Dinamarca, por ejemplo, colgaban sus "propias" fotos de La Sirenita, y se atrevían a poner sus propias explicaciones, en muchos casos desvirtuadas por su nefasta interpretación.

Entonces ese ser humano tan dado al "yo más", se dio cuenta de que era uno entre tantos que hacían lo mismo, y eso no podía ser: tenía que tener algo de protagonismo, que "para eso había ido".
Y fue entonces cuando, ávido de catalogar cosas, se pasa al "yo estuve allí", y para que no lo pongan en duda, en todas mis fotos voy a empezar a aparecer yo primero, en primer plano, y allá en el fondo esa "cosa" que estaba allí. El protagonismo ahora ya no lo tenía la figura de la Sirenita (que con suerte ocupaba un cuarto de la fotografía), sino el que hacía la foto que para eso había ido hasta allí y se adueñaba del primer plano.

En este momento se instituye un punto de inflexión en la forma en que los seres humanos cuentan sus viajes:
- Antes cuando tus familiares, amigos, conocidos, etc. te mostraban sus fotografías de viajes (pongamos a Dinamarca), te mostraban las fotos y veías los canales, el City Hall, el castillo de Kronenburg, La Sirenia, los carriles bici, etc.
- Ahora, cuando tu familiar o amigo te las enseña lo que ves es a tu amigo en el canal, a tu amigo con el City Hall muy detrás, el cabezón de tu amigo casi tapando la imagen del castillo de kronenburg, tu amigo en La Sirenia, y tu amigo en la cabeza de pelotón de un grupo de ciclistas...

Pero es que hay más.
Como bien decía José Luis Valdivia en una charla-entrevista que mantuvimos hace algún tiempo, hay una parte de la fotografía se está volviendo más granel y más invasiva: "Y lo es porque va ligado a otro fenómeno que es el turismo de masas. Cuando tienes hasta las narices a un campesino que está arando con sus bueyes en cualquier lugar de cualquier país del mundo, en la que por tener algo medianamente atractivo en la zona, se te bajan de una guagua 200 turistas, te enchufan 200 cámaras, y se convierte en una especie de mono de feria, lo más normal que le apetezca al colega campesino es coger una piedra y liarse a pedradas con los 200. Hay que entender eso. 


Lo peor es que no haya educación o empatía por parte de los 200, ni entendimiento Que se bajen creyendo que tienen todo el derecho porque alguien les ha convencido que son señoritos venidos del “primer mundo”. Que llevar una cámara o teléfono les da autoridad para hacer lo que les venga en gana. Y como no han dejado el ego, ni la prepotencia, ni la soberbia en la puerta de su casa antes de salir de viaje, van imponiéndose".





¡Dios mío! ¡Y no se cansan...!



Desgraciadamente, ya no vale con que el "individuo" sea el que haga la foto, ya no vale con que el "individuo" salga en la foto, ahora parece que lo que empieza a molar es ser el más chachi y original haciendo algo que le de aún más protagonismo que el propio motivo inicial de la fotografía, y, como mínimo, tienes que aparecer tocando a el elemento en cuestión (en nuestro caso La Sirenita).

¿Por qué les cuento esto?
Porque he podido comprobarlo en la triste realidad.
He estado en Dinamarca y he ido a visitar a La Sirenita. Nótese que he dicho "he ido a visitar", puesto que tengo claro que el que está de prestado soy yo y el que tiene que mantener respeto ante todo soy yo (¿o ustedes aceptarían que un invitado les montara un pollo en su propia casa?).

No se si ha cambiado o no, pero puedo asegurarles que La Sirenita tiene una cara de "asco" y de "hastío" que no puede con ella, y la entiendo perfectamente.
Después de estar bastante tiempo sentado viendo como aparecían hordas y hordas de turistas de todas las nacionalidades que corrían desesperados, poniendo incluso en peligro sus vidas por saltar de una piedra a otra para quedar más cerca, para poder hacerse la foto "tocando" a La Sirenita, me imagino que lo único que a Ella le apetecería es poder soltarse de sus anclajes y zambullirse y desaparecer en el mar alejándose definitivamente de eso que llamamos mundo civilizado.

Y el colmo fue cuando dos Imbéciles, haciéndose los valientes y originales ante sus respectivas parejas, se saltan las piedras y se suben a La Sirenita, manoseándola mientras las respectivas les hacían las fotos de su hazaña.





Lo curioso es que si les increpabas por lo que estaban haciendo, mas se reían y maldito el caso que hacían. Lo entendías cuando te dabas la vuelta y veías a todo un enjambre de turistas riéndose y aplaudiendo la osadía.

Imbeciles los que se subieron, e imbéciles los que aplaudían.
Me juego cualquier cosa a que ninguno de los dos IMBÉCILES que se subieron a La Sirenita tienen la más mínima idea de su historia, solo era un juego más en su colección de estupideces.

Después nos quejamos cuando queremos ver algo y vemos que ya no está, o que está encerrado protegido con mil medidas de seguridad que nos impiden admirarlo.