No te lo pierdas

sábado, 11 de julio de 2015

SENSACIONES - Capítulo IV: Impulso



IMPULSO



Son algo más de las 6:45 de la tarde, cuando me estoy bajando del coche de Henry, un colaborador que insistió en ir a recogerme a la estación central de La Haya para dejarme en el apartamento en el que voy a residir durante el tiempo que esté aquí. Henry es un hombretón de unos cuarenta y pocos años, ingles de nacimiento y holandés de adopción, con el que ya trabajé en un proyecto anterior y que tiene una relación especial conmigo. Es como si se sintiera obligado a velar por mi bienestar. Es callado, muy servicial, muy eficiente,  siempre positivo y tiene un don especial para en ocasiones saber lo que necesito o quiero simplemente con un gesto.

El horario del viaje se ha cumplido bastante bien. Solo hubo un pequeño retraso en la salida del vuelo de Barcelona a Amsterdam, pero llegando con tiempo suficiente para coger el tren de las 18:40 y evitar tener que coger un enlace más tarde. El tren llegó a la estación central de Den Haag, la denominación en holandés de La Haya, casi puntual. Y allí estaba Henry, con su cara sonriente y presto a ayudarme con el equipaje. Un pequeño desplazamiento en coche por las calles, a estas horas ya casi silenciosas, de La Haya, para llegar a una pequeña zona residencial con casas y bloques de apartamentos de 2 pisos de alto como máximo donde se encuentra el apartamento. Un pequeño estudio haciendo esquina en un segundo piso con 1 dormitorio, cocina, baño, una habitación auxiliar pequeña y un salón con balcón dando a una de las calles de acceso y a un pequeño parque más atrás.

Henry se apresura a cogerme el equipaje y precederme hasta subir al apartamento, para, nada más abrir la puerta despedirse y casi ordenarme que tengo que descansar, y que mañana vendrá a buscarme sobre las 10:00, “antes no”, palabras textuales. Un “gracias Henry” es lo único que casi me ha permitido decir, y un “¡Bienvenido Pablo!”, con una sonrisa de cara a cara, es lo que me dice en el momento en que se gira y desaparece escaleras abajo.

Ya son casi 12 horas de viaje, y el cuerpo empieza a notarlo: cansancio por falta de movimiento y posturas fijas forzadas, la cabeza como si tuviera una abeja revoloteando alrededor, y una sensación de hastío en el estómago, posiblemente fruto de haber estado picando boberías de tanto en cuanto o no haber hecho unas comidas suficientemente adecuadas.

Abro la puerta del balcón para dejar entrar algo de aire fresco. Un típico balcón holandés, más casi una ventana corrida que balcón al uso, pero da otra sensación a la estancia. Estamos ya con Octubre avanzado, y el tiempo es fresquito, pero todavía agradable aunque no te puedas olvidar de un abrigo donde vayas. Echo un rápido vistazo a lo que la vista me alcanza, como pretendiendo memorizar la imagen, y después, coloco la maleta principal en la habitación, la abro y empiezo a sacar lo que me he traído: algo de ropa (siempre termino comprando algo en el lugar donde voy), un par de zapatos y unas zapatillas de deporte, elementos de aseo, cargador del móvil, del Ipad, un MP4 adicional, reloj, y algunas cosas más. Al final son solo dos meses.

Después de colocar la mochila con la cámara y el portátil en la habitación auxiliar, echo un vistazo a la cocina y compruebo que Henry me ha dejado la nevera bien provista: fruta, refrescos de naranja, cola y agua, queso (no podía faltar), incluso un Tupper con algo de comida. No sé lo que es, mañana lo averiguaré, ahora sinceramente no tengo ganas de comer. Quizás alguna fruta más tarde. Tengo que darle las gracias, pienso.

Me siento en el sofá del salón a modo de intentar relajarme y cojo el móvil. Es hora de empezar a avisar. Entre Nico, Jose y yo tenemos un pacto. Cuando viajamos, nada de charlas intermedias. Un mensaje avisando de la continuidad del viaje en cada “parada”, y hablamos a la llegada. En Barcelona un mensaje de “en media hora salimos para Amsterdam”. En Ámsterdam “tomando el tren para La Haya”. Y ahora, ya tengo ganas de hablar con ellos.  Pero principalmente, para poder después hablar con Isa. Al llegar a Barcelona me encontré un mensaje suyo que decía: “Llámame cuando llegues a Amsterdam”, ¡y no se había comido ninguna letra!. No me atreví a llamarla entonces, solo le mandé un mensaje diciendo que salía en media hora y que deseaba llegar ya para poder llamarla.

Marco el número de Nico.

  • ¡Hola Pablo!, ¡qué tal! ¿Cómo estás?, ¿llegaste bien?
  • Hola Nico. Si, si…, bien, algo cansado, pero bien.
  • ¿Ya estás instalado?
  • Si, el amigo Henry me vino a buscar a la estación, y ya estoy en el apartamento. Ahora descansaré un poco.
  • Sal a comer algo, que te conozco.
  • No tengo hambre, pero igual sí salgo a coger algo de aire solo. Comeré algo de lo que tengo en la nevera. Henry es muy previsor.
  • Bueno, lo que sea, pero come algo. Qué, ¿Listo para empezar?
  • No queda otra. Mañana iremos a la sede y veremos cómo están las cosas para planificar la ejecución del proyecto. Pero eso será mañana. ¿Y tú qué tal?.. ¿Cómo te va? Esta semana ha sido un tanto rara y apenas hemos hablado.
  • Bien, bien.., todo bien. Ahora estoy en el Centro con el Chapi que acaba de llegar. Luego pasaré a saludar a Paula y a casa.
  • Je, je, te ha dado fuerte ¡eh!, quien lo diría: el Nico pasando a saludar entre semana a una chica, ¡cómo cambian las cosas!.
  • ¿Y tú de qué hablas? Creo que también has estado de reincidente día a día con alguien que yo me sé ¡eh!. Yo sí que puedo decir eso de ¡quién lo diría!, je, je…, espera que te paso con el Chapi.
  • Vale
  • Hola Pablo, ¡que tal! ¿todo bien?
  • Si, si, todo bien. ¿y tú?.
  • También. No me puedo quejar, je, je…
  • Oye, le diste el encargo a Isa.
  • Por supuesto. Entregado y certificado.
  • ¿Y…?
  • Bien…, sorprendida. De hecho creo que sus palabras fueron “lo voy a matar…”.
  • Uff…
  • No te agobies. Las he recogido hace ya un buen rato a la salida de la oficina, y parecía bien. Entiendo que no has hablado con ella todavía.
  • No, la llamaré ahora.
  • Pues nada, corta y llámala. Ya hablaremos mañana.
  • Vale. Hablamos. Saluda de mi parte a tu Carolllll, y dile lo propio al Nico.
  • A sus órdenes jefe. Pórtate bien. Hablamos, y que descanses.
  • Lo mismo digo. Hasta luego.


Me levanto del sofá, y me acerco al balcón mientras marco el número de Isa y fijo la mirada en las luces de la calle, solo como referencia, porque no me estoy percatando de lo que hay.

  • Hola – su vocecita suena al otro lado. - ¿Cómo estás?
  • Hola preciosa. Ahora mejor que te oigo. ¿y tú cómo estás?
  • Sentada… - se hace silencio.
  • ¡Ñoss, en toda la jeta!.
  • ¡Solo te he respondido!.
  • ¡Y tanto que me has respondido! Venga, ¿Cómo estás?
  • Bieeen.
  • Me aleeegro mucho.
  • Oye, me dieron un encargo tuyo. Qué pasa, ¿no podías dármelo tú en persona? – su tono suena algo irónico.
  • Te lo podía haber dado yo, pero temía de mí mismo. No sabía si me iba a atrever al final, así que decidí encomendarme a un mensajero que sé que cumpliría su cometido. Espero que no te haya molestado.
  • No me ha molestado para nada. Pero sí que me hubiera gustado hablarlo contigo.
  • Uff, eso significa que algo no te ha gustado o te ha parecido mal.
  • No, no…, me ha gustado. Lo que me has escrito es muy bonito. De hecho ahora me da rabia que estés tan lejos.
  • Perdóname, pero como te dije en la carta, tener que irme en este momento, con tantas cosas aflorando en mis sentimientos es una verdadera tortura. Deseaba decírtelo, pero no sabía si iba a encontrar el momento esta mañana o si podría decírtelo tal como lo siento. Por eso preferí escribírtelo, así no se me olvidaría nada ni estaría cuestionado por prisas o cualquier otra cosa.
  • No tengo que perdonarte. Me ha encantado.
  • Me gustas mucho Isa. Eso es lo que ha hecho que estalle en mí todo. Sé que va a pasar bastante tiempo hasta que pueda volverte a ver en persona, y no puedo pedirte nada. Solo lo que te decía, confiar en que tú también quieras seguir adelante.
  • Me ganaste por completo con el final de tu carta. Creo que ha sido una declaración de amor hermosa y sincera. Y, sí, quiero seguir. No quiero hablar de esperar, solo de seguir.
  • Lo que siento por ti es sincero Isa. Solo me conoces de cuatro días, y lo único que te pido es una oportunidad para que me conozcas más, teniendo en cuenta este lapsus de tiempo que vamos a estar alejados. Aunque te pueda parecer mal, y muy a mi pesar, creo que debo ser fiel a mis principios y cumplir con mi compromiso adquirido.
  • Si lo hubieras cancelado me hubieras defraudado. El irte, en la situación en que dices que te has ido, dice mucho de ti.
  • Me gustaría saber qué piensas de todo esto. De nosotros.
  • Pues que he conocido a una persona que me gusta, que me está demostrando que es sincero, y que está provocando en mí también sentimientos.
  • Y esos sentimientos, ¿son parecidos a los que te he contado?
  • Digamos que sí.
  • Todavía tengo grabado en mi mente, y en mis labios, el beso traicionero que me diste esta mañana.
  • Creí que lo necesitabas, Y me apetecía hacerlo.
  • Me mataste. Me diste un caramelo, me lo quitaste y ahora quiero saborearlo con locura pero no lo tengo.
  • Lo guardaré para cuando te vea. Mientras tanto, te servirá para que te acuerdes de mí.
  • Es imposible que me olvide de ti. Estoy contagiado por completo.

Casi una hora después nos estamos despidiendo. Dos besos fugaces y sonoros se cruzan en las ondas para llegar del uno al otro con un mensaje de buenas noches.




Henry entra corriendo en el despacho que compartimos, parece agitado.

  • ¡Pablo!, ¡Pablo!, ¡ha llegado esto de la embajada de Senegal! – y me entrega un sobre rígido perfectamente lacrado dirigido a mi atención.

Abro el sobre, extraigo una hoja de papel, la leo…

  • ¡Ya lo tenemos Henry!, Acceden a nuestra petición. ¡Vía libre a la última propuesta!.

Henry se acerca y nos damos un abrazo efusivo al grito de ¡bieeenn!.

  • Voy a decírselo a  Johan – y salgo.

Johan es el responsable de la oficina de Unicef en La Haya, y el coordinador general de proyectos para África, entre ellos el nuestro. Su despacho está en la planta superior del ala donde tenemos nuestra sala de trabajo. Es un edificio serio, casi triste diría, cuatro plantas de fachada de ladrillo rojo, típico de la zona, de forma cuadrada y dando a cuatro calles con un gran patio interior, donde está la sede representativa de la ONU y parte de sus oficinas de comisionados.

Mientras camino hacia su despacho voy recordando lo que supone el papelito que llevo en las manos. Ya estamos a finales de Noviembre y ha sido algo más de un mes de continuas reuniones, quebraderos de cabeza, diseño de nuevas estrategias, negociaciones a múltiples bandas con intereses muy enfrentados, y siempre corriendo contra-reloj.

Es curioso como un proyecto que desde fuera se ve como una iniciativa de ayuda a la población, de mejora a la sociedad de aquellos lugares que van a ser atendidos desde esa base de operaciones, desde dentro de cada uno de los implicados puede llegar a verse como un enemigo. Mientras para nosotros prevalece el convencimiento y el deseo de mejorar la situación y estado de unos seres humanos, para otros prevalece su beneficio económico e incluso rencillas por este o aquél incidente que ahora me quiero cobrar aunque ello suponga castigar a mis propios ciudadanos.

El proyecto comenzó siendo una idea para montar en un país, que deberíamos evaluar y decidir, una infraestructura de suministro, para desde ella poder atender de una forma más rápida todos los programas de desarrollo y asistencia que Unicef tiene en el Oeste de África, e incluso más hacia el sur. De palabra todo el mundo manifestó en la primera conferencia en la que se planteó, su interés y su decidida colaboración. Pero desde que empezaron las reuniones individuales no han salido nada más que problemas.

Primero exigiendo que debería ser su país y no el del otro, porque en caso contrario tendrían que revisar su participación. Después exigiendo cobro de impuestos, a veces irracionales, sobre el valor de la mercancía que fuera a entrar en su país para poder garantizar su integridad, lo cual suena más a amenaza que a colaboración. Incluso exigiendo que la gestión de dicha infraestructura les fuera cedida íntegramente al gobierno del propio país y que pudieran intervenir en cuando a la llegada y salida de material y a quien se le enviaba y a quién no. En definitiva, que les hiciéramos la infraestructura, que se la llenáramos, y que ellos ya se encargarían de gestionarla pero con sus criterios.

Conseguir limar todas esas pretensiones hasta llegar a una opción que sea como mínimo aceptada por todos, lo cual significa que no la vean con malos ojos, ni que piensen que su vecino va a ganar más que ellos, no es fácil. Ha sido tarea más que difícil, y todavía queda esperar que una vez que comencemos, no se echen atrás o vengan con otras amenazas. Además estaba el conseguir la colaboración de grandes empresas que pudieran suministrarnos lo que necesitamos para esas instalaciones, para el lugar que le pedíamos y que lo hicieran, parte como donación y parte mediante un acuerdo de pago aplazado, para lo cual necesitábamos activar un proceso de recaudación de fondos entre organismos, particulares, etc. Casi todo un proyecto en sí mismo.

Al final lo que se nos ocurrió, y que parece que ha surtido efecto, es proponer una colaboración a Cruz Roja Internacional, que nada más conocer el proyecto nos dijo que harían todo lo que estuviera en su mano. Esa colaboración pasaría porque Cruz Roja gestionara las infraestructuras junto con personal asignado de Unicef, a cambio de que les dejáramos una parte de la misma para ellos utilizarla como almacenamiento de sus propios medios. De esta forma, por el respeto y deudas contraídas por los distintos gobiernos participantes con Cruz Roja, no cuestionaban su liderazgo y dejaban sus rencillas, al menos de momento, de lado. Los aprovisionamientos se gestionarían a través de Cruz Roja y las entregas a los distintos puntos se coordinaría con lo que denominamos “Oficina Mixta de Actuación”, que no es más que un artilugio semántico para que representantes de los gobiernos implicados pudieran nombrar y tener dentro a alguien de su confianza que participara en el proceso de entrega final y sintieran como que ellos también decidían, aunque siempre van a estar tutelados por Cruz Roja. La contratación, y entrega hasta la zona donde se ubicara la infraestructura lo haría Unicef, y desde ahí, el resto de la gestión la haría Cruz Roja, siempre llevando doble identificación. Ahora falta decidir cuál de los dos países asignamos como sede de dicha infraestructura.

El documento que llevo en la mano es la aceptación oficial de la embajada de Senegal a la propuesta y al esquema de colaboración que hemos diseñado. Algo que veíamos casi improbable, por no decir imposible, al comienzo.

Al llegar al despacho de Johan, le hago una señal y paso. Le enseño el documento y después de que lo lee, da tres palmadas a modo de aplauso levantándose y dirigiéndose hacia mí en un español algo abrupto pero entendible – “Enhorabuena Pablo. Esto es un gran logro. Tenemos grandes posibilidades por delante. Transmite mi enhorabuena a tu equipo”.

  • Lo haré, descuida.
  • Y ahora, a apresurarnos antes de que se arrepientan.
  • Sí, que bastante ha costado como para dormirnos y que se echen atrás.
  • ¡Dios no lo quiera! Enhorabuena otra vez.

Y dándole las gracias me retiro.

Tengo que contárselo a Isa. Creo que se alegrará cuando hable con ella esta tarde. En todo este tiempo, le he ido contando todos los pormenores de lo que estábamos haciendo, problemas, soluciones, alternativas, etc.

Mantenemos unas charlas bastante intensas, y a veces divertidas, la mayor parte por  skype, otras por teléfono, y en alguna ocasión algún cruce de mensajes espontáneos. La echo de menos. El trabajo sobre el proyecto me absorbe todo mi tiempo, y apenas tengo tiempo libre, o mejor dicho, apenas quiero tener tiempo libre. Es como si intentara acelerar todo el tiempo posible para que el proyecto dure menos, pero sé que es engañarme. Al final la razón será que lo he forzado así para no echar más de menos lo que realmente me gustaría estar haciendo que es estar con ella.



Ya estamos en la primera semana de diciembre. Al final todo está saliendo mejor de lo que esperaba, y el miércoles de la próxima semana marchamos para Senegal para iniciar los trámites in situ y comenzar la reconstrucción y habilitación de las infraestructuras. Finalmente se ha seleccionado Senegal porque conseguimos como “aportación desinteresada” del gobierno senegalés que nos dejara un antiguo acuartelamiento el cual vamos a reparar y adecuar con un coste muy inferior a lo previsto, con lo que la búsqueda de ubicación y parte del trabajo ya estaría hecho. Y ellos contentos de que fuera su país. El gobierno Mauritano lo ha aceptado a cambio de que hagamos parte de los envíos a través de su territorio, lo cual no ha sido especialmente difícil de coordinar y definir. Todavía tenemos que diseñar el plan de imprevistos, porque no sabemos lo que puede pasar cuando los suministros estén atravesando territorio mauritano. Estamos a Jueves y aunque el equipo de trabajo en sí es excelente, todavía quedan algunas cosas por perfilar.

Suena el móvil. Es Nico.

  • Hola Nico. ¿Qué pasó?
  • Hola campeón, ¡qué! ¿ya listo para la marcha?
  • En ello estamos.
  • ¡Animo, que ya queda menos para acabar!
  • Cierto, pero todavía queda muchas cosas que perfilar.
  • ¡Todo llegará, no te preocupes! Oye, estoy con Jose en Londres.
  • ¡¿Y eso?!
  • Jose vino a un congreso y aprovechando que yo vine ayer para una gestión, hemos pensado quedarnos el fin de semana y que te vengas.
  • ¿Con todo el follón que tengo aquí?
  • ¡Si!. El follón puede esperar, no creo que en el fin de semana se te solucione mucho. Además, no admitimos un “no” por respuesta. Acabamos de reservar habitación en el Novotel London Tower Bridge, y tienes una habitación reservada a tu nombre. Nosotros vamos para allá esta tarde y te queremos ver allí mañana.
  • Pero es que..
  • No hay peros que valga – me corta Nico -. ¡Como no estés allí mañana te va a salir caro!.
  • ¡Cabronazos!. Veré que puedo hacer.
  • No tienes que hacer nada. Te hemos cogido un billete en el vuelo de British que sale de Amsterdam a las 16:00, con lo que incluso podrás trabajar algo por la mañana. Así que te estaremos esperando en el hotel sobre las 17:30. ¡No nos falles, eh!.  
  • Lo dicho, ¡son unos cabronazos!.
  • Pues sí.
  • Pues vale, si no hay otro remedio.
  • Venga, que tenemos ganas de verte.
  • Yo también a ustedes, no te lo imaginas.
  • Pues razón de más. Nos vemos mañana. Avísanos cuando vayas camino del hotel por si estamos por los alrededores.
  • Ok. ¡A sus órdenes oiga!.
  • Hasta mañana.
  • Hasta mañana.

Cuelgo y me quedo pensando. Son unos cabronazos, pero son los mejores cabronazos que conozco y me vendrá bien desconectar y estar con ellos.


No me han puesto problema alguno para ausentarme a mitad de la mañana del viernes, incluso Johan se empeñaba en que no fuera a la oficina por la mañana, pero no ha sido necesario. Ahora que ya estoy en Londres, sentado en un taxi camino del hotel, agradezco la ocurrencia de Jose y Nico, y aunque el tiempo es muy parecido, frio y nublado, el cambio de aires me está sentando bien, es como si mi ánimo brillara.

El Novotel Tower Bridge está situado en uno de los márgenes del Támesis, justo al lado de la Torre de Londres y a pocos pasos de una estación de metro con muy buena comunicación con el resto de Londres. Es de tipo urbano, y bastante acogedor. Entro al amplio vestíbulo y a la derecha veo a Jose y Nico que inmediatamente saltan de los sillones donde estaban sentados y se acercan a toda prisa, la misma que yo llevo, a saludarme. Nos saludamos fuerte y efusivamente durante un buen rato.

  • Hola Pablo, te veo bien – me dice Jose.
  • Hola medicucho, a ti también se te ve bien. Y a ti también liante – por Nico -, que eres un liante.
  • ¿Yo? ¡líbreme Dios!. Anda, dime que no te alegras de venir.
  • ¡Por supuesto que me alegro!. Gracias chiquillos.
  • Venga, venga, vamos a dar un “vueltón” por ahí fuera para coger aire fresco y charlar un rato – dice Nico -. Después te registras. Toma, esta es la llave de mi habitación, la 2105, en la segunda planta. Sube deja el equipaje y baja. Te esperamos aquí.
  • Vale, vale. – cojo la llave y me dirijo al ascensor, mientras ellos vuelven a sus asientos.

Al salir del ascensor, un giro a la izquierda por un pasillo amplio e impoluto hasta llegar a la 2105. Abro sin problema, cierro la puerta tras mí y avanzo por un pequeño pasillo para desembocar en la zona amplia del salón-dormitorio. Al intentar colocar la maleta en una repisa y levantar la vista veo dos hermosos ojos, brillantes como soles, que se clavan en los míos: ¡Es Isa! ¡Está de pie junto a un sillón en la otra esquina. El corazón se me acelera descontrolado, suelto la maleta sin saber si estaba bien apoyada o no y avanzo rápido hacia donde ella está.

  • ¡Isa!, pero…, ¡qué haces aquí! – Los ojos me brillan, el corazón se me va a escapar…, creo que estoy temblando.
  • Hola Pablo – le cojo las manos -. Nada, que he venido a verte. – Tiene una enorme y preciosa sonrisa dibujada en su cara. No lo puedo resistir, la atraigo hacia mí y la abrazo con fuerza, sintiendo su pelo sobre mi cara..
  • Mi pequeña, mi pequeña…, - y la sigo abrazando, un abrazo que es totalmente correspondido. Me separo un poco, le acaricio su cara, que sigue totalmente sonriente, con sus ojos totalmente brillantes que me transportan a una nube y siguiendo un impulso natural acerco mis labios a los suyos que también responden en el mismo sentido hasta unirse suave pero firmemente en un beso contenido, deseado y ahora desbordado y apasionado.

2 comentarios:

  1. Lo sigo... Por cierto, cuando acabes con el libro, lo copiaré todo y procuraré hacerme un Epub con tu permiso. Si lo consientes, claro. :)

    ResponderEliminar
  2. Muchísimas gracias Javier.
    Y gracias por hacerte con él.

    ResponderEliminar