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lunes, 8 de junio de 2015

Sueños de Maniquí



























“Llamar la atención consiste en hacer que olvides el pensamiento que en ese momento tengas y los sustituyas inmediatamente por el impulso de mirar en detalle algo que se te ha puesto delante de los ojos”.




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¿Te has fijado? - le decía a su compañero -, todos han pasado por delante nuestro, nos han observado, incluso toqueteado, pero ninguno nos ha mirado a la cara ni nos han dicho algo. Y sin embargo, le han puesto nuestra misma ropa a un grupo de niñatas y todo el mundo ha aplaudido cuando las han visto pasar desfilando por delante. No es justo, no es justo.

Nuestra misión no es desfilar, sino solo mostrar, pero con estilo – fue la respuesta que obtuvo.

Ni eso, dependemos de que quien nos coloque la ropa lo haga con ganas y no nos deje torcidos, inclinados, o incluso todo lleno de alfileres por ponernos la primera prenda de que disponen y no buscar una de nuestra talla. Eso no es “glamour”, eso denigrante. ¡Tengo que hacer algo!.

El Desfile había terminado, el salón ya había cerrado sus puertas, y los vigilantes estaban procediendo a apagar su iluminación. 3, 2 1 y todo quedó a oscuras… Los maniquíes que habían presenciado el desfile y exhibido parte de las prendas, también. 

¡Tengo que hacer algo!, volvía a decir uno de ellos, y lo seguía repitiendo en la oscuridad…

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La imagen era caótica y rocambolesca. Tenía los ojos cerrados pero estaba viendo perfectamente un montículo de brazos, piernas, cabezas…, cuerpos, totalmente entremezclados y amontonados como si de desecho se tratara. 

De pronto se percató de que parte de esos cuerpos estaban inertes y rígidos. Pero ¿y esto qué es?, se decía una y otra vez, sin llegar a mover un músculo, y solo teniendo presente la misma imagen. Una luz de inconsciencia le hizo ver aquello con lo que estaba entremezclada: ¡son maniquíes!. 




De la misma forma se percató de que no todos eran maniquíes, podía distinguir los cuerpos de tres chicas entremezclados con los maniquíes y el suyo propio. Y ellas. ¿quiénes son? –, pensando en los otros cuerpos que la acompañaban- ¡pero si son mis compañeras del desfile de esta tarde! -.

En un esfuerzo más por entender qué estaba pasando, hace un imaginario abrir y cerrar de ojos, pero lo que se encuentra al querer retomar esa extraña visión ya no es lo mismo. 




Los maniquíes estaban erguidos a un costado, ella seguía “amontonada” con el resto de modelos. Todas vestían un extraño mono de color carne, totalmente aséptico, sin expresividad. De pronto se da cuenta de que, inesperadamente, sobre ellas aparecían tirados los vestidos que cada una había lucido por la tarde durante el desfile, como si formaran parte de un desecho común.



Como si de un extraño resorte se tratara, el montículo humano cobra vida y todas las componentes se incorporan ligeramente en su mismo sitio cual despertar del peor de tus sueños, sin entender qué pasaba. 



Al mirar alrededor se dan cuenta de la irrealidad que les envolvía. Atónitas comprueban como sus vestidos, esos que en la tarde anterior habían lucido magistralmente delante del público que las había alabado, vitoreado y aplaudido, saltan como atraídos por un imán hacia el grupo de maniquíes que tenían delante, haciéndolas volver a un lánguido estado de somnolencia como si les hubieran despojado de todas sus energías.





¿Qué se siente al ser despojadas de vuestras preciosas vestimentas? – oyeron. 

¡No daban crédito!, hasta que se percataron de que la voz provenía de uno de los maniquíes. Intentaban hablar pero, ¡no podían!. Por más que lo intentaran su voz no salía, quedaba frenada y cortada por algún extraño halo invisible.

Sin vuestros vestidos no sois nadie. Ya es hora de que nos reconozcan nuestro trabajo y nuestra valía – volvía a exclamar el mismo maniquí-. Somos nosotros los que realmente realzamos y promocionamos la moda, somos los que siempre estamos ahí, enseñando estas creaciones para que el público los vea. Ustedes no hacen nada que nosotros no podamos hacer, y lo vamos a demostrar. Estas últimas palabras cayeron amenazantes sobre las cuatro modelos que, todavía incrédulas, seguían viendo a las cuatro figuras inertes, enfrentadas a ellas.


¡A ver que se siente ahora si tienen que desfilar sin ropa!.- sentenciaron finalmente.

Las modelos se levantaron y, una a una, empezaron a caminar como si de un desfile virtual por una imaginaria pasarela se tratara. Empezaban haciendo movimientos algo rígidos, casi estáticos. Sus caras denotaban tensión, también cierta dosis de enfado, sin salir de esa hipotética e irreal cárcel.










Poco a poco fueron incorporando consciencia de lo que estaban haciendo, e instintivamente sus caras fueron relajándose. A fin de cuentas estaban haciendo algo que les gustaba sobremanera, algo con lo que disfrutaban, con lo que estaban acostumbradas a jugar: el pasear su propia forma de ser, y contagiar con sus movimientos y su evolución por esa irreal pasarela a todos aquellos ojos invisibles que las estuvieran contemplando.


Desfilaron por separado, juntas, y, llegado un momento, incluso se atrevieron a acercarse a cada uno de los maniquíes y jugar con ellos, plantándoles cara, desafiándolos en su propio desafío.













Los maniquíes seguían inertes, inmóviles, pero curiosamente se captaba un halo de desesperación en su aspecto mientras las modelos pasaban entre ellos y, aunque sin ropa llamativa, solo con su esencia, habían roto las barreras de la extraña cárcel que habían intentado formar a su alrededor.

Los maniquíes, reaccionaron, cambiaron su colocación y se dispusieron a desfilar, en esta ocasión ataviados con los vestidos que le habían arrebatado a las modelos.

Pero, curiosamente, era un desfile inmóvil. Interiormente querían moverse, querían sonreír, gesticular…, pero no podían. Querían que el público imaginario presente se fijara en ellos y, sin embargo, ese público imaginario no mantenía la vista sobre sus figuras aunque portaran bonitos y elegantes vestidos. Ese público imaginario seguía volviendo su mirada hacia ese grupo de modelos que, sin nada característico encima, les había cautivado, y aunque a veces estáticas, irradiaban algo especial.

¡Qué tienen ellas que no tenemos nosotros! - gritó uno de ellos. Pero nadie les oía.

¡A ver qué sabéis hacer ahora!, –fue lo que oyeron de fondo en tono desafiante, presionando sobre sus oídos como si las arrastrara a un vacío imprevisible.

Las cuatro modelos, dentro de su incredulidad, reaccionaron instintivamente como para tomar las riendas, pero, inmediatamente y sin saber cómo, se encontraron rodeadas por los 4 maniquíes. 




Era una sensación de estar presa de tus propias capacidades, en una cárcel que se antojaba extraña a la par que ridícula.





Se miraban, como si se protegieran unas a otras de esa cárcel inerte, y como si intentaran averiguar qué extraño acontecimiento les hubiera llevado hasta allí, y no sin abandonar su manto de incredulidad y desconfianza, decidieron hacer aquello que mejor sabían hacer: desfilar.















Completamente seguras de sí mismas, se dirigieron hacia los maniquíes y cuidadosamente les despojaron de sus vestidos para, inmediatamente ponérselos. Y con el mismo garbo y saber estar que siempre habían demostrado, volvieron a desfilar, con mucha más elegancia, con mucha más sintonía, con mucha más complicidad con ese público imaginario, invitándoles a contagiarse de lo que irradiaban a borbotones: su saber hacer, su saber estar, su propia personalidad.

Mientras ellas evolucionaban, los maniquíes fueron quedando relegados a meros puntos de referencia dentro de una coreografía perfectamente marcada y ejecutada por las modelos. Desfilaron individualmente, dos a dos y todas en conjunto, invadiendo el sueño de alegría, risas y, nuevamente, su personalidad.
























Los maniquíes terminaron por derrumbarse, y en su inexistente consciencia, aceptar que nunca podrían hacer aquello para lo que carecían de contenidos: la expresividad, los sentimientos, y todas esas cosas que conforman la personalidad y profesionalidad de quien, gustándole lo que hace, lo contagia.









Al finalizar, las modelos estaban pletóricas, alegres, delante de un montón de material inerte que, por alguna extraña razón, al comienzo de esta no-historia les habían ocasionado una sensación de impotencia, y que finamente se convirtió en solo un episodio de algún extraño sueño que a partir de ahora quedaría relegado en su memoria: Un sueño de maniquí.




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En ese momento, éste que les escribe, tomó conciencia nuevamente de dónde estaba: en el interior de un comercio de ropa, observando desde cierta distancia un par de maniquíes que, como no, de forma inerte y estática, portaban prendas también sin vida. No recuerdo cuánto tiempo había estado contemplándolo, seguramente algunos segundos, pero fue el suficiente para que eso que llamamos imaginación corriera incluso más rápido que la luz.

¡Qué puñetera y ambiciosa es la imaginación!. Está claro que es un vigilante continuamente en alerta, dispuesto a saltar y llamar tu atención sobre esto o aquello para animarte a construir o crear algo, para que veas donde no se ve, para llenar tus alforjas de proyectos, etc., siempre de forma positiva, al menos para mí.

Y qué divertida resulta cuando decides plasmar eso y darle vida. Siempre, por supuesto, con tu forma personal de ver las cosas.

Este relato y las imágenes que lo acompañan son mi particular interpretación, y estoy muy satisfecho con el resultado obtenido.

No se trata de un examen, no se trata de una apuesta, no se trata de una competición, no se trata de agradar a nadie, no se trata de recibir aplausos. Se trata de solo eso: dar forma a un planteamiento imaginario, un lapsus de ficción, y convertirlo en una historia contada en imágenes (si a alguien más le gusta, encantado).

De paso, quedarme con lo que esa imaginación al final quería contar. Y es que en lo poco que conozco del mundo del desfile y pasarela de moda tengo formada opinión de que hay dos tipos de modelos:

  • El modelo maniquí: Ese o esa modelo que podrá tener la piel más perfecta, el pelo mejor cuidado, con un maquillaje de lujo, con unas facciones bellas, que podrá ir ataviado con los más elegantes vestidos, con las más caras joyas y complementos…, pero que lo único que hará será pasear lo que lleva puesto. Expositores con piernas que lejos de promocionar lo que llevan, lo apagarán.
  • Y el modelo Modelo: Esa figura humana, que con su propia forma de ser, su naturalidad innata, su manera de “hablar” sin palabras sobre la pasarela, su capacidad para invitar a los asistentes a participar de lo que está haciendo…, convertirán cualquier desfile en un espectáculo, trasladando su propio glamour a las prendas y complementos que lleven, realzándolas para que destaquen y sean admiradas, además de a ellas mismas.
Estas últimas me apasionan. Destacan y se distinguen cuando las ves aparecer. Y si ves que fuera de la pasarela son igual de transparentes que sobre ella, estás ante un Gran Tesoro Vital. 

Esas figuras son mis “musas”.

No piensen en sueños de maniquíes. Piensen en sus propios sueños que son los que le darán riqueza de la buena.


Es justo ser agradecido a todos los que me han ayudado a construir las imágenes que, ya sea dentro o fuera del texto, de forma individual tienen significado propio y, conjuntamente, hilvanan la historia.

Gracias a Vimor, por aceptar colaborar en el proyecto con sus maniquíes.

Y muy especialmente:
  • Gracias a mis cuatro musas de la pasarela: Desire Quintana, Jocelyn Rodríguez, Estefanía Rodríguez y Sara Torres. 
  • Y gracias a mi hada de los pinceles: Marta Artiles. 
Gracias porque sin vosotras cinco no hubiera sido igual, de eso estoy convencido.

Me reitero en lo que les escribí al día siguiente de la sesión y que quiero volver a repetir ahora, porque a medida que las sigo conociendo, más me ratifico en su contenido:


"Buenos días a todas.

Espero que hayan descansado, y que comiencen un estupendo y feliz fin de semana 

No quiero que pase el día sin decirles lo que pienso.

Tengo la absoluta certeza y convencimiento de que no me equivoqué cuando pensé en ustedes 5 para el proyecto.Creo que ayer cada una demostró con creces eso que llamó mi atención cuando las conocí, y que al final no es otra cosa que sencillez + naturalidad = personalidad.

Y si a eso unimos la complicidad que respiran entre todas, ¡que mas puedo decir!.

A Marta, gracias por su infinita paciencia y buen hacer, por saber ver e interpretar de cada una de las demás el aura que cada una desprende y plasmarlo en los colores justos y apropiados.

A Stefy, Desy, Jocelyn y Sara, gracias por, simplemente, ser como son y contagiar su entorno de "vida". Porque siendo todas completamente distintas han sabido cultivar un fruto precioso y muy valioso, el entenderse y aceptarse tal como son, prevaleciendo por encima las personas, y respetando la singularidad de cada una. Eso es la esencia de las relaciones entre personas, y ustedes contagian. No dejen de hacerlo.

A todas, gracias por aceptar el participar, y por aguantar mis "desparrames" mentales.Gracias por aguantar el tipo hasta horas insanas, gracias por tener siempre una sonrisa en la cara, gracias por demostrar que no hace falta mucho para poder divertirse, solo ganas, y gracias infinitamente por haberse cruzado en mi camino.

Aunque suene pedante, las quiero a las 5 (espero que no se me enfaden sus respectivas parejas...).

Y ahora.... 696.Sin prisas, pero lo antes que pueda.

Un besote enorme y un abrazo espachurrador a todas".




JSR – Mayo/2015



6 comentarios:

  1. Curioso y hermoso relato y fotografías.

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  2. Original como pocos y precioso homenaje a las personas que modelan prendas y a ti, que modelas sueños :)
    Un abrazo, Juan.

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    1. Gracias Manolo.
      ¿Acaso la propia vida no es en sí un sueño?

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  3. Genial relato, una historia muy bien hilvanada con esas fotos tan llenas de fuerza.

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