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domingo, 12 de julio de 2015

SENSACIONES - Capítulo V: Realidad



REALIDAD


Todavía estoy digiriendo el encuentro. Tengo a Isa delante de mí cogiéndole las manos y absorto en su mirada.

  • ¿Cómo es que estás aquí?
  • Pues los chicos me dijeron que se venían y me animaron.
  • Pero si hablamos ayer y no me dijiste nada.
  • Ese era el plan.
  • Entonces, cuando hablamos ¿dónde estabas?
  • ¿Ayer? en Madrid. Volamos aquí hoy por la mañana temprano.
  • ¡No me dijiste nada!
  • Era una sorpresa, pero si quieres me voy.
  • ¡De eso nada!. – la vuelvo a abrazar como temiendo que fuera a escaparse.
  • Tranquilo, no me voy a ir, al menos hoy.
  • ¿hasta cuándo estarás?
  • Nos iremos el Domingo por la tarde.
  • Bien, bien…, -  me quedo mirándola - Ay Isa, Isa…, estás preciosa.
  • Gracias. – nos quedamos mirándonos mientras le acaricio su cara y ella acerca la suya sobre mi pecho.
  • Por casualidad, Paula y Carol ¿también vinieron?
  • Si. Están abajo.
  • No las vi cuando llegué.
  • Estarían escondidas para que no las vieras y sospecharas nada.
  • ¡Manada de gamberros! Esto se avisa.
  • Ja, Ja…, no, no, no…
  • O sea, que llevan tramando esto bastante tiempo.
  • La idea fue de Jose. Nico se encargó de todo y dos días después aquí estamos.
  • Tengo que darles las gracias. Una sorpresa como esta no tiene precio. –me quedo mirándola y finalmente un beso nos atrae nuevamente terminando con otro fuerte abrazo. Al separarnos me dice…
  • ¿Bajamos? Creo que si no lo hacemos van a subir y la armarán.
  • Si, si…, no voy a darles motivos para que lo hagan.

Al salir del ascensor y entrar al vestíbulo un comité de bienvenida formado por los “otros” cuatro implicados gritan y vitorean consignas de recibimiento. Carol se acerca y me abraza, lo mismo que hace Paula. Después me dirijo hacia donde están Jose y Nico y los abrazo a los dos juntos mientras les susurro un ¡gracias chiquillos!, y los apreto fuertemente hacia mí.

Después de un buen rato, ya todos recompuestos y tranquilizados del encuentro, decidimos salir a caminar un rato y buscar un sitio para cenar juntos.

Ya está oscuro y hace frío. La tarde ha estado lluviosa y el ambiente está bastante húmedo. Caminamos despacio por la ribera del Támesis pasando por delante de la Torre de Londres, bordeando el exterior de su muralla que, aunque ligeramente iluminada, impone bastante, hasta llegar a la altura del Puente de Londres, totalmente iluminado en todo su esplendor sobre un cielo oscuro perfectamente despejado a estas horas a modo de fondo magistral, lo cual hace que destaque aún más. Nos acercamos hasta su mitad aproximadamente, para verlo in situ, de cerca y contemplar durante un tiempo el trajín de barcos y barcazas que pasan por debajo. Mañana lo visitaremos por completo.

Regresamos también caminando pero dando un rodeo por el otro costado de la Torre de Londres, hasta llegar, muy cerca del hotel a una pequeña taberna en la que entramos a cenar. Una cena muy tranquila y ligera, llena de risas, charlas y anécdotas, como si viviéramos aquí de toda la vida.  Observo que en el tiempo que llevo fuera, tanto Nico con Paula como Jose con Carol han hecho más que migas. Están muy compenetrados y cómplices entre sí, lo cual me hecho sentir feliz por ellos. En un momento en que estoy acariciándole la mano a Isa me quedo mirando para ellos y se dan cuenta.

  • ¿Qué te pasa? – pregunta Nico.
  • Nada. Me gusta el cuadro que veo – y sonrío. Isa también me mira y sonríe. – Y me siento alegre por ello.
  • ¿Qué cuadro? ¿te ha sentado mal el paseo? – Dice Nico, y ríen.
  • Si, si.., tú ríe que yo sigo admirando el cuadro ¿verdad Isa?
  • Verdad Pablo, verdad. – Y le hace un guiño a Carol y Paula.
  • Veo que en mi ausencia han sabido aprovechar el tiempo. Eso se llama jugar con ventaja.
  • Pues ya estás tardando en pintar el tuyo entonces – sentencia Jose, y todos los demás ríen con ganas mientras, también riendo, miro a Isa y le doy un beso rápido.
  • Un brindis – propongo. Todos cogemos nuestras copas y las alzamos – por ustedes dos – señalando a Nico y Jose – por ser como son y haberme regalado entre todos este momento; por ellas – señalando con un círculo en el aire a Isa, Carol y Paula – por haber entrado en nuestras vidas como un regalo; y por todos nosotros, para que con el tiempo sigamos recordando estos días como el principio de lo mejor de nuestras vidas. Por todo eso, ¡salud! - Y al grito de ¡salud! vaciamos el contenido de nuestras copas e instintivamente me giro hacia Isa y nos besamos. Posteriormente compruebo que de forma espontánea, tanto Nico como Jose también hicieron lo mismo con sus respectivas parejas.

Nuevamente sentados disfrutamos del resto de la velada hasta que decidimos regresar al hotel haciendo el corto trecho que nos separaba algo más deprisa que a la ida por culpa de una ligera lluvia que empezaba a caer.

Ya en el hall del hotel nos despojamos de los abrigos para estar más cómodos y hacemos planes para el día siguiente. Nada anormal, visitar la Torre y el Puente de Londres, y después dirigirnos hacia la zona de Westminster, ya veríamos si caminando o en metro. Nos encaminamos hacia el ascensor para retirarnos a descansar.

  • Oye ¡que yo tengo que registrarme! – le digo a los demás –, sigan ustedes. Ahora paso a recoger mi maleta Nico – Nico sonríe y me dice – si, si, vale, vale .., pasa a buscarla. Hasta mañana.
  • Te acompaño – me dice Isa. – Volvemos hacia la zona de recepción, y mientras esperamos que nos atiendan -.
  • Oye Isa, ¿te puedo pedir algo?
  • Si, como no.
  • ¿Te quedarías esta noche conmigo? – La miro, y no dice nada – Pero si no quieres no importa, lo entiendo – ella asiente con su cabeza, pero no cambia su expresión.

Nos atienden, y cuando voy a pedir mi reserva, Isa se adelanta y se identifica como la titular de la habitación 2105 y le dice al recepcionista que yo era la persona que faltaba, a lo que muy amablemente me solicita mi identificación y traspone al otro lado del mostrador a buscar algún documento. Me quedo mirando para Isa, me mira, pero sigue sin decir nada.

  • Estoooo, la habitación ¿no es la de Nico?
  • No. – suelta un monosílabo un tanto irónico y pronunciadamente seco.
  • ¿Y me estoy registrando en TÚ habitación?
  • Si. – vuelve a decirlo con el mismo tono

Me quedo un rato sin decir nada mirando su cara en la que parece vislumbrar un amago de sonrisa.

  • Entonces, ¿te vas a  quedar esta noche conmigo? – le pregunto algo incrédulo.
  • No. – se hace un silencio – Tú te vas a quedar conmigo.

Nos miramos, sonrío a la vez que se me pone cara de derrotado, pero termino atrayéndola hacia mí con un fuerte abrazo rubricado con un beso totalmente correspondido, justo en el momento en que el recepcionista coloca un impreso en el mostrador y me solicita la firma, lo cual hago todo lo rápido que puedo.

Momentos después estamos besándonos dentro del ascensor camino de la habitación.


Son casi las ocho, y ya hay bastante luz en el exterior. Estoy recostado sobre mi lado derecho y observo como un atisbo de claridad entra por un hueco de las cortinas de la habitación, y recorta a contraluz la silueta del torso desnudo de Isa que duerme junto a mí, boca abajo, con la cabeza girada hacia mi lado y con su melena suelta y algo alborotada cayéndole parte por su cara y el resto por su hombro izquierdo. Está preciosa, y su contorno desdibujado por la suave luz que entra convierte la visión en un hermoso regalo para mis ojos.

Me inclino hacia ella, le doy un suave beso en su mejilla y le acaricio suavemente la cara apartándole con mi mano parte de sus cabellos para verla mejor.  Repito el mismo gesto una y otra vez, convirtiéndolo en un suave masaje.

  • Ummm – Isa deja escapar un minúsculo ronroneo. Abre sus ojos, esos dos hermosos ojos que me tienen perdido, por un breve instante y vuelve a cerrarlos, recostando aún más su cara en la almohada.
  • Buenos días – le digo casi en un susurro, mientras pongo mi cara todo lo cerca que puedo de la de ella, a su misma altura y apoyada en su almohada.
  • Buenos días – me responde abriendo sus ojos.
  • ¿Has dormido bien?
  • Siiiii – dice con voz muy baja y a modo de desperezarse mientras su cara empieza a sonreír. - ¿Y tú?
  • Divinamente – acerco aún más mi cara a la suya, y toco su nariz con la mía.

Sus ojos siguen abiertos, fijos en los míos, y es como si no se necesitara nada más para subsistir. Le paso mi mano por su hombro y después por toda su espalda acariciándola. Muy despacio se gira frente a mí y acerca todo su hermoso cuerpo, que ahora, deslumbrante, ha quedado parcialmente fuera de las sábanas. La rodeo con mis brazos y la atraigo del todo hacia mí, sintiendo la frescura de su cuerpo y sus perfectas formas en contacto con mi piel, lo que me hace estremecer a la vez que la abrazo fuertemente.

  • ¿tienes frío? – me pregunta.
  • No.

Nos besamos. Primero lentamente y después más aceleradamente, a la vez que comenzamos todo un ritual de caricias, besos y abrazos que actúan como imán de nuestros deseos hasta llegar al culmen de los mismos en un éxtasis de gozo y placer con nuestros cuerpos agitados y nuestro amor completamente desbocado.

Después, permanecemos unos segundos uno frente al otro, sin más ruido que nuestra respiración, buscándonos con las manos como tabla de salvación, hasta que finalmente Isa se gira, sin alejarse, dándome la espalda y acercándose más a mí. Así permanecemos durante un buen rato, envolviéndola con mi cuerpo y abrazándola con mis manos mientras respiro el aroma de su piel y saboreamos el retorno pausado a la serenidad después del hermoso tesoro que hemos compartido.

  • Me quedaría todo el día así, abrazado a ti. – le digo.
  • Me gusta la idea. Me gusta sentirme así, protegida.
  • ¿Qué hora es?
  • Miro el reloj de mi móvil sobre la mesa de noche - Nueve menos cuarto, y hemos quedado las nueve y cuarto para desayunar y salir.
  • Pues habrá que levantarse.
  • ¿una ducha rápida?
  • Si, tendrá que ser rápida, que como lleguemos tarde van a empezar a darnos el día.

Me incorporo, le tiendo mi mano y la ayudo a levantarse,  para dirigimos a la ducha. Ya en su interior, y mientras se enjuaga el jabón de su cuerpo me quedo detrás de ella admirando su hermosa figura desnuda, completamente mojada, brillante. Es tan alta como yo, su pelo mojado cayéndole por la espalda, y al darse la vuelta sus pechos, perfectamente formados, nada grandes pero firmes, con el agua corriendo por su contorno, desbordando sus pezones y formando un riachuelo hasta su ombligo, para después deslizarse por su pubis, exquisitamente depilado y desaparecer entre sus muslos. Abre sus ojos, ya limpios de jabón, y con el agua cayéndole por su cara dice

  • ¡Que!
  • Nada, que me tienes loco princesa

Y una gran sonrisa se pinta en su cara iluminándome el día. Me acerco, la beso, nos besamos…




  • ¡Qué! ¡parejita! ¿han dormido bien? – y una sonrisa picarona salta a la cara de Nico, sentado en un sillón del hall del hotel junto con Paula, a la que le tiene el brazo puesto por sus hombros acurrucándola, cuando llegamos hasta su altura. Carol y Jose saludan desde el sillón contiguo.
  • Pues sí, les digo. Muy bien. ¡Qué pasa! ¿acaso ustedes no han dormido bien?

Y un reguero de comentarios sobre lo buen que han dormido empieza a salir de sus bocas acallando cualquier duda irónica al respecto, al tiempo que las chicas se levantan y forman coro con Isa dándole los buenos días.

Desayunamos en el hotel, distendidamente, sin prisas, y sobre las diez iniciamos nuestra excursión de hoy. El día sigue estando nublado, y hace frío.

Primero nos dirigimos a la Torre de Londres, justo al lado del hotel. Apenas hay cola para adquirir las entradas y pasamos a su gran patio interior bordeando murallas para después ir entrando en las distintas estancias para observar las reliquias y restos de lo que fue la vida en este enclave y los tesoros que guarda. Visita a las almenas con algún gesto gracioso de Nico que colocándose una malla de armadura en la cabeza se asomó por una de las almenas y gritó al exterior, lleno de visitantes, aquello de “¡rendíos infieles”!, mientras nosotros salíamos corriendo en dirección opuesta. Visita de la sala de las coronas y un nuevo paseo por las casas del patio interior todavía habitadas.

Después proseguimos caminando hacia el London Bridge, ahora bastante más concurrido que anoche. Un ir y venir constante de coches y viandantes. Entramos y subimos a su estructura superior, que cruza todo el puente  y permite una vista distinta de la ciudad. Corrimos de un lado a otro, reímos, incluso jugamos. Después bajamos por  una de sus torretas y pudimos comprobar la maquinaria del puente para subir y bajar las rampas. Ya en exterior, foto de turno y caminar hacia la estación de metro más cercana para dirigirnos al otro extremo, concretamente hacia Picadilly Circus, un clásico.

Picadilly estaba, como casi siempre, abarrotada de gente, sentados en cualquier zona de la pequeña plaza y fuente, o de pié en los aledaños. Solo estar allí sentados, cogidos de la mano y viendo los grandes luminosos que te amenazan con sus marcas patrocinadoras, a la vez que en las calles que la bordean una locura de tránsito ameniza con sonidos estridentes el ambiente, es puro teatro.

Una caminata hasta Trafalgar Square y vista obligada de la estatua de Nelson, para continuar después en un corto viaje de metro hasta el Hyde Park Corner.  Un gran paseo por su interior, viendo las peculiaridades del mismo. Era sábado y había bastante gente deambulando, unos jugando en la explanada principal, otros, como siempre, oyendo las arengas de los Speakers que en improvisadas tarimas intentaban captar la atención de los viandantes con sus diatribas, razonamientos y argumentaciones sobre cualquier tema por inverosímil que pareciera. Curioso de verdad. Formamos parte de más de un corro y vociferábamos gritos de ánimo y enardecimiento cada vez que la multitud de este o aquel speaker le respondía con vítores y aplausos. Divertido, hasta que alguno empezó a mirarnos un tanto “raro”, y decidimos proseguir la marcha.

Pasado el mediodía comimos en un restaurante frente a la laguna principal y por la tarde proseguimos marcha de vuelta hacia Westminster. No entramos al parlamento, pero sí nos quedamos tonteando en su entrada y haciéndonos fotos con el Big-Ben de fondo. Y, ¡cómo no!, tocaba visita al London Eye. La cola no era muy grande y después de comprar las entradas no tuvimos que esperar mucho. Entramos los 6 en una misma cabina y aunque había bancos habilitados, todos permanecimos de pie mientras lentamente empezamos a ascender  por encima de Londres. Aunque el cielo seguía encapotado, había buena visibilidad, lo que nos permitía ver la ciudad en toda su extensión y belleza, con una perspectiva casi de flotabilidad sobre la misma.

Isa miraba ensimismada el espectáculo que se abría antes sus ojos y bajo nuestros pies. La tenía agarrada por su cintura y ella me tenía cogida la mía con sus dos manos recostando su cabeza sobre mi pecho.

  • ¿Cómo estás?
  • Muy bien, muy bien – y me apreta contra ella.
  • ¿Lo estás pasando bien? – Ella asiente con la cabeza sin decir palabra. Es como si no quisiera perderse detalle alguno.
  • Es precioso – dice finalmente – Está siendo un día inolvidable.
  • ¡Y tanto! – dice Carol que está a su lado.
  • La verdad es que no puedo estar en mejor compañía ni pasándolo tan bien – afirma Paula desde un poco más allá, mientras se deja abrazar por Nico, cuyos ojos le brillan.
  • Bueno, estos son esos pequeños momentos que hacen grande nuestra vida y nuestra experiencia. Hay que disfrutarlos y hacer que perduren con nosotros.
  • No estaría mal repetirlo – dice Carol
  • No, no estaría mal – le digo, y todos asienten.

Seguimos callados un buen rato. Solo se rompe el silencio para alguien destacar esta o aquella visión, o para indicar la belleza de algo que nos asalta a la vista.

Cuando el viaje termina, salimos como si tuviéramos añoranza del rato vivido.

Nos dirigimos justo a la izquierda, donde está Jubilee Gardens, que en ese momento está muy animado. La avenida que comparte con la ribera del Támesis está llena de alegría y creatividad: pintores improvisando cuadros o caricaturas, malabaristas, algún mimo controvertido, un grupo tocando música pop.., toda una variedad de entretenimiento para los que llegan y terminan quedándose en sus alrededores para simplemente pasar un rato mientras miran, oyen, saborean el momento.

Nosotros hicimos lo mismo. Nos sentamos o tumbamos, a gusto de cada uno, sobre el césped del parque colindante después de comprar algunas golosinas y patatas fritas en un puesto cercano. Y mientras dábamos cuenta del avituallamiento improvisado nos recreábamos con el bullicioso ambiente que desfilaba ante nuestros ojos.

Tiempo después, con las luces de la tarde apagándose tras el manto encapotado del cielo, pusimos rumbo de regreso al hotel, esta vez caminando por toda la ribera del Támesis o bordeando las calles colindantes cuando desde su margen no era posible, así hasta llegar a la zona del World Trade al otro lado del Puente de Londres, para después de cruzarlo por segunda vez en el día, pararnos para hacernos una foto nocturna con él de fondo y con una perspectiva diagonal a la altura de la Torre de Londres. Un recuerdo inolvidable.




Domingo por la mañana. Acabamos de salir del metro muy cerca del museo de cera de Madamme Tussaud. Nico había comprado las entradas por internet, por lo que no teníamos que hacer la inmensa cola que se dibujaba por toda la calle de Marylebone Road. Un breve checkin en la entrada “express”, y un momento después estábamos dentro del museo, ascendiendo por unas escaleras hasta desembocar en un primer hall con un montón de figuras de cera. Y allí empezó la diversión. Carreras de un lado a otro haciendo muecas, poses, charlas imaginarias con famosos petrificados, fotos para la posteridad, en definitiva, disfrutar del momento, y ¡vaya si lo hicimos!.

Nos recorrimos todo el museo sin prisas, entreteniéndonos en aquellos personajes o ambientes que más nos gustaban o disgustaban para admirarlos en toda su extensión a la par que miles de ocurrencias venían a las mentes de algunos, incluso para hacernos pasar algún que otro momento “tierra trágame”.

Un par de horas después nos dirigíamos hacia Chinatown, un sitio que no hay que perderse en tu visita a Londres, y callejear por su interior viendo las peculiaridades de esa  particular comunidad. Y desde allí, callejeando hasta el mercado de Covent Garden, donde pasamos el resto de la mañana y parte de la tarde.

Justo después de comer, todavía en la zona de Covent Garden, y mientras caminábamos agotando el tiempo antes de ir para el hotel y comenzar el regreso a nuestros destinos, pasamos por delante de un bazar librería. Tenía en mente llevarme un recuerdo de nuestra visita, y aunque ya habíamos comprado varias cosas, detalles para llevar de regreso y detalles de uno para otro, todavía tenía la sensación de querer algo más. El fin de semana había sido tan perfecto y entrañable que pensaba se merecía algo que lo marcara. Fue entonces cuando al ver unos expositores a través de su escaparate se me ocurrió. Volví sobre mis pasos, trayendo a Isa conmigo, a la que cogí un tanto por sorpresa y seguido después de los demás. Entré en la librería y empecé a rebuscar con los ojos en sus estanterías y expositores hasta que encontré algo que encajaba en lo que estaba pensando. Era una lámina a modo de postal, algo más pequeña incluso que una cajetilla de cigarrillos, pero en un material duro, una especie de tela/cartón muy muy fuerte de color blanco, parecido al material de los posavasos pero más resistente aún, que por un lado solo tenía impreso el clásico slogan publicitario de “I Love London” (I-corazón-London), y por una esquina un pequeño agujero como para pasarle un hilo y colgarlo de algún sitio. Cogí uno y después de hablar un momento con la persona de la librería fui a donde estaba Isa

  • ¿Has encontrado algo que te guste? – me preguntó.
  • Sí, pero está incompleto. Necesito que me ayudes a terminarlo.
  • ¿Terminar? ¿el qué? – Los demás se habían acercado y mostraban curiosidad.
  • ¿Te importaría repasarte un poquito tus labios con un pintalabios?
  • ¿Para qué?
  • Porfa – y la miro con ojos de súplica.
  • Vale, vale…, no sé qué es lo que tramas.
  • Nada malo, te lo aseguro – sacó su pintalabios y se dio un repaso muy ligero.
  • ¿Así está bien? – me pregunta.
  • Le doy un beso muy rápido a la vez que le contesto con un ¡Perfecto!. – y acercándole la lámina a su cara le digo – Por favor, sé que es un material inerte, pero ¿podrías dejar tu beso plasmado aquí?.

Isa ríe, pero sonriente coge la lámina y le da un beso muy fuerte. Al separarla comprueba que la silueta y figura de sus preciosos labios ha quedado impregnada en la lámina.

  • Gracias – le digo, y con otro beso rápido me dirijo a la persona de la librería y se la entrego.

Isa está intrigada, se ha venido conmigo y aguarda. Al momento reaparece el dependiente y me entrega la lámina, pero esta vez plastificada. Parece un cuadrado de cristal. Le doy las gracias, le pago el importe que me pide y mostrándoselo a Isa le digo,

  • Este es el mejor recuerdo que me puedo llevar de este fin de semana. Estarás conmigo donde quiera que vaya, no solo en mi mente y mi corazón, sino que podré verte algo más real.

Isa coge la lámina en sus manos. Le brillan los ojos, se abraza a mí, y me da un gran beso

  • Te quiero hermosa
  • Yo también te quiero Pablo – y me devuelve la lámina - ¿puedo hacerme una tuyo?
  • Claro, por qué no. Pero no me voy a pintar los labios.
  • Solo un poquito, porfa.
  • Me quedo mirándola y termino diciendo - Vale, pero solo si me los pintas con los tuyos – y una sonrisa escapa de los suyos.

Al final terminé con los labios ligeramente pintados después de un hermoso beso, y plasmándolo en otra lámina, que después de ser plastificada Isa recogió toda ilusionada como si de un tesoro se tratara.

Con nuestros tesoros o amuletos a buen recaudo y cogidos de la mano, reiniciamos el camino de regreso hacia el hotel.




Dos horas después estábamos en el aeropuerto. Una sensación de tristeza me rondaba, y creo que a Isa le pasaba algo similar.

Mi vuelo salía antes que el de ellos y después de obtener la tarjeta de embarque, nos dirigimos hacia el acceso a la zona de seguridad para despedirnos. Llevaba todo el tiempo abrazando a Isa, con la mano rodeando su cuello mientras ella se cogía a mi cintura, como si quisiéramos impregnarnos de los últimos minutos, segundos y que quedara el sabor de la compañía para siempre.

Ya en el borde de cruzar al otro lado, me despido de Paula, Nico, Carol y Jose con un fuerte abrazo y un beso a cada uno.

  • Gracias chiquillos. He pasado un fin de semana inolvidable por muchas cosas y no habría sido posible sin ustedes.
  • Nosotros también lo hemos pasado muy bien – apostilló Nico-. Además, ya queda poco tiempo. Verás que sin darte cuenta terminarás tu cometido y ya estarás de vuelta.
  • Ojalá. No sé por qué me parece que este trecho que queda se me va a hacer muy largo.

Muy disimuladamente, los cuatro se retiran y reagrupan entre ellos, dejándonos solos a Isa y a mí.

  • Bueno preciosa, ¡qué puedo decirte además de que estoy completamente enamorado de ti!
  • Pues dímelo una vez más.
  • ¡Te quiero preciosa! ¡Te quiero!. Y me da mucha rabia que ahora tenga que marcharme. No hay nada más que se me apetezca que regresar contigo a Las Palmas.
  • Yo también te quiero. Y también me gustaría que no tuvieras que separarte justo ahora.
  • Para mi eres un tesoro Isa, y te prometo que te cuidaré con toda mi alma y más. Has entrado en mi vida de una forma completamente cautivadora, y te prometo que haré todo lo posible para que la tuya sea un paraíso plena de felicidad, porque si así es, también será mi felicidad.

Isa se recuesta sobre mi pecho a la vez que veo que una lágrima traicionera asoma a sus ojos y empieza a deslizarse por su hermosa cara. Le paso la mano para quitarle la lágrima y le beso su pelo.

  • No te pongas triste por favor, que me haces más difícil el dejarte. Ya cuento los minutos hasta que pueda verte de nuevo, y a eso me agarro. A eso y a tu recuerdo que me llevo conmigo.

Isa asiente con la cabeza, y en ese momento suena por megafonía la llamada a embarque de mi vuelo, lo que me hace sobresaltar: “ha llegado la fatídica hora”. Isa se reincorpora y sin decirnos nada nuestros labios se unen en un beso que es algo más que una despedida. Es un intento de cada uno llevarnos algo más del otro allá a donde regresamos.

  • Nos vemos dentro de poco. Nos llamamos todas las veces que haga falta, ¿vale?
  • Isa asiente – Te quiero.
  • Ya sabes que yo también.


Los otros cuatro se acercan y arropan a Isa, mientras me voy separando, todavía con su mano cogida, como si quisiera que algo al final impidiera que la soltara.

Mirando atrás, me alejo poco a poco de esas cinco personas que tanto han significado y están significando en mi vida y muy a mi pesar, regreso al mundo real, destino a un punto a bastantes miles de kilómetros de donde realmente quisiera estar.

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