No te lo pierdas

miércoles, 15 de febrero de 2012

Hubo un tiempo

Hubo un tiempo en que la Política se construía con letras mayúsculas. Era una Ciencia. Una Ciencia que como todas las Ciencias eran objeto de estudio y confrontación.

Pero vivimos otro tiempo en que la "política" se ha convertido en un arte. Mejor dicho, ha degenerado hacia un arte pésimo e interesado.

 

Cuando la política era Ciencia, lo normal era que se escogieran para tales menesteres personas de renombre. Personas que se habían ganado su reconocimiento por su buen hacer y por su experiencia.

Esos vientos ya no corren.
 

Ahora se escogen personas agrupadas en etiquetas de tal o cual corriente, personas que tienen como único logro el haber sabido hacer campaña de marketing, con variantes de aquello de "el fin justifica los medios", y aparecer en los medios de comunicación de forma repetitiva. Es lo que ahora se denomina "darse a conocer".

Por lo general, cada 4 años se escoge o se autopromueve un títere de conveniencia y se organiza un espectáculo mediático para darlo a conocer al público en general. Es así como personas totalmente desconocidas para la gran mayoría, llegan a tomar las riendas de nuestro país.

Parece que hoy entre más aparecen en los medios es que eres más reconocido. Pero esa clase de reconocimiento no sirve. Solo sirve para la corte de interesados que, a buen seguro, una vez que acabe la campaña para la que fueron escogidos, tendrán más saneadas sus economías y vivirán a costa de lo que no hicieron pero vendieron.

Estoy cansado de que mi país sea gobernado por artistas de la palabra. Profesionales de la mentira aliados a intereses no siempre claros, no siempre orientados al bien común, y, para más "inri", con todas las instituciones gubernamentales a su servicio. Y, claro, con esa clase de intereses no es de extrañar que lo único que se haya conseguido en los últimos años solo sea la separación más pronunciada entre los curritos y los que se enriquecen.

 

Qué casualidad, cuando lanzo una pregunta a un "profesional" me da respuestas claras y con ejemplos de acción-reacción, de comportamiento respecto a actuaciones, de causa-efecto que son medianamente comprensibles, argumentos casi medibles. Pero cuando hago una pregunta a uno de estos "artistas de la palabra", sus respuestas son un bucle de descripciones, conceptos y gestos que no llevan a nada, que no dan una respuesta concisa y clara. Creo que las palabras que con más sinsentido y despropósito usan son "coyuntura" y "situación", con toda una retahíla de variantes que dicen lo mismo pero suenan de otra manera. Tan en decadencia hemos caído, que hasta incluso se permiten el lujo de mentir descaradamente y hacer oídos sordos cuando se lo recuerdan, o utilizar otro ejército de palabras estudiadas para distraer y confundir.

Total, la culpa siempre la habrá tenido el que estuvo antes (de otra etiqueta, por supuesto).

 

Alguno me dirá que es un pensamiento fatalista. Sinceramente, estaría encantado de que me pudieran demostrar lo contrario, pero con argumentos de hechos, no de palabra.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario