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jueves, 22 de agosto de 2019

CIRCUS..., baja el telón, nuevo comienzo.






13 de Julio de 2019, 22:21 de la noche, el público presente en el CICCA que ha asistido a la última representación del musical Circus, de la escuela de baile Rubén T., está de pié aplaudiendo a rabiar, el telón cae, …, y cuando ya pensaba que había terminado de hacer fotos, en ese momento, de forma instintiva, levanto la cámara, "click" y hago una última foto.






Seguramente no será una imagen para Pulitzer, ni para PhotoEspaña, ni ningún otro de esos concursos internacionales de renombre, pero tiene “historia” y “vida” propia, que es lo que al final siempre busco.

Es la imagen de algo que acaba, y este año creo que tiene incluso un significado más allá de la propia percepción visual.
Es la imagen que pone punto final a un trabajo de creación y preparación que como mínimo ha durado casi un año desde que la idea empezó a tomar forma, y que ha supuesto esfuerzo entrega, dedicación, frustración, lágrimas, coste económico, coste emocional, cansancio…, y al final, alegria, lágrimas que se ven, lágrimas que no se ven… y en el fondo, satisfacción: ¡ha merecido la pena!.

Dicen que el espectáculo empieza cuando ya no queda nadie en la sala. Es cierto, en ese momento es cuando empieza a gestarse el siguiente capitulo de creatividad.

Llevo unos cuantos años haciendo fotos en el espectáculo de final de curso de la Escuela de Baile Ruben T. Y las hago en las condiciones en que las hago, simplemente, porque es mi regalo para mi hija, sin más. Y de paso, que el resto de sus compañeros y compañeras puedan tener un recuerdo de cada uno de esos años.

El haberlo hecho así, me da la oportunidad de tener una visión de conjunto de la evolución que, todos los que han sido y son miembros de esa familia particular, han tenido en dichos años, y de lo que aprenden en ese tiempo más allá de la propia disciplina de baile.

Solo así es como llegas a entender, cuando observas a los bailarines y bailarinas, la complicidad que ves entre bastidores, el todos a una sin importar edad, el engranaje de organización que se inculca a cada uno para que sea consciente de que forma un eslabón imprescindible para que la cadena final sea fuerte, el aliento de los más mayores a los más pequeños, el consuelo cuando algo no ha salido todo lo bien que se quería, los gritos sordos de ánimo entre bastidores, los abrazos de acogida al salir del escenario…, en definitiva, ves la forma que adquiere eso que se llama EQUIPO, ves la forma que ha tomado esa ilusión de tiempo atrás que una vez que se le puso nombre y fecha se convirtió en un sueño, y cuando el telón se levanta, en una realidad. Y como siempre que las cosas se hacen bien, esa realidad tiene su recompensa. Igual no toda la que debieran… pero la tiene, y eso, eso ya no se los quita nadie.


Se empieza quizás como un juego, prosigue como un descubrimiento, continúa convirtiéndose en un modo de afrontar la vida, y se termina amándolo: Eso que comúnmente se llama baile, que se manifiesta de muchas formas (no todas implican movimiento), y que ya no te abandonará, hagas lo que hagas.

Los grupos pequeños juegan a bailar, se sienten parte de un todo que a lo mejor no terminan de entender, pero que les atrae más y más, precisamente por eso, porque el ser humano no se concibe de forma aislada, sino como un ser interrelacional.
Lo sabes porque cuando estás a cinco metros de ellos, te miran, te sonríen, y, de repente, vuelven de forma apresurada a ese juego del que se han distraído y que no quieren abandonar, incluso sin entenderlo del todo.




Los grupos intermedios descubren que hay un lenguaje oculto en sus movimientos, y que cuando los entrelazan con sus compañeros, forman una nube de la que llueve expresividad, bienestar y conocimiento.
Lo sabes porque cuando estás a cinco metros de ellos, te miran sin abandonar su implicación e intentan hacerlo mejor aún, para demostrar que saben y pueden.




Los grupos avanzados aman lo que hacen. Han descubierto lo que significa compromiso, lo que significa esfuerzo, lo que significa perfeccionar, lo que significa ser críticos consigo mismos…, en definitiva, han descubierto gran parte de la razón del ser humano: evolucionar a mejor, a sabiendas de lo que ello supone, y desde ese momento lo aplicarán en todas las facetas de su vida.
Lo sabes porque cuando estás a cinco metros de ellos, no te miran a ti, miran al universo que tienen delante de sus ojos y en cada paso de coreografía que dan ponen todo lo que saben y más, intentando que el espectador se suba con ellos a su particular interpretación, y hablen su mismo idioma.


Les puedo asegurar que es un verdadero lujo estar entre ellos en los prolegómenos de la preparación de cada función, simplemente observándolos, viéndolos como desempeñan su cometido, viendo cómo aprenden, cómo enseñan, cómo disfrutan, como le van poniendo sensaciones y sentimientos a lo que hacen…, y cómo se entregan cuando salen al escenario.

Por eso, cuando la última función acaba, te queda la sensación de orgullo, la sensación de que han aprobado una asignatura que no se enseña en ningún libro, y para la que han contado con los mejores profesores posibles. Está claro que, si crees en lo que haces, cuando lo transmites, no necesitas convencer, y el contagio es fácil.


Este año, y en mi humilde opinión creo que también se cierra un ciclo para abrir otro, cierra una etapa y abre otras, para todos.

Creo que es el mejor momento para una reflexión. De plantear de forma estructurada lo que se quiera conseguir, de mirar en nuestras propias entrañas y ser consecuentes con nuestros objetivos, con nuestro quehacer y con nuestros sueños (si no pones acción a tus ilusiones, seguirán siendo eso, ilusiones, nunca se convertirán en sueños, y menos en realidades).

Y cuando digo de forma estructurada, me refiero a ser consciente de nuestra propia realidad, de nuestros propios medios y de nuestras propias capacidades, creando y dando forma a una visión de futuro consistente, y construyendo los elementos que lo conformarán a modo de peldaños seguros y fuertes, con el fin de que sea una apuesta segura hacia un resultado sólido, perdurable en el tiempo y con reconocimiento. Y es que las prisas, no son buenas consejeras.

El proyecto es bueno, la idea es buena, los profesores son buenos, los alumnos son buenos o están en camino de ello, por tanto, solo hace falta combinar esos ingredientes con maestría y que el resultado de cada año sea siempre ascendente en profesionalidad y calidad, pero no a cualquier precio, no de cualquier forma, solo la que permita que sea perdurable. En eso consiste “crear escuela”.

No se trata de crear recuerdos, se trata de crear valores. No se trata de crear expectativas, se trata de enseñar a convertir ilusiones en sueños, y después en realidades.


Por lo que a mí respecta…, ¡Que triunfe la danza, ¡que triunfe el baile!




JSR - Agosto/19.
















lunes, 4 de marzo de 2019

Te y Chocolate



Los mejores regalos te los da la propia vida, simplemente por estar en ella y atreverte a vivirla.
Ayer dos personas a las que desde ya quiero, (y es que se dejan querer), me hicieron un regalo de esos que no esperas.
No es un regalo material, sino un regalo de los que te alimentan el alma y se te quedan en tu colección de momentos para toda la vida.
Me regalaron una tarde llena de complicidad, de risas, de miedos, de juegos, de descubrimientos, y de muchos silencios escritos con palabras que salían a borbotones de sus miradas, las mismas miradas que por momentos se colapsaban por contener sus emociones y que finalmente se rendían ante lo evidente de sus sentimientos.

Si las miradas pudieran traducirse, les aseguro que hubo momentos en que estaban escribiendo un libro entero.
Eran miradas que nadaban en un mar de sentimientos, a veces contenidos, a veces naufragados, pero siempre deseados.
Eran miradas que se cruzaban y se atraían. Pero también hubieron hermosas miradas aisladas que ninguno veía del otro por no estar en su campo de visión y que tampoco necesitaban diccionario para traducirse. Simplemente era un regalo ver lo maravilloso de una persona proyectando su felicidad hacia otra, cuando ésta no la veía.

Cuando la tarde llegaba al final y el sol ya se acostaba, por muy oscuro que pareciera, en ellos seguía habiendo luz, no necesitaban más.

A ellos les estaré infinitamente agradecido por permitirme ser un intruso durante una tarde de su mundo particular, un mundo que creo han construido con mucha disciplina, con mucha exigencia, la misma que posiblemente les haya endurecido en cuerpo y alma, pero gracias a la cual han descubierto que la fuerza no está reñida con la pasión, la disciplina no está reñida con la ilusión y que el músculo más fuerte que tenemos siempre será el corazón. Ese corazón que a veces utilizamos para proyectar toda nuestra energía y romper de un puñetazo un bloque, pero que al mismo tiempo es capaz de dosificarla para sostener suavemente una pompa de jabón, acariciar con delicadeza la cara de quien quieres o, simplemente abrazarla para sentirla cerca y poder susurrarle algo al oído antes de compartir con ella un beso.

En un momento de la tarde me vino a la mente un texto que escribí, hace ya algún tiempo, sobre algo que ví en un banco del paseo de Taliarte mientras caminaba:


Es un banco creado sobre dos pilastras de hormigón embellecido con piedras, y cuyo asiento, brazos y espaldar están hechos de vigas de madera tratados con alguna pintura protectora (o no) de color verdoso (o al menos antes lo era).
El banco en sí muestra signos de la guerra que la interperie y los aires de marisma vienen librando contra cualquier elemento puesto por el hombre. Esa pintura otrora verde aparece desgarrada y, en algunos casos, mutilada, pero, aún así, le sigue dando cierto aire de elegancia.
Y como si se agarrara con todas sus fuerzas al componente natural de la madera, evitando caer vencido en esa guerra a todas luces perdida, vi una inscripción que no me dejó indiferente:


"Ni toda la vida,
 ni toda el agua del mar
 podrá explicar lo que tú me haces sentir.
27-10-2012 I+T (y un corazoncito)".
Y la imaginación, que es muy traicionera, empezó a elucubrar.




A veces hay cosas que no se pueden explicar con palabras, pero sin embargo una sola mirada basta para entenderlo.
Esas dos grandes personas, esos dos grandes  corazones que me regalaron la maravillosa tarde de ayer, podrían ser perfectamente "I" y "T".

O casi mejor, voy a llamarles Té y Chocolate..., ellos saben por qué.


JSR - 04/03/2019