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viernes, 5 de octubre de 2018

Aclarándome con eso de la Memoria Histórica










Tirando de Wikipedia, me encuentro con un texto citado por Fernando Savater en la obra “Etica por los suelos”, que como resumen nos recuerda una realidad irrefutable: “La memoria que cada cual guarda de lo que ha vivido, nunca puede ser sustituida por decreto”.

Y en una ampliación de Tony Judt: “Yo creo profundamente en la diferencia entre la historia y la memoria; permitir que la memoria sustituya a la historia es peligroso. Mientras que la historia adopta necesariamente la forma de un registro, continuamente reescrito y reevaluado a la luz de evidencias antiguas y nuevas, la memoria se asocia a unos propósitos públicos, no intelectuales: un parque temático, un memorial, un museo, un edificio, un programa de televisión, un acontecimiento, un día, una bandera. Estas manifestaciones mnemónicas del pasado son inevitablemente parciales, insuficientes, selectivas; los encargados de elaborarlas se ven antes o después obligados a contar verdades a medias o incluso mentiras descaradas, a veces con la mejor de las intenciones, otras veces no. En todo caso, no pueden sustituir a la historia”.

La última frase es lapidaria: La historia no puede cambiarse ni sustituirse.

Como no puede cambiarse quedará en los registros para aprendizaje de generaciones venideras, siempre que no vengan algunos listillos de mente desnutrida y con goma de borrar pretendiendo imponer su historia “imaginada” a la real, y provocando que, desgraciadamente, vayan a escribir un capítulo en la nuestra dejando patente su cortedad de miras, de mente y de andar, además de un tiempo perdido en la progresión de nuestro país y sus gentes.

¿Algún día lo entenderán?.

Todo esto viene porque, en estos días que se habla y re-habla de algo a los que muchos se refieren como “Memoria Histórica”, resulta que me surge la duda de qué es lo que realmente quiere decir y si esa expresión se está usando correctamente.

Y buscando, buscando, me encuentro con que el concepto de Memoria Histórica es un término relativamente reciente para cuyo significado podríamos aceptar la descripción de Pierre Nora: es “el esfuerzo consciente de los grupos humanos por encontrar su pasado, sea éste real o imaginado, valorándolo y tratándolo con especial respeto”.

Mira por donde he aquí que aparece una palabra que considero clave: respeto. No se, pero creo que en los tiempos actuales, y especialmente en lo que a esa memoria histórica se refiere, de respeto poco, pero de libre interpretación al gusto…, mucho.



Y mejor no profundizo en "pasados imaginados".

No queda aquí la cosa. Siguiendo con mi recarga de cultura general (si, esa misma que según algunos parece que no sirve para nada), me encuentro con otros conceptos vinculados a la memoria como: política de la memoria, política de la historia, memoria colectiva…

Ya empiezo a ver más clara la cosa.
Si añadimos algo de política a la memoria histórica, resulta que obtenemos lo que no es, pero muchos se empeñan en decir que es. A saber, el interés particular de usar la memoria histórica para una interpretación subjetiva y un fin cuanto menos dudoso.
Lo mismo ocurre si ese ingrediente de Política lo añadimos a nuestra historia: resultado: una tragicomedia en un corral de burros.

Por último, la memoria colectiva, definida por Maurice Halbwachs como “la memoria de acontecimientos no vividos directamente, sino transmitidos por otros medios (un registro intermedio entre la memoria viva y las esquematizaciones de la disciplina histórica)”. O sea, que cuando encima dentro de unos años nos lo cuenten, a saber qué es lo que nos cuentan (me viene a la cabeza el paradigma de los monos encerrados y los plátanos).

La historia sirve, entre otras muchas cosas, para saber quiénes somos, cómo hemos llegado a donde estamos, o qué cosas debiéramos hacer para no retroceder sino siempre evolucionar o progresar como cultura, como personas, como civilización. Pretender cambiar eso, en la forma que sea, no da buenos resultados.

Pero totorotas con poder….siempre los habrá.

Podemos eliminar nombres de calles, quitar restos de un sitio y ponerlos en otro, quitar estatuas de aquí y esconderlas allá (o destruirlas), pero posiblemente lo que consigamos es que al final haya generaciones que no tengan referencias de lo que ha ocurrido ni de cómo llegamos a dónde estamos.

Hay países que honran su pasado y saben que actualmente son lo que son precisamente por todo lo que han experimentado sus antecesores. Pero para tener ese reconocimiento no necesitan iniciar cruzadas absurdas de desenterramientos y derroche existencial.
Hay algún país que sigue empeñado en hacer folklore de su pasado, solo porque determinados nombres queden reflejados en la historia a golpe de insulsos decretos.

¿O será que en la política también hay Alzheimer? ...¡Ay Dios!



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