AIRE FRESCO
¡Estoy abajo en el coche! ¡Baja!. – y
cuelgo el teléfono.
Instantes
después aparece Nico franqueando el portal de su vivienda, cruza la calle
mirando a ambos lados, abre la puerta del copiloto y se sienta, fresco como una
lechuga.
¡Hola
campeón! - me dice-. ¡Hola gamberro! –
le respondo. Y nos chocamos las manos entrelazando los pulgares. Pongo en
marcha el coche y avanzamos.
¿Y Jose? –
me pregunta - . Ahora lo recogemos, llegó tarde y le dije que lo recogía al
final. Ya me avisó que estaba listo.
Nico y
Jose son mis dos mejores amigos. A Jose lo conozco desde el instituto. Es un
tipo al que nadie le ha regalado nada, que ha tenido que sortear muchos
problemas casi sin ayuda, y que hoy por hoy es un flamante médico especialista
en traumatología, con un futuro muy prometedor. A Nico lo conozco desde que
comencé la carrera. Ambos estudiamos administración y dirección de empresas, y
después un Máster de comercio internacional y relaciones institucionales. Es un
tipo que lo ha tenido relativamente fácil y gracias a sus padres ha podido
vivir más que desahogadamente, pero no ha perdido su contacto con la tierra.
Nico se apunta a todas las fiestas, Jose depende de la que sea y en mi caso, no
soy de fiestas. Pero hay veces en que toca.
Es Sábado,
11:30 de la noche. Una noche del mes de Octubre, de las de post-verano. Tiempo
agradable, pero con nostalgia de vacaciones. ¿Vacaciones?, ¿qué es eso?, me
digo a veces. Hace tiempo que no sé que es estar verdaderamente de vacaciones. A propuesta de Nico, y no podía ser de otra
manera, vamos a salir a “coger aire” y a tomar algo en la terraza TAO. Una
especie de despedida hasta al menos dentro de 2 meses (con suerte) o 3.
¡Que! ¿Ya
tienes listo todo? – me pregunta Nico.
Si. El
lunes voy a recoger una carta de representación en el consulado, y ya todo
listo para el Jueves – le digo.
Después de
unos 15 minutos de viaje, y tras sortear un par de calles, me paro al final de
una donde está esperando Jose. Se sube por el lado derecho.
Hola Jose
– le digo.
Hola Chapi
– le dice Nico. Le llama cariñosamente así, y Jose lo acepta, desde que un día
le explicó una operación en la que había colocado dos placas de Titanio en una
factura doble en una pierna, fijándolas con tornillos. Nico le dijo que si era
médico o chapista.
¡Buenaaaasssss!
¡Que tal! – dice Jose. Siempre tiene una sonrisa en la cara. Se sienta y le da
un suave coscorrón a Nico por detrás.
Durante el
trayecto desde Telde hacia Las Palmas hablamos de varias cosas, trascendentes e
intrascendentes, pero alegres, como si quisiéramos olvidar cualquier otra cosa.
La terraza
TAO esta en el centro de Las Palmas, al lado del muelle deportivo, del Hotel
Santa Catalina (uno de los más emblemáticos de la ciudad), y del club de
natación Metropol, un punto de referencia en Las Palmas. Tiene dos espacios
diferenciados, uno para celebraciones, y otro como un espacio Garden-Chillout,
bastante agradable, con zonas al aire libre. Aparco el coche en el Parking que
está enfrente del Metropol y vamos caminando tranquilamente hacia TAO.
Llegamos.
Hay bastante gente en la zona de delante de la entrada, lugar de encuentro de
las distintas quedadas antes de entrar. Nosotros entramos directamente. Damos
una vuelta por los distintos pasillos y ambientes de la terraza. Jose dice que
parecemos buitres de caza, a lo que Nico ríe haciéndole una mueca y mostrando
el gesto de “me gusta” con su puño y pulgar en alto. Nos acercamos a una barra
a la izquierda de la entrada. Justo en el pasillo al otro lado de la barra hay
un panel con el nombre de la terraza a modo de Photocall improvisado, donde
algunos pasan, posan y se hacen fotos entre ellos.
Pedimos. Dos
cubatas y una cerveza sin alcohol. Siempre me regañan por lo mismo. Nico dice
que soy un soso, y Jose que un poco de alcohol es depurativo (el siempre
empieza con un cubata, y después se pasa también a la cerveza sin alcohol o
combinados de frutas).
Seguimos
hablando. Nico está en su salsa, no pierde ojo especialmente de los grupos de
chicas que van entrando, y siempre con una sonrisa pillina en la cara. ¡Y le
funciona!. Unas cuantas de las chicas que han pasado por su lado le han
devuelto la mirada con una sonrisa para nada cortante. Jose es más comedido.
Seguimos
hablando. Ha pasado ya casi media hora. Nico hace rato que ya ha empezado a
hacer “aproximación” a dos chicas que están sentadas un poco más allá de donde
estamos nosotros. Idas y venidas entre risas y cada vez acercándose más. Me
asombra la capacidad de relacionarse que tiene, es casi un don. Jose y yo
mantenemos la continuidad de nuestra conversación y a ratos hacemos caso a los
comentarios de Nico.
He
terminado la cerveza, pero tengo sed. Voy a acercarme a la barra a por un
refresco.
¿Te pido
algo Jose? – le digo.
Te
acompaño – me dice. Miramos para Nico y le hacemos seña a nuestros vasos, y nos
devuelve un gesto de negación. Nos dirigimos unos pasos más adelante hacia la
barra más próxima. Pedimos dos refrescos de naranja, y mientras nos lo ponen me
quedo mirando para el supuesto Photocall. Hay una chica haciendo una foto a
otra con su móvil. Se intercambian de posición y cuando me fijo en la que ahora
va a posar, mis ojos son arrastrados de una forma casi abismal hasta los suyos,
que están mirando a su amiga para la foto. Dos preciosos ojos, grandes y
ladrones, han secuestrado toda mi atención. No distingo su color, pero son
claros. No soy consciente del tiempo que ha pasado, ni tampoco de si se han
hecho la foto. Estoy totalmente abstraído y diría que paralizado.
¡¡ehh!! –
noto dos leves empujones, miro a Jose, que está diciéndome algo, pero sin
prestar atención, nuevamente vuelvo a girar los ojos hasta donde están esas
chicas.
Un ligero
zarandeo en el hombro. – ¡Tierra llamando a Pablo, tierra llamando a Pablo!,
¿hay alguien por ahí? – grita.
¿Eh? – le
digo como quien se despierta una mañana después de haber dormido solo un par de
horas.
¿Te ha
dado fuerte ¡eh!? – y con una sonrisa ancha en su boca me da un apretón con su
mano apoyada en mi hombro.
Sonrío
también a la vez que le digo – Directo a la línea de flotación. ¡que ojos más
preciosos Dios mío! – y vuelvo a mirar para ellas, que ahora están hablando
entre sí y mirando sus móviles.
¿Las
invitamos? – me dice Jose.
¡No, no! –
le digo apresuradamente, y un escalofrío me deja sudando nada más de pensarlo.
Jose deja
su vaso en la barra, y aunque intento agarrarlo por el brazo, se suelta y se
dirige recomponiéndose hacia ellas. ¡Tierra trágame! , es lo primero que me
viene a la cabeza. ¡Ojalá le den calabazas!
Se acerca
a ellas, les dice algo, tras un momento intercambian besos de saludo y parece
que entablan conversación. Jose está de espaldas a mí, por lo que no distingo
su cara. ¡Y me está tapando a la chica de los ojos ladrones! Hay risas…,
hablan…, hablan…, hablan…, gestos…, ¡oh!, ¡oh!, se giran y vienen hacia aquí. Quiero
esconderme, pero a la vez, a medida que se aproximan, la atracción de esos ojos
impide que los míos se aparten. Ahora que están más cerca me doy cuenta de que
las dos son muy guapas. Ambas visten traje corto de una sola pieza, ceñido al
cuerpo, pero lo justo, mi ladrona en color beige con trazos blancos y su amiga
en gris marengo, ambas con zapatos de tazón altos a juego con sus trajes, y un
pequeño bolso en la mano. ¡Dios mío!, ¡para colmo tiene una sonrisa encantadora!
El sudor
frío se acelera. Cuando ya casi están a mi altura, me levanto del taburete de
la barra en el que me había apoyado y me dispongo a saludarlas.
Este es mi
amigo Pablo. – dice Jose – y como ven, no las he engañado. Tiene mala cara. –
Pablo, te presento a Isa - ¡se llama Isa! – y Carol.
Hola, yo
soy Pablo – digo en un casi imperceptible tono – me inclino a saludar a Isa con
un beso en la mejilla y hago lo propio con Carol y casi tropiezo con mi propio
taburete. Inmediatamente Jose se me acerca, me agarra el brazo y empieza…
¡Tranquilo,
tranquilo!, no te esfuerces, necesitas reposo y cuidados – y sonríe.
Lo miro
entre risas, pero un “¡Cabrón!” ha volado invisiblemente de mis labios a sus
oídos, y le ha llegado perfectamente, porque hace una mueca, y sonríe.
¡Pues es
verdad! – dice Isa riendo. Y con esa misma sonrisa, siguiéndole el juego a Jose
prosigue – Nos dice tu amigo que te estabas poniendo mal y que como médico tuyo
nos necesitaba para hacer que mejoraras ¿podemos ayudarte de alguna forma?
No lo
mires – dice Jose - tiene tus ojos clavados y no puede quitárselos de encima a
riesgo de una gran hemorragia – Las risas de los tres aumentan, y mi
desasosiego también.
Ahora
mismo lo que necesito es poder ¡“ESTRANGULAR A ESTE GAMBERRO”! – digo simulando
enfado y agarrando a Jose por el cuello.
¡Eh!, que
soy tu médico… - responde Jose. Lo suelto.- Como médico tuyo – prosigue – puedo
asegurar que padeces sobretensión cupídica, – hace una pausa, sonríen – y no
tiene cura. Solo podemos aplicar remedios paliativos para suavizar su comienzo…
- hace otra pausa, en la que todos ríen nuevamente – y el primer tratamiento
que te receto es una aplicación de terapia de conocimiento conjunta, es decir,
que nos sentemos un rato y hablemos de cosas divertidas. – y hace un gesto
hacia un grupo de sillones al otro lado de la barra, justo por donde anda Nico.
Anda, pues
sí que es buen médico – dice Carol. Isa no ha dejado de sonreír, lo que
acrecienta más todavía su belleza y lo hermoso de sus ojos.
Bueno pues
todo sea por el paciente – dice finalmente Isa, y me mira. Es el momento en que
vuelvo a quedarme congelado, eso sí, ahora con una sonrisa en la cara.
Jose hace
un gesto para que ellas pasen primero, y las seguimos nosotros. Le doy un
puñetazo en su hombro. Isa lo ve y vuelve a reír. – ¡encima que se preocupa por
ti! - y Jose apostilla – ¡eso, eso!-.
Nos
acercamos hacia donde está Nico, antes de sentarnos hacemos las presentaciones, y él a su vez presenta a las dos chicas con
las que estaba hablando. Juntamos un poco más los sillones y terminamos
haciendo un casi círculo grande: Nico y las dos chicas (Paula y Marta), Jose,
Carol, Isa y yo.
Hablamos,
hablamos…, chistes, bromas, comentarios,…, seguimos hablando de forma
distendida y alegre. La velada va transcurriendo y cada vez estoy más a gusto.
He conseguido poco a poco vencer el miedo a mirar a Isa a los ojos. Pero cada
vez que lo hago me quedo absorto. Creo que se ha dado cuenta.
Isa es
encantadora, buena conversadora, siempre alegre, y esos ojos….
Carol pide
disculpas para ir a los servicios e Isa se ofrece a acompañarla. Paula y Marta
también se unen. Nos levantamos galantemente para dejarles hueco. – ¡No se
vayan, eh! – les digo. – ¡No, no, que el empeoramiento de este hombre caerá
sobre vuestras consciencias! – remata Jose, y todos reímos. Isa me mira sin
abandonar esa sonrisa alegre como si quisiera saber si he encajado la broma, y
se dirigen hacia los servicios.
¡Chacho
Pablo! ¡me has sorprendido!, - Nico me zarandea y Jose ríe a carcajadas. –
¡esto hay que celebrarlo de alguna forma!
¡Te mato,
desgraciado! – le digo a Jose - ¿pero yo que he hecho? – me increpa Jose - Solo
he sido fiel a mi juramento…, sanar a los enfermos… y vaya que si estabas
tocado – Nico pide aclaración, y Jose se la da con todo tipo de señales. El muy
sinvergüenza les enseñó su acreditación de médico para entablar conversación
con Isa y Carol y de ahí arrancó su estrategia de que nos acompañaran.
Nico ríe a
carcajadas – me alegro por ti, Pablo. Es la primera vez que salimos y que te
veo animado por no decir ilusionado.
¿Y tú que?
– me dirijo a Nico. – Llevas toda la noche enfrascado con Paula y Marta. Ni has
ido a merodear por la terraza como en otras ocasiones.
¡Es que
Paulita…! - dice sonriéndose – Es la segunda vez que me encuentro con ella.
Coincidimos la semana pasada. De hecho, le había dicho de quedar aquí otra vez.
– a lo que Jose replica – ¡Ajajá!, ¡ahora entiendo el por qué teníamos que
venir aquí y no a otro sitio!, ¡ya tenias algo en mente! – y Nico hace un gesto
de encogerse de hombros.
Las chicas
llegan con un revoloteo de risas. – Oye, ¿y si nos vamos para allá, por donde está la música y
nos movemos algo? – Sin mediar palabra, todos nos levantamos y nos dirigimos
hacia una zona de la terraza más amplia donde la gente simplemente permanece de
pié con sus copas en la mano e intentan seguir cualquier movimiento acompasado
que la música les inspire.
La música
es agradable, nada de “pumba-pumba”, actual, variada. Empezamos a movernos intentando acompasar el ritmo y a ratos
siguiendo los gestos y movimientos “graciosos” que alguno del grupo propone. Se
trata de divertirse. Isa está a mi lado, moviéndose alegremente y compinchada
con Nico y Carol en hacer gestos y movimientos un tanto extraños, pero siempre
divertidos. De vez en cuando le sigo la corriente, participo en alguna de sus
ocurrencias o hago alguna variante, pero he de reconocer que no paro de mirarla
y eso casi me abstrae de lo que ocurre alrededor. Y me está costando caro:
algunos especialmente no paran de hacer alguna mueca al respecto.
Por
momentos, incluso hay algún extraño que se ha unido al grupo, pero muy
diligente y cortésmente ha sido “excluido”, simplemente cerrando filas sobre
nosotros mismos. Ha sido curioso y a la par simpático. En ocasiones nos
reagrupamos, dejamos de movernos e iniciamos alguna conversación a raíz de
algún comentario, y así hasta que alguno vuelve a hacer un gesto o inicia otro
tipo de extraña coreografía estática.
Así llevamos
bastante tiempo. Un tiempo delicioso que no soy capaz de medir o cuantificar.
En ese
momento Jose se acerca moviéndose al son de la música, me agarra de la mano, y
hace un gesto a todos de que les siga. Se dirige hacia el panel de Photocall
que hay en el espacio central de la terraza y empieza, como si fuera un maestro
de ceremonias, a colocarnos a todos como de un anuncio publicitario se tratara.
Va haciendo recolocaciones con los rezagados y poniendo orden de una forma un
tanto desordenada, pero al final lo consigue.
Hace una
seña a un camarero y le pide muy educadamente que si nos puede hacer una foto.
El camarero suelta su bandeja en la barra y se acerca diligentemente. Jose le
da su móvil y le indica los que tienen que salir, como si desconfiara de que
enfocara a otro lado.
Después de
algunas bromas más y comentarios burlones para mantener la sonrisa, un pequeño
“click” suena, y el camarero hace el gesto de entregar el móvil a Jose. Este lo
mira y le da las gracias elogiando sus dotes de fotógrafo. Nos la enseña de
lejos, y dice – el que la quiera ya puede empezar a pasarme su número de móvil
-.
¡eh! ¡Que
el mío ya lo tienes! – decimos casi al unísono Nico y yo. –
Vale –
responde Jose -, no iba por ustedes.
Un bip
suena en mi móvil, lo miro y veo que es un mensaje de Jose con foto recién
hecha y un texto que dice: “dsla tu prngao”. Malamente entiendo lo que dice,
por lo que arqueo las cejas y lo miro indicándole mi móvil, a lo que él me hace
una seña en dirección a Isa. ¡ah vale, ahora veo! Este capullo tiene recursos
para todo.
Abro la
imagen a pantalla completa y se la enseño a Isa que está a mi lado. Está guapa
– dice totalmente alegre y risueña.
¿Te la
paso? – le pregunto.
¡Vale! –
me responde.
¿Me das tu
teléfono? – y me dispongo a enviarle un mensaje.
No puedo,
lo necesito – me dice.
Hago un
gesto de “tocado y hundido” mientras con cara de abatido digo – no sé cómo me
las apaño. Mira que es viejo el comentario, y me lo has colado. ¡Qué mala!
- Ella ríe como una diablilla que se ha
salido con la suya.
Bueno, a
ver…, ¿me puedes indicar cuál es el número de tu teléfono móvil para poder
pasarte la imagen? – lo digo despacio, como si me estuviera examinando.
Si – es su
respuesta. Y se queda impasible.
Espero, pero
veo que no hace gesto alguno como de decirme el número de su teléfono. Me
rio.., se ríe…, - es que solo me has
preguntado si te lo podía “indicar”, y ¡yo te he respondido, eh! – sonríe
pícaramente.
Vale, 2 a
cero. Tú ganas. – le digo, y poniendo cara de vencido le digo – por favor, dime
cuál es tu número de teléfono móvil. Te lo agradeceré eternamente y evitaremos
un conflicto internacional.
Extiende
su mano, me coge mi teléfono, teclea varios números y me lo devuelve diciendo –
aquí lo tienes, ¿ves que era fácil?, y hace un guiño de victoria.
Hundido en
la miseria…, vamos, que me has dejado para los restos…, - y mientras digo esas
palabras, rápidamente grabo el número y envío la imagen.
Mientras
tanto, los demás ya se habían percatado del jueguecito y estallan en risas.
Jose me pone una mano compasiva en el hombro. Los demás hacen chistes a mi
costa.
Por favor,
confírmame que lo he escrito bien, - me dirijo a Isa y le pongo el móvil
delante de su cara pero se da cuenta tarde de que lo había puesto en modo
cámara, justo el tiempo necesario para poder accionar el disparador, y ¡chas!
le hago una foto.
¡Eh!,
¡tramposo!..., no vale. – dice fingiendo enfado.
Bueno, te
dejaré que me hagas una si quieres – le respondo como con ganas de revancha, y
recibo un empujón en el hombro. Me quedo mirándola momentáneamente con aire
divertido, y termino diciendo - Vale, en señal de paz, ¿te haces una foto
conmigo?..., por favor….
¡Vale!,
¡pero no te acostumbres! – me dice.
¡A sus
órdenes! – y rio.
Me acerco
a ella, nos juntamos y nos hacemos una foto con mi móvil, y después otra, ambas
poniendo caras divertidas. Al final le digo a Jose, - Jose, por favor, haznos
una foto con mi móvil - Jose se acerca,
lo coge y nos encuadra, mientras nosotros nos colocamos, sonrientes pero sin
hacer muecas. Jose hace la foto y me devuelve el móvil. Lo miramos - ¡ha
quedado bien, eh! – es nuestro comentario común.
Pásamela
por favor – me dice Isa.
Me lo
pensaré – le respondo sonriente, con ademán de indiferencia, pero
inmediatamente le hago un guiño, y se la envío.
Bueno,
bueno, ya está bien de historietas y jueguecitos. – Nico hace ademán de que le
presten atención y prosigue - ¿Qué les parece si nos acercamos al muelle
deportivo a dar una vuelta y si acaso tomar algo allí?
Por mí no
hay problema – dice Jose y mira a las chicas. Ellas se miran entre sí, miran el
reloj y hacen un gesto de asentimiento entre ellas mientras una tras otra dicen
– de acuerdo, vale… - todos parecen de acuerdo.
Y el
anfitrión que dice – Nico se dirige a mí.
Pues nada,
que si hay que ir, se va…, sin problema – no lo digo resignado, pero casi como
que la decisión está tomada y no voy yo a aguar la fiesta.
¿Y lo de
anfitrión por qué? - Pregunta Isa a Nico a la vez que me mira - ¿se celebra
algo?
Que te lo
diga el muchacho, pero mientras caminamos – le sentencia Nico - , ¡Venga,
vamos!, -y como si fuera el rango más alto del escuadrón, marca el desfile
hacia la salida.
Caminamos
entre la gente hasta alcanzar la puerta de salida, bajamos unos pocos escalones
y ya en la explanada de enfrente, nos reagrupamos y empezamos a caminar hacia
el muelle deportivo. Por delante van Nico y Jose entremezclados entre Paula,
Marta y Carol. Isa se ha quedado un poco más atrás, y va a mi lado.
Cuéntame,
¿qué celebras? – me dice intrigada, pero sin que una sonrisa picarona y hermosa
abandone su preciosa cara.
Cosas de
estos dos – le digo – que aprovechan cualquier excusa para celebrar algo o
hacer una salida.
¿y cuál es
ese “algo”? - Sus dos ojos, inmensos y
totalmente expresivos están preguntándomelo, y ante tal inquisición no puedo
negarme.
Pues que
el próximo Jueves me voy por un par de meses fuera, y se supone que han
“inventado” una salida de despedida.
Ahhh!..., Y,
¿a dónde te vas tanto tiempo? – parece intrigada.
A La Haya,
y después, si todo sale bien, que espero que sí, Mauritania o Senegal, depende
de lo que consigamos – lo digo con cierto aire de descontento.
¿Y qué vas
a hacer allí?, si me lo quieres decir – lo pregunta como con cierto temor -. Es
que parece un viaje raro…, primero vas a lo más arriba de Europa, y después
casi a lo más bajo de África… - y me mira algo cautelosa, como si hubiera
preguntado algo contraproducente.
Eso mismo
dije yo cuando me lo propusieron, pero he de reconocer que no encontramos otra
forma. - Hago una pausa.- Trabajo en un proyecto de Unicef, bajo tutela de la
ONU, para instalar y poner en marcha una infraestructura de logística para África.
Primero tendremos que cerrar los contactos, compromisos, acuerdos de
instituciones y gobiernos, etc., y se hará en La Haya, aprovechando que es una
ciudad con representación de todos los países con compromisos adquiridos. Y si
todo va bien, después nos iremos a Senegal o Mauritania, el que al final salga
elegido, para iniciar el montaje de toda la infraestructura que Unicef necesita
para atender la logística de todos sus programas de intervención en África.
¡Uaooo! –
exclama.- pues sí que es interesante- Y
¿a qué demonios te dedicas para que tengas que hacer todo eso? Como fue,
¿apareció una oferta de trabajo y te presentaste?- dice irónicamente. Los dos
sonreímos. Creo que lo ha hecho a posta para quitar algún aurea de
incertidumbre que me haya podido notar.
Pues más o
menos. Llevo trabajando con ellos desde que estuve en Holanda con una beca de
fin de carrera. Allí conocí esta parte de los proyectos que aborda Unicef y me
propusieron que formara parte de su equipo, aunque fuera para proyectos
determinados. Participé en dos proyectos mientras terminaba la beca y después
siempre he seguido vinculado a ellos. El problema es que las necesidades son
muchas y los proyectos terminan encadenándose uno detrás de otro, a veces
incluso de solapan, y llevo ya mucho tiempo sin parar. Y si encima le añades
mis obligaciones y mis compromisos aquí, que no puedo abandonar, te harás una
idea de cómo anda mi tiempo.
Suena
estresante – me dice con cierto aire entre extrañeza y preocupación – Pero
tendrás días de descanso, o vacaciones ¿no?
En cuatro
años no he tomado vacaciones como tal. Tengo días libres, como hoy, mañana y
algunos más, como todo el mundo, pero a veces echas de menos tener un par de
días seguidos para recargar pilas en condiciones o simplemente, hacer otras
cosas. Pero bueno, ¡alguna vez llegará! – lo digo como implorando al cielo, lo
cual hace que se le escape una risita.
Hemos
llegado al muelle deportivo, y nos disponemos a cruzar la carretera interior
para dirigirnos hacia el pequeño centro comercial en el que se ubican algunas
terrazas y zonas de ocio. Nico sigue al frente, y a una orden suya cruzamos y
ya estamos en la entrada. Subimos por una escalinata curva y llegamos a la
planta superior, a una zona con un ambiente algo parecido al área chillout de
la terraza TAO, aunque con una decoración y colores completamente distintos.
Franqueamos a dos gorilas que hay apostados en el espacio que forma la
imaginaria puerta a esta zona, que nos dejan pasar sin problema. Hay un grupo
tocando música de todos los tiempos, no me he preocupado de ver quiénes son,
voy detrás de Isa cerrando todo el grupo, cuyo capitán, de nombre Nico, otea
todo el ambiente buscando hueco, y lo encuentra, justo del lado de los pantalanes.
Nos apostamos junto a unas mesas altas en las que reservamos taburetes para las
chicas y nosotros nos colocamos junto a ellas de pie.
Una vez
estamos todos más o menos colocados, Nico, sin preguntar si quiera, dice - ¡voy
a por bebidas! – y sin esperar respuesta se pierde entre los pasillos de gente
hacia una barra situada al otro costado.
¿Pero si
no le hemos dicho nada? – dice Paula.
Tranquila
Paula. Algo tiene en la cabeza – dice Jose.
Transcurrido
un tiempo aparece de nuevo, igual que como se fue. - ¿y las bebidas? – le
pregunta Paula.
Están en
proceso, ya vienen – y me mira riéndose.
¡A ver qué
has hecho! – le digo con cierto tono de reprimenda – que te tengo miedo.
¡Pero si
soy un niño bueníiiisssimo! ¡Qué desconfiado eres Pablo! No he hecho nada, he
ido a por bebidas, y ahora las traen, nada más – Jose hecha un bufido y se ríe.
Al momento
aparece un camarero portando una botella de champan y siete copas. Las deja
sobre una de las mesas altas que ocupamos y se retira, a la vez que surgen
comentarios al respecto de la ocurrencia de Nico.
¡Que!, ¿no
es una bebida? Pues entonces ¿a qué viene tanto escándalo y desconfianza, gente
de poca fe? – Apostilla Nico, mostrándose victorioso y satisfecho, y más cuando
los presentes le lanzan vítores de ¡bien!, ¡bien!
Diligentemente
toma la botella, quita con maestría el envoltorio que cubre el tapón,
afloja la sujeción del mismo y con dos
toques hace que éste salga, pero sin dispararlo, e inmediatamente empieza a
servir copas. Cuando termina toma la suya, me encara y dice: Un brindis por el
amigo Pablo. Para que vuelva a tener éxito en su proyecto y para que los dos
meses que vienen pasen muy deprisa para tenerlo de nuevo entre nosotros – y
hace un gesto de alzarla a la vez que la aproxima para chocarla con la mía.
Suenan exclamaciones de ¡bravo!, ¡bravo!, ¡por pablo!, y terminamos todos
brindando y chocando las copas.
Bueno
Pablo, unas palabritas por favor – Jose lanza la petición muy socarronamente,
lo que provoca un continuo “siii, siii, ¡que hable!, ¡que hable!” de lo demás.
Y qué
quieren que les diga. Pues que el Jueves me voy a Holanda por motivos de
trabajo y que si Dios quiere espero estar de vuelta en dos meses. Que no me voy
a ninguna guerra y que estaré localizable – y mirando a Jose y a Nico recalco -
¡y los tendré localizados a ustedes, gamberros! – suenan aplausos - ¡ah! y
gracias por esta velada, he de confesar que lo estoy pasando muy bien.
Viniendo
de ti es todo un cumplido. Eso o estás malo. Jose échale un vistazo por favor –
dice Nico.
Ya tiene
diagnóstico: sobretensión cupídica – sentencia Jose. Nico suelta una gran
carcajada, los demás ríen. Yo hago un gesto sonriente de desaprobación. Miro a
Isa. Ella también ríe, y sus ojos vuelven a secuestrarme.
¿Lo ves?,
¿lo ves? –le dice Jose a Nico. - Es que soy buenísimo-. Todos ríen a mi costa.
Pues, ¡un
brindis por la sobretensión cupídica! – exclama Nico, y todos le secundan.
La
conversación entre todos sigue de una forma muy agradable durante los
siguientes minutos. Nico enfrascado en agradar a Paula. Marta impecable en su
papel de acompañante, Jose entablando conversación con Carol y Marta. Isa y yo,
formando parte de todas las conversaciones.
De pronto,
Isa me dice - ¿en qué trabajas aquí, cuando no estás fuera?
Pues me
dedico a asesorar a instituciones sobre posibles acuerdos, iniciativas,
proyectos sociales y económicos. Tengo una empresa de asesoramiento, y a través
de ella lo que yo llamo un “Nido de inversión”, es decir, una empresa para
invertir en negocios que puedan ser provechosos y que sus beneficios puedan
revertir en la sociedad. Y por si fuera poco, tengo con estos dos chiflados un
negocio común, bueno, en realidad no es un negocio sino un centro de ayuda
social que financiamos entre los tres, ¡vamos para no aburrirnos!
¿Ayuda
social? ¿Qué clase de ayuda y qué hacen? – su pregunta suena como si estuviera
muy interesada y ávida de saber más.
Pues ayuda
a familias y personas en aquellos asuntos que ellos se vean desbordados, y
siempre de alguna forma u otra buscando el bienestar de los más pequeños. Desde
facilitarles una consulta médica para que puedan ser atendidos si no tienen
acceso a la sanidad pública, hasta orientarles en búsqueda de trabajo posible,
educación, salubridad y nutrición, e incluso, en algunos casos darles ayuda
económica bajo una fórmula de préstamo comprometido, en el que a veces no lo
tienen que devolver en dinero si no pueden, sino en compromisos con alguna
tarea del centro con las familias que atendemos.
¿Y tienes
tiempo para todo? – es su sorprendida pregunta.
Vamos
mejorando poco a poco. Hay voluntarios que nos ayudan porque saben que no nos
quedamos ni con un euro de lo que sacamos y que lo que sacamos está más que
bien reinvertido. Pero es cierto que nos ha costado, y nos sigue costando,
bastante dedicación. El tiempo lo vamos buscando, o lo liberamos.
¿y cómo es
que te metiste en esos follones? – pregunta como si no llegara a entenderlo.
Mira, aunque no lo parezca, los tres nos
parecemos bastante. Nico hizo conmigo la carrera y estuvimos juntos en algunos
proyectos. El se ha volcado en financiación internacional a través de los
distintos gobiernos y la Unión Europea. Jose y yo somos amigos desde el
instituto. Hemos crecido juntos y se convirtió en un excelente traumatólogo,
también comprometido. Ahí donde lo ves, cada cierto tiempo se escapa con un
colega suyo, también médico, durante un par de meses a algunas colonias en el
extranjero, África o Sudamérica, donde sabe que hay niños que quedarían
lisiados sin una intervención. Y como dice él, “a mí no me cuesta nada, y
recibo más de lo que les doy”. Los tres en una ocasión llegamos al sano
razonamiento de que estaba bien salir fuera a ayudar a quien nos necesitara,
pero que no deberíamos dejar de mirar para nuestro propio entorno, nuestra
propia realidad inmediata. Y así fue cómo surgió la idea del centro. Empezamos
con un pequeño salón con 3 habitáculos: una pequeña recepción, una sala de
observación y curas y una sala polivalente para el resto de cosas. Hace poco
nos hemos mudado en la misma calle a otro local más grande. Afortunadamente,
como te dije, hay personas que colaboran con nosotros y nos ayudan a que esto
marche. Eso no se paga con dinero.
¡Uao! –
Exclama-. Pues sí que hay tela ¡eh!
Si que la
hay – le respondo. Y le hago un gesto de brindar, al que responde rápidamente.
Sus ojos los tiene clavados en mí, y eso me descontrola haciendo que me quede
mirándola como si estuviera perdido, sin terminar de acercar la copa.
¿Qué te
pasa? – dice extrañada al ver mi reacción.
La miro,
todavía sin acercar la copa. Y bajando la voz le digo – tienes unos ojos
preciosos que me están desarmando por completo.
Vale, no
te miro – me dice.
¡No, no! –
respondo rápidamente - ¡me gusta que me desarmen! – y sin dejar de mirarla,
chocamos las copas y bebemos.
Es curioso,
estamos en un sitio lleno de gente, todos ellos hablando, con un nivel de ruido
ambiente bastante alto, y, sin embargo, me parece como si estuviéramos solos.
¿Qué dices
Pablo? - y un golpe en el hombro de Jose me saca de mi nube perfecta.
¡Eh!, ¿de
qué? – pregunto desconcertado.
Aquí la
peña que está proponiendo que para cuando vuelvas tenemos que hacer otro encuentro
como este – dice finalmente.
Ah, pues
muy bien, sin problema – y miro instintivamente a Isa, como si de su opinión
dependiera el resultado final.
¡Yo me
apunto! – dice Isa, y algo descansa en mi interior.
Juan, tuve el honor de que me regalases esta y otra novela, ambas con dedicatoria personal, en Mayo del año pasado.
ResponderEliminarY debo decir que con ambas he disfrutado de muchas “sensaciones”, pero sobre todo, de tu gran capacidad para comunicar y tu valía como ser humano. Gracias, muchas gracias.
Un abrazo.
Me encanta manolo.. gracias por compartirlo!! Y gracias a Juan por publicarlo... Aquí estaremos esperando el segundo capítulo.
EliminarGracias Manolo. Un abrazo enorme.
EliminarGracias Aisha por pasar y leerlo.
EliminarMe ha encantado tu primer capítulo, Juan
ResponderEliminarYa sabía que escribías bien, y este primer capítulo lo demuestra. ;)
ResponderEliminarMuchas gracias Carlos.
ResponderEliminar