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martes, 14 de julio de 2015

SENSACIONES - Capítulo VI: Adelante



ADELANTE


Estoy sentado con Henry a la sombra de lo que en su momento fue una garita, ahora habilitada como  punto de control de acceso, justo a la entrada de lo que antes era un acuartelamiento militar del ejército Senegalés y ahora ha ido  tomando forma como Centro Logístico para África Occidental para Acciones Cooperantes de Unicef y Cruz Roja Internacional.

Una fortificación formada por cuatro módulos a modo de grandes barracones rústicos distribuidos en forma de “U”, con una explanada central, en su inmensa mayoría sin asfaltar, y todo ello rodeado por un muro de unos 4 metros de alto, al que todavía le quedan restos de alambrada que no hemos quitado para respetar su origen, y con solo un punto de acceso, a escasos metros de donde estamos. Está situado en las afueras de Dakar, siguiendo la carretera que va hacia Touba por la costa.

Contemplamos cómo lo que nos encontramos casi derruido hace dos semanas ha ido tomando forma y ahora, aunque le falte algún detalle, ya puede dedicarse a lo que va a ser su cometido en el futuro. Hemos tenido más de un problema, especialmente de peculiaridades culturales, pero que han sido salvados uno a uno creo que con mucha mano izquierda y respeto. Lo principal era mantener “contentos” a las autoridades locales, especialmente a la persona nombrada por el gobierno Senegalés para estar presente y hacer de contacto durante todo el período de adecuación. Se llama Yamal, y para mi sorpresa tiene una mentalidad bastante abierta. De hecho he propuesto en el último informe que sea él el que se quede como representante del gobierno Senegalés en las instalaciones de cara al futuro.

De los cuatro grandes barracones, 3 se han acondicionado para destinarlos a almacenamiento. El otro se ha parcelado dejando una zona bastante amplia para almacén, unas estancias a modo de aposentos, unas oficinas muy sencillas en las que tenemos montado nuestro centro de operaciones, aseos, un comedor rudimentario y hemos habilitado dos estancias más a modo de consulta médica, para permitir establecer un punto de contacto con la gente local.

Estamos a 22 de Diciembre, a dos días de Nochebuena. Esperaba poder pasarla en casa, pero no va a ser posible. Con los retrasos de todos los preparativos en origen y algunas trabas más que nos hemos ido encontrando, nos podemos dar con un canto en los dientes de que a estas alturas estemos como estamos y que hayamos podido organizar la llegada de los primeros abastecimientos para dentro de 3 días. De hecho el 24 por la mañana saldré para Mauritania con Henry para recibir una primera partida de pozos de agua autónomos que ya están en Mauritania, y de los que una parte se quedan allí para atender algunos asentamientos interiores Mauritanos conforme al acuerdo alcanzado con ellos dentro del proyecto. Junto con los pozos, nos traemos parte del material que Cruz Roja va a ubicar en las instalaciones de nuestro proyecto y que llegarán el día anterior por vía marítima, especialmente material de primera intervención tanto para eventuales tragedias (casetas de campaña, mantas, equipos de supervivencia, lotes no perecederos, etc.) como material médico (vacunas, antibióticos, antisépticos, etc.). Esto último en especial va a venir muy bien como medida de atención primaria en la zona, para que vean las instalaciones como algo para su bien y no lo pongan en el punto de mira de las artimañas de las mafias locales, que las hay.

Se supone que a mi regreso de Mauritania se nombrará finalmente el comité rector del centro. Cruz Roja ya ha nombrado su responsable, y ya tiene asignado al personal que va a venir en la primera etapa. Unicef también ya ha nombrado al gestor del centro, y falta que se confirme los representantes de los gobiernos mauritano y senegalés.

La tarde está acabando con las luces que quedan del día, el trajín del ir y venir de las personas que trabajan se ha difuminado poco a poco y ahora solo quedan, aparte de nosotros dos,  Kahir un lugareño algo mayor pero que nos ha hecho las veces de capataz a la vez que intérprete y Abdoula, un senegalés de 25 años con unas ganas de aprender que ya las quisieran muchos de los estudiantes europeos de las mejores universidades. Junto a ellos, 4 militares senegaleses que hacen las veces de policía local custodiando el centro, lo cual se agradece.

  • ¿En qué piensas Henry?
  • Ahora no pienso Pablo. Solo miro.
  • ¿Y qué te parece lo que ves?
  • Un grano de esperanza en medio de un desierto de incomprensiones – lo dice algo lacónico, sin apartar la vista del sol que se pone tras uno de los barracones.
  • Creo que no lo podría expresar mejor. – le digo.- Espero sinceramente que esto perdure en el tiempo y contribuya a mitigar algunas de las carencias de la zona, pero especialmente a cambiar la concienciación de determinados grupos respecto del trato de las personas.
  • Ojalá. Creo que vamos en el buen camino, aunque posiblemente no seamos nosotros quien veamos el fruto final.
  • Sí, pero como siempre te digo Henry, somos como agricultores de esperanzas. A nosotros nos toca plantar y enseñar a cuidar la plantación. Si lo hacemos bien, funcionará.
  • Creo que esta vez hemos tenido bastante suerte. La gente ha respondido muy bien. Apenas hemos tenido contratiempos difíciles, y con suerte en unos cuantos días más podremos hacer entrega de todo esto para que empiece a funcionar.
  • Si. Tú lo has dicho. Hemos tenido bastante suerte. Y creo que la hemos sabido aprovechar ¿no?.
  • Pues sí, je, je. Eres un maldito embaucador – e inmediatamente se lleva la mano a la boca y me mira como asustado diciendo - ¡perdón, perdón!.
  • ¿Yo un embaucador? – le pregunto mientras sonrío y le pongo una mano en su hombro para tranquilizarlo. Es tan servicial que a veces un comentario tan distendido y sano como el que ha hecho se lo toma como que me ha faltado el respeto. – Tranquilo Henry, solo aprovecho las situaciones para llevarlas a lo que nos interesa.
  • Será eso. Pero es la primera vez que he visto a un lugareño entrar aquí vociferando maldiciones contra todos nosotros y lo que estábamos haciendo, exigiendo que nos fuéramos de aquí, y al pasar media hora estar invitándonos a te y “bisap” y ofreciendo su ayuda para lo que hiciera falta. ¡Los que estaban trabajando no daban crédito!.
  • A veces te pones en papel de subnormal, haces creer al otro que él tiene razón y tú no, y consigues que te ayude si piensa que está en posición predominante. Al poco tiempo se le pasa seguro y ya tendrás un colaborador para toda la vida. Es lo que he hecho, y no creo que eso sea embaucar a nadie – lo miro y terminamos riendo los dos.

Tiempo después, y tras una breve charla con los demás, incluidos los militares, nos retiramos a descansar. El día ha sido muy largo y  agotador. Hay que descansar, y tengo ganas de llamar a Isa. Espero que hoy la cobertura sea buena.



Estas Navidades están siendo muy raras.

El 24 a las 8 de la mañana, Henry y yo, junto con Yamal y otro senegalés que nos hacía de chófer, salimos de Dakar por carretera en un Jeep con rumbo a Nouakchott. Después de casi 7 horas de viaje, incluyendo parada en Rosso para cruzar el río Senegal en ferry-barcaza y hacer los trámites fronterizos en ambos lados, finalmente llegamos a Nouakchott, completamente molidos y con ganas de darte un baño y tumbarte en cualquier lado. Pero no pudo ser. La delegación de Cruz Roja que se desplazaría con nosotros de regreso a Dakar propuso que nos fuéramos a comer juntos esa noche y no podíamos negarnos. La cena fue muy sencilla, intentando entre todos animar el ambiente con recuerdos y conversaciones relativas a la Navidad, pero por muchas ganas que se tengan de pasarlo bien, para aquellos que sentimos la Navidad de una manera muy especial, la sombra de tus seres queridos la tienes siempre presente y lo que quieres realmente es estar con ellos.

Solo se alegró algo la noche cuando conseguí hablar con Isa, aunque fuera para enviarle besos de distancia y mis mejores deseos. Oir su voz siempre es un aliciente y mitiga en parte el no tenerla cerca, pero no es lo mismo. Después de casi una hora y cuando terminé de hablar con ella, con Nico y con Jose, las sombras de la lejanía volvieron a envolverme.

El 25, fue casi un día normal de trabajo, organizando la expedición para el día siguiente, garantizando la documentación a llevar, contentando a este y aquél enviado gubernamental, y solo fue ya al anochecer, después de cenar otra vez con la delegación de Cruz Roja y excusarnos hasta el día siguiente, cuando Henry y yo tuvimos nuestro pequeño momento de serenidad. Uno sentado al lado del otro, en una mesa del exterior de la pequeña terraza del hotel, él tomando té, yo tomando agua, los dos en silencio, con la mirada escondiéndose entre la gente que iba y venía por las callejuelas y la pequeña plaza que se mostraba delante nuestra. No necesitábamos más. Bueno sí, pero estaban muy lejos.


26 de Diciembre. ¡Regresamos a Dakar!.

Después de un acto protocolario en el que hacemos “entrega oficial” al gobierno mauritano en la figura de su gobernador local de unas unidades de pozos de agua comprometidos en el proyecto y las consabidas palabras formales, nos reagrupamos para inicial la marcha. El convoy ya está listo. Dos camiones grandes  que llevan todo el material para el Centro y algunos suministros extras, y dos Jeep en el que nos hemos compartido Yamal, Abdul, el que va a ser representante del gobierno mauritano en el centro, Alejo, un bonachón muy curtido en campañas solidarias que es el responsable de la expedición por parte de Cruz Roja, Stefan, un holandés con muchos años de experiencia y kilómetros recorridos en la costa oeste de África y que será el gestor del centro por Unicef, Henry y yo, junto con dos chóferes, el que vino con nosotros y otro más. Todos los vehículos están perfectamente identificados con los distintivos de Cruz roja y Unicef. Después de las últimas comprobaciones, iniciamos el regreso por la misma carretera de hace 2 días, una carretera que, aunque relativamente bien asfaltada, tiene sus puntos negros y peculiaridades, donde la seguridad vial es y seguirá siendo por mucho tiempo una asignatura pendiente. Nos quedan por delante entre 6 y 7 horas de viaje por medio de parajes inhóspitos, kilómetros de carretera desierta que se entremezcla con bancos y dunas de arena, aldeas abandonadas, polvo, y soledad.

Cuando llevamos algo más de una hora de viaje alcanzamos a un convoy mucho más numeroso que nos precede en la carretera. Al parecer en determinados días hay caravanas de transportes de mercancías y viajeros que vienen desde marruecos con destino Senegal, y se agrupan. En estos casos, la opción es siempre seguir su ritmo. No sacas nada con pretender adelantarlos, entre otras cosas porque el ancho de la carretera es inestable, y porque las dimensiones de algunos de los camiones que nos preceden son completamente impredecibles. Es en estos casos donde puedes corroborar y tener la prueba real de aquello de que siempre hay un hueco para algo más, aunque sea una persona.

Así seguimos durante un buen trecho, a una velocidad no muy rápida, pero tampoco lenta, hasta que empezamos a oír bocinazos por detrás. Nuestro chófer ratifica que son dos vehículos que van al final de la caravana y que están haciendo intentos por adelantar a toda costa, lo cual va a ser un suicidio, porque llevamos algún tiempo con una espesa calima en el aire y la visibilidad es bastante limitada.

Así y todo, comprobamos como empiezan a adelantar y van pasando por lo que debiera ser el carril izquierdo dejando atrás primero a los dos camiones y al segundo Jeep de nuestra expedición hasta llegar a la altura del Jeep en el que vamos Stefan, Alejo y yo. El primero de los dos coches que están adelantando ya nos ha rebasado y el segundo va a nuestra altura cuando de repente el primero de ellos empieza a zigzaguear al haber perdido estabilidad por pasar deprisa por un montículo de arena en el borde de la carretera. En uno de sus movimientos de lado a lado, toca en un costado al camión que va inmediatamente delante nuestro, y termina girando sobre sí mismo. El conductor del segundo vehículo que iba a nuestro lado, para evitar encontrárselo y chocar de frente, da un volantazo a su derecha, golpeando nuestro Jeep y,  aunque nuestro chófer hace lo posible para evitarlo, termina perdiendo el control del mismo y cayendo por el terraplén de arena a nuestra derecha dando vueltas de campana durante unos cuantos metros hasta pararse boca abajo después de golpear contra las ruinas de unas casas que allí se encontraban.

Todo ha sido muy rápido. Al poco de percatarme del golpe del coche de delante he sentido un golpe y un empujón hacia mi lado, me he visto dando vueltas en una noria con algo que me sujetaba por la cintura y finalmente una masa de piedras acercándose a mi cara, y la luz se apaga.



¡Aggggggg! ¡Qué dolor! ¿Qué me pasa? Apenas puedo respirar. Oigo ruidos, gritos. Abro los ojos pero no veo nada, los tengo llenos de arena y estoy boca abajo. Algo me está aplastando, no puedo moverme. Casi no puedo respirar.

¡Pablo!¡Pablo! – oigo una voz..., no, son más de una, creo que son Henry y Alejo con alguna extraña competición por ver quien dice mi nombre más alto.

Sigo oyendo más voces, gritos. Algo me roza la cara y veo algo de claridad. Me doy cuenta de que están apartando la arena de mi cara y empiezo a ver algo de luz. El dolor es insoportable y respiro con mucha dificultad.

  • ¡Pablo! ¡Pablo! – ahora es la voz de Alejo, seguro. Suena muy cerca. Me siguen apartando arena de la cara.- ¿me oyes?...,¡tiene los ojos abiertos Henry!, ¡eso es un buen síntoma!...., ¿me oyes Pablo?. -Intento mover la cabeza pero casi no lo consigo.
  • “Si”, - una respuesta casi imperceptible por la arena que se acumula en mi boca. Muevo los párpados.
  • Escúchame…, hemos tenido un accidente. Has terminado quedándote fuera del coche y no te puedes mover porque tienes parte del Jeep en el que íbamos encima de ti.
  • No puedo respirar – digo casi sin resuello.
  • Lo sé. Vamos a intentar levantar el Jeep. ¡Aguanta!, enseguida te sacamos.

Lo que sigue es un sinfín de gritos, instrucciones. Henry se ha puesto a mi lado. Levanto la vista lateralmente todo lo que puedo y consigo verle su cara.

  • ¡Henry! ¿estás bien? – le pregunto casi con suspiros.
  • Tranquilo Pablo. Estoy bien. Enseguida te sacamos, ¡aguanta!
  • Estoy aguantando – no sé si lo he dicho o solo lo he pensado.

Oigo un conjunto de gritos continuados y al momento siento un muy leve alivio, como si pudiera respirar mejor, pero a la vez un dolor insoportable me recorre todo el cuerpo y el grito que se me escapa no consigue calmarlo.

Al momento veo por el rabillo del ojo de nuevo a Alejo. Tiene la cara manchada de sangre y algunas heridas.

  • Pablo, ya hemos conseguido quitarte de encima el coche. Pero tienes una fractura abierta en la pierna. Estás perdiendo sangre, así que necesitamos poder darte la vuelta para inmovilizarte correctamente y aplicarte unos  primeros cuidados hasta que llegue la ayuda o te podamos evacuar.
  • Vale.
  • Te va a doler. Lo haremos lo más deprisa y seguro posible. – asiento con la cabeza.

Lo siguiente que sentí fue que me movían muy lentamente hacia atrás con lo que mi cabeza quedó liberada de lo que me oprimía por detrás, y  después se colocaron a mi alrededor y a la voz de Alejo me giraron con un movimiento firme y me colocaron encima de algo. El dolor volvió a ser tan fuerte que distrajo cualquier intento de percatarme de lo que sucedía. Cuando me recuperé o me acostumbré al nivel de dolor pude ver claramente un cielo de color ocre por el polvo en suspensión y las caras de Alejo, Henry y Yamal a mi lado.

  • Voy a inmovilizarte la pierna. Tengo que poner los huesos en su sitio. – y sin mediar palabra Alejo desapareció, pero noté al momento que el dolor se incrementaba durante una eternidad.

Cuando el dolor se estabilizó me di cuenta de que tenía cogido a Henry por el brazo…, intenté hablar, pero solo me salió un rumor…

  • Perdona Henry, ¿te he hecho daño?
  • No, en absoluto. Ahora lo que importa es que te podamos estabilizar y buscar la forma de sacarte de aquí.
  • ¿Y los demás? ¿Cómo están?
  • Tranquilo. El peor parado eres tú. Los demás tienen algunas magulladuras, pequeños golpes y cortes, pero nada grave.
  • ¿y esos gritos? – eran gritos de una persona sola, y no eran como los que había oído antes, eran gritos vestidos de llanto, de ansiedad o desesperación.
  • Es nuestro chofer. El pobre está desolado, dice que no supo evitarlo y por su culpa te ha pasado esto. Stefan lleva un rato hablando con él.

Alejo se acerca.

  • Bueno Pablo. Te cuento mi parecer. Tienes una fractura abierta, yo diría que de tibia y peroné, que he inmovilizado y limpiado con lo primero que teníamos a mano, pero necesitas una intervención. Creo que debes tener alguna costilla rota y no sé si alguna fractura o fisura en la rodilla o en el fémur, no quiero molerte la pierna más de lo que ya está y sin ponerte un calmante. En la frente tienes un golpe y cortes que ahora te limpiaré. Ya hemos hablado con nuestra base en Nouakchott avisando del accidente. Vamos a esperar un momento a ver si es posible que haya disponible un helicóptero, lo cual dudo mucho, para evacuarte a un centro hospitalario. Conociendo cómo funcionan las cosas aquí, ya he pedido que venga de camino una de nuestras ambulancias, que espero tarde menos de una hora en llegar. Podemos ganar tiempo si conseguimos meterte en el otro Jeep y caminar a su encuentro, pero no sería un trayecto cómodo, especialmente porque supongo que debes tener alguna costilla rota. Tú decides.
  • Lo dejo en tus manos.
  • Pues vamos a intentar colocarte en el otro Jeep y nos vamos todo lo seguro que podamos. El convoy esperará aquí a que llegue un refuerzo que también ya ha salido para recuperar el jeep siniestrado y nos seguirá más tarde.
  • Habrá que avisar al Centro en Dakar, para que sepan lo que ha pasado.
  • Stefan lo está haciendo. Nos volvemos todos a Nouakchott y ya volvemos en otro momento.
  • ¡Dios! Con lo que ha costado llegar hasta aquí. ¿Y no pueden seguir para ganar tiempo? – hablo a duras penas, es como si todavía me faltara aire.
  • Necesitamos el Jeep para volver, y en la cabina de los camiones no caben todos. Además, los cuatro que íbamos en el Jeep nuestro debemos regresar por precaución. Aunque nos sintamos bien debemos hacernos algunas comprobaciones.
  • Pues entonces, esperamos a los refuerzos y que el convoy prosiga después. No creo que por una hora más o menos la situación vaya a cambiar mucho. Henry, por favor, localiza mi maletín, en él están todos los permisos y la documentación de la expedición. Por favor, encárgate de llevar el convoy hasta el Centro. Nos reuniremos contigo lo antes posible. – en esto Stefan que se acerca - .
  • Pablo, no es necesario tanta prisa. Podemos organizar la salida para mañana o pasado.
  • Stefan tú sabes perfectamente cómo funcionan las cosas por aquí. Basta que no hagas lo que has dicho para que empiecen a pensar mal o a decir que los permisos ya no valen. Y nos estamos jugando mucho en esto.
  • Alejo, como le ves la pierna – le pregunta Stefan.
  • Es una fractura abierta – explica Alejo-, y ya se la he limpiado con los medios que tenemos de un botiquín, pero necesita una intervención para recomponer la rotura. Habrá que ver cuando lleguemos si hay disponibilidad para que lo intervengan de inmediato o si lo hacen mañana, pero al menos le podrán empezar a administrar antibióticos y suero. La urgencia está en evitarle el dolor y en mantenerle controlados los tejidos lo antes posible.
  • No hay más que hablar – sentencio -. Ustedes se vienen conmigo al hospital para que los vean también. No se van a quedar aquí esperando. Así que, Stefan, por favor, recompón la expedición y que sigan sin nosotros. Henry puede hacerse cargo y tanto Yamal como Abdul le ayudarán a la llegada. Nos reuniremos con ellos en breve, unos antes que otros, pero al menos tendremos garantizado el funcionamiento del centro.
  • Tú mandas – termina diciendo Stefan-. Alejo, ¿podemos hacer algo más para aliviarle?.
  • De momento que nos vaya diciendo si el dolor aumenta o no y mantenerlo firme y quieto.

El dolor era insoportable. Y tampoco es que pudiera respirar muy bien. Pero confiaba en que fuera la mejor decisión.

Ese pensamiento era el que me rondaba la cabeza entre puntas de dolor cuando una eternidad de tiempo después me encontraba mirando para el techo de una ambulancia junto a Stefan, Alejo, nuestro chófer y un sanitario que no apartaba la vista de mi y de mi pierna mientras iba haciendo unos primeros auxilios y curas a los otros tres.

Intentaba aguantar el dolor pensando en Isa. Y su cara era la que tenía fija en mi mente cuando de pronto sentí que el dolor iba en aumento cada vez más y de nuevo se apagó la luz.




  • ¡Qué pasa chapi! – es la voz de Nico al otro lado del teléfono.
  • Hola Nico. Oye ¿has sabido algo de Pablo? Ya pasan de las 12 de la noche y al menos conmigo no ha contactado.
  • No, conmigo tampoco y también me estaba extrañando.
  • El mensaje de esta mañana confirmaba que salía para Dakar y en teoría estarían en destino a media tarde. Si es así, sería la primera vez que no nos avisa.
  • Igual ha tenido problemas de cobertura, pero es raro. ¿has hablado con Isa?.
  • Carol habló con ella hace un par de horas y tampoco la había llamado. Le dijo que nos avisara si al final llamaba, pero seguimos sin noticias. Y he intentado llamarlo al móvil pero da como que está apagado.
  • Es extraño. De todas formas ahora poco podremos averiguar. Por la mañana intentaremos localizarlo nosotros.
  • Vale. Si te llama o consigues hablar con él, avisa.
  • Tranquilo, lo haré. Buenas noches.
  • Buenas noches.

Jose cuelga la llamada, pero se queda pensativo y preocupado. Sería la primera vez que no cumplen su “acuerdo no escrito” para cuando uno de los tres está de viaje. En su pensamiento queda fija la idea de por la mañana intentar localizarlo.



Jose acaba de terminar de vestirse. Son poco más de las siete de la mañana y se está preparando para salir hacia el hospital. En eso suena su teléfono, no reconoce el número que llama.

  • ¿Si?
  • Buenos días – es un español claro, pero con acento extranjero - , por favor, ¿podría hablar con don José Rodríguez?
  • Soy yo, ¿Quién llama, por favor?
  • Mi nombre es Johan Blebeck, y soy comisionado de Unicef para sus programas en África. Le llamo en relación a un colaborador nuestro,  Pablo Suárez.
  • ¿Qué le pasa? – el instinto de alerta de Jose se pone en guardia inmediatamente y agudiza todos sus sentidos. Su voz suena alarmada.
  • Tranquilo, tranquilo. Pablo ha tenido un accidente ayer mientras se dirigía a Dakar y está hospitalizado. No hay que temer por su vida, pero no está en situación de moverse.
  • ¿Qué es lo que tiene?
  • El jeep en el que viajaban volcó y quedó atrapado. El primer diagnóstico es fractura de 2 costillas y aplastamiento de otras 2, una fisura en el fémur y una fractura abierta de tibia y peroné. – la mente profesional de Jose se hace una composición inmediata de valoraciones y consecuencias -.
  • ¿Pero está consciente?
  • Si, si. Ahora ya está consciente. Al parecer tuvo un tiempo de desvanecimiento, según el doctor que le atiende por causa del profundo dolor que sentía.
  • Y qué es lo que le están haciendo o le van a hacer.
  • Las noticias que me han transmitido la gente que está con él y el doctor que le atiende es que lo han estabilizado, le han controlado la herida de la pierna y que piensan en intervenirlo quirúrgicamente para recomponerle la rotura.  He preferido primero llamarle, este es el primer número que tenemos registrado como personas de contacto. Durante la mañana averiguaré más y le mantendré informado.
  • ¿Dónde está?
  • Está ingresado en el Policlínico Hospitalario de Nouakchott, en Mauritania.
  • ¿Y no han planteado repatriarlo para tratarlo en España o en otro país?
  • Es una opción que estamos barajando. Si tenemos conformidad para traslado por parte del hospital, haremos lo posible por llevarlo a otro país y lo más cerca sería Las Palmas.
  • Yo le pido, por favor, que usen esa opción. Soy médico traumatólogo y no quisiera que le intervinieran a la ligera. Es más, quisiera ser yo quien le intervenga, así que voy a hacer todas las gestiones posibles para desplazarme a Nouakchott, pero vayan pensando en repatriarlo para que lo pueda intervenir aquí en Las Palmas o en otro país europeo incluso.
  • Haré todo lo posible. Pero comprenda que tenemos que seguir un protocolo..
  • Si, si…,¿este número que me sale en el móvil es válido para contactarle?
  • Si. Puede contactarme en cualquier momento.
  • Perfecto, por favor, consígame el teléfono del hospital donde está ingresado y de la persona que lo atiende para hablar con ella y avisarle de que voy y concretar con él lo que le están haciendo. No quiero que lo operen allí. Incluso voy a intentar cerrar un vuelo para desplazarme si fuera necesario,  pero por favor, haga todo lo posible para sacarlo de allí con urgencia.
  • Tranquilo, haremos todo lo posible. Lo único es que si quiere desplazarse allá, espere hasta que le confirmemos si se hace repatriación o no, por si usted se está desplazando y él está viniendo ya de regreso.
  • Yo haré unas gestiones para confirmar plaza por si me tengo que desplazar, pero esperaré noticias. En cualquier caso necesito hablar con el médico que le atiende.
  • Le conseguiré el número y le mantendré informado.
  • Gracias.
  • Adiós.

Según cuelga empieza a hacer gestiones. Primero una llamada a un compañero de trabajo para que le sustituya esta mañana en el hospital. Después se conecta a internet y ve qué posibilidades de vuelo hay para Nouakchott. ¡Maldición!, las opciones son o un vuelo directo a las 18:30 o ir por Madrid, con una carambola de vuelos y llegando más tarde.

Después llama a Nico.

  • Buenos días Nico. Tengo novedades sobre Pablo.
  • ¿Cómo está?
  • Pues no está bien. Ha tenido un accidente y está hospitalizado en Mauritania.
  • ¡Queee! ¿Qué tiene?
  • Al parecer sufrió un accidente de coche y tiene algunas costillas rotas y una fractura en la pierna que necesita intervención.
  • ¿Quién te lo ha dicho?
  • Me ha llamado un tal Johan, que debe ser el coordinador de Pablo y me lo ha contado. Estoy esperando que me pase el contacto del médico que lo atiende en el hospital para hablar con él. Están intentando conseguir su visto bueno para repatriarlo y voy a intentar agilizarlo hablando con él y de paso enterarme de lo que pasa con más detalles.
  • ¿qué puedo hacer?
  • Nada. Espera. Ya te iré contando, pero lo primero es averiguar realmente como está y ver si lo traen. En caso de que no lo traigan me voy para allá. No quiero que lo intervengan allí. Y si hay que hacerlo allí, lo hago yo. No me fio.
  • Si te vas para allá, me voy contigo.
  • Ya lo hablamos, pero igual sería mejor que te quedaras por si tienes que echarme una mano desde aquí.
  • Vale, lo vamos hablando.
  • Te dejo. Voy a contárselo a Isa y a Carol, y después a ver si consigo hablar con el hospital.
  • Perfecto.

Diez minutos después ya se lo ha contado a Isa, que se ha quedado algo desolada, y le ha pedido a Carol que hable también con ella y la tranquilice.

Dos interminables horas después le han pasado el teléfono del doctor que atiende a Pablo, y ya está hablando con él. Utilizando sus dotes persuasivas consigue que el otro médico no se sienta víctima de intrusismo ni intimidado, sino que lo vea más como una acción conjunta de colaboradores de la medicina y el bien del paciente al que  le gustaría estar cerca de los suyos. El otro médico no pone objeción alguna a que Pablo sea trasladado. Han comentado en profundidad las condiciones en que se encuentra Pablo, han  concretado un protocolo de actuación para el traslado y después de ponerse a disposición uno del otro, muy cordialmente terminan la conversación emplazándose mutuamente a conocerse en cualquier próximo congreso en el que puedan coincidir.

Llama inmediatamente a Johan y le pone al corriente de su conversación con el médico y de que no hay inconveniente para su traslado. Y una hora después, Johan le devuelve la llamada y le informa del plan que hay previsto.  Trasladarán a Pablo en un avión que irá a recogerlo desde Las Palmas y que saldrá a las 15:00 hora local. Llegará a Nouakchott sobre las 16:45 y esperan que pueda salir de regreso sobre las18:00. El hospital de Nouakchott ya está avisado y está organizando su traslado al aeropuerto en una ambulancia de Cruz Roja. Johan le ha dicho que, si quiere, puede ir en el avión que va a recogerlo con junto con el personal sanitario, invitación que Jose acepta sin dudar. Finalmente comentan sobre el hospital de Las Palmas donde lo ingresarían, lo cual alegra también a Jose puesto que es un hospital en el que él también ejerce de traumatólogo. Se despiden y quedan en volver a hablar durante la tarde si hubiera alguna noticia más.

Jose llama inmediatamente a Nico y a Isa y les pone al tanto de las últimas noticias. Después llama a algunos colegas del hospital y reúne un equipo dispuesto a personarse en quirófano para el caso de que pueda operar a Pablo esta tarde-noche. Avisará a uno de ellos a la salida de Nouakchott y éste se encargará de avisar a los demás. E inmediatamente se dispone a preparar todo para, con las instrucciones recibidas de Johan, estar puntualmente en el aeropuerto a las 14:15.

El avión aterriza en Nouakchott a la hora prevista. Jose y los sanitarios esperan en el avión junto con un delegado de la aseguradora  que se ha encargado de la tramitación para Unicef de la repatriación, hasta que llega la ambulancia sobre una media hora después. Jose salta del avión desde que abren la puerta de la ambulancia y se aproxima a Pablo, y mientras hace un reconocimiento visual de su aspecto, especialmente de su cara, se inclina sobre él para besarlo y abrazarlo.

  • Mira que hacer esto para que te viniera a buscar. ¿es que no podías llamar como cualquier otra persona normal?
  • Es que el teléfono no funcionaba – y los dos ríen mientras se apretan una mano.
  • ¿Cómo estás? – le pregunta Jose.
  • Molido y dolorido.
  • Eso ya lo intuyo. Pero lo que quiero es que me cuentes exactamente qué te duele, cualquier cosa que por pequeña sea distinta de lo normal.
  • Pues tardaría días, porque me duelen hasta las pestañas.
  • Bueno, ahora en el vuelo de vuelta me vas contando, vamos a ver si estos aligeran el trámite y nos podemos ir ya.
  • ¿Cómo está todos? Isa, Nico, Carol. Paula…
  • Todos están bien, y locos deseando que vuelvas ya, aunque sea hecho un cromo.
  • No sabes cómo los he echado de menos este último día.
  • Ya.., me imagino. Para nosotros fue un palo, pero tranquilo, que volveremos a coger la buena onda.

Cambian a Pablo a la camilla que va anclada en el avión y después de resolver los papeleos, la ambulancia se va y quedan a la espera del permiso para despegar, el cual se retrasa casi media hora, tiempo que aprovecha Jose para comprobar por sus propios medios el estado real de Pablo.


Jose ha avisado a la salida de Nouakchott a su colega del hospital para confirmar que tiene  la determinación de empezar cuanto antes con la operación. También avisa a Nico que vayan para el hospital y que le esperen allí, que él los localizará a la llegada. Solo ha dejado que Pablo le haga un saludo muy fugaz desde su teléfono, pero sin entretenerse ya que le ha administrado un sedante para que no tenga molestias durante el vuelo.


Isa, Nico, Carol y Paula están sentados en el hall principal del hospital en Las Palmas. Aunque Nico ha comentado que según Jose, Pablo está bien, la preocupación no desaparece de sus semblantes, especialmente del de Isa, que en todo momento está siendo arropada por Carol. De pronto,  Jose aparece por uno de los ascensores se dirige e ellos y los saluda. ¿Cómo está? Es la pregunta general que todos hacen.

  • Está bien. Cansado y magullado, pero bien dentro de lo que tiene. Vamos a hacerle unas placas y si todo sale como esperamos, lo operamos esta misma noche. – lo dice mientras le pone a Isa una mano en el hombro.
  • Gracias Jose – es su respuesta.
  • Vamos para que lo vean antes de que le hagan las placas – Y cogiéndole la mano a Carol gira sobre sus talones y los guía por un laberinto de pasillos hasta una sala muy parecida a un quirófano, fría y estéril, en la que está Pablo tumbado en una camilla y atendido por un enfermero y una enfermera que le están haciendo preguntas.
  • ¡Pablo!, Isa se adelanta y corre hasta donde se encuentra.
  • ¡Hola pequeña! - Es la respuesta de Pablo. ¿Cómo estás?
  • ¡Mejor que tú!. – dos lágrimas de frustración corren por sus mejillas mientras recorre con sus ojos todos los puntos de la cara de Pablo - Me has tenido muy preocupada.
  • ¡Ay esos ojos!¡cuánto los he echado de menos, y a su dueña!.
  • Yo también te he echado mucho de menos… - y acercando sus labios se besan profundamente.
  • ¡Ehhhh! Que aquí hay más gente que quiere saludar, no te lo quedes para ti sola – le dice Carol. Isa se aparta lentamente y entre risas los demás se acercan y le saludan hasta que un momento después interviene Jose.
  • Chicos, vamos a empezar. Tenemos que llevarnos a este muchacho para el taller. Les aviso desde que terminemos, pero va a llevar tiempo.
  • Dale una buena mano de pintura, apostilla Nico, y no escatimes en repuestos ¡eh!.
  • Tranquilo, que va a quedar como Robocop – a lo que Isa inmediatamente le suelta un ¡Noo!, junto con un puñetazo en su hombro.
  • ¡Vale, vale!. ¡Ay!..., a ver si vas a lesionar al chapista y te lo dejo torcido. – y cuando ve que los ojos de Isa se encienden  se apresura a decir - … ¡es broma!, ¡es broma!.
  • Lo sé – le dice Isa, y acercándose le da un beso en la cara a la vez que le dice “gracias”. Le suelta la mano a Pablo, la cual le ha tenido cogida todo el tiempo, y dándole otro beso correspondido se despide de él hasta más tarde.


Algo más de tres horas después, Jose vuelve a aparecer, todavía  sin quitarse la bata de cirujano

  • Ya hemos terminado – anuncia-. Todo ha salido bien. Le hemos reconstruido la rotura implantándole unas placas; hemos asegurado  la pierna para corregir una fisura que tiene en el fémur; afortunadamente la rodilla está bien, ha aguantado bien los golpes que se ha tenido que llevar; un colega le ha corregido una de las costillas rotas que tenía pinta de ponerse a dar la lata más de la cuenta más adelante; las otras costillas se recuperarán poco a poco…; y en cuanto a la cabeza – hace una pausa y con voz seria prosigue – solo tiene un golpe lateral pero ya no hay remedio…, seguirá siendo tan convincente y persuasivo como hasta ahora. – Mira a sus interlocutores – no tiene nada – afirma a la vez que ríe, pero inmediatamente hace un gesto de disculpa al ver las caras de sobresalto tornadas a rabia que le habían puesto -.  Ahora toca esperar a que despierte. Las dos horitas que va a tardar en hacerlo hasta le vendrán bien para que descanse. No lo habrá podido hacer en todo este tiempo.
  • ¿Seguro que todo ha ido bien Jose? – le pregunta Isa como si el hacer la pregunta fuera a destapar cualquier sorpresa desagradable.
  • Seguro Isa. Confía en mí. Todo ha ido bien. Dejemos que descanse y tú misma te darás cuenta en cuanto se despierte. – Ella asiente con la cabeza.
  • Venga, vamos a tomar algo, si es que en este hospitalucho se puede comer algo a estas horas – dice Nico, seguro de que su comentario va a hacer cambiar de conversación y a distraer en algo las preocupaciones que todavía están revoloteando en sus cabezas.
  • Buena idea – le sigue Jose – Vamos a ver qué especialidad tiene el chef.

Y entre bromas y sarcasmos, cinco amigos se dirigen hacia no se qué recóndito lugar de unas instalaciones hospitalarias para intentar saciar un apetito ausente y coger fuerzas con las que vencer la espera que después les llevará a un más que seguro feliz reencuentro.



… / …


Seis figuras sentadas sobre un montículo y recortadas sobre el contraluz de un sol que se despide del día acostándose sobre las montañas de arena que protegen el borde de la costa tranquila y serena que tienen justo delante,  observan en silencio y abrazados dos a dos, el lento y sensual cambio  cromático y de tonalidades del cielo y sus reflejos cristalinos en el agua.

A pocos metros y a sus espaldas queda el nuevo Centro Logístico de Acciones Cooperantes de Unicef y Cruz Roja Internacional para África Occidental,  Inaugurado hace algunas semanas y ya a estas alturas del año funcionando con muy buen ritmo y expectativas.

Transcurrido un buen tiempo desde que el sol se escondió, y con los últimos destellos de claridad que asoman en el cielo, las seis figuras se miran sin cruzar palabra, y tras un gesto de asentimiento de una de ellas, se levantan y empiezan a descender del promontorio en el que estaban en dirección al Centro. Una de ellas camina con su brazo por encima del hombro de otra y apoyándose en una muleta, con paso firme pero cuidadoso.

Al llegar a la entrada del Centro, una furgoneta les espera, y junto a ella, Alejo, Stefan, Abdul, Yamal, Kahir, Abdoula y Henry, que aunque forma parte del grupo que se va, prefirió esperar en el centro mientras los otros hacían su personal y particular despedida del lugar.

  • Chicos, ha sido un enorme placer conoceros y tenerles por aquí aunque haya sido por poco tiempo. Por favor, volved cuando queráis. – Es la voz de Stefan que hace de portavoz.
  • Muchas gracias Stefan – Nico hace de interlocutor -. Sobra decir que nos quedamos con ganas de estar más tiempo, pero eso será para otra ocasión. Y, por supuesto, seréis todos bienvenidos a Las Palmas cuando quieran. Solo tienen que decirlo.

Uno a uno, incluyendo a Henry, se van despidiendo del resto y cruzando sinceras palabras de agradecimiento y confraternización.

  • Cuídame al muchacho ¿vale? – Es lo que Alejo le dice a Isa al abrazarla y despedirse de ella.
  • Lo haré. Te lo prometo. Y gracias por todo lo que has hecho por él.

Pablo, apoyado en su muleta, saluda, abraza y se despide, sin decir palabra, de cada uno de los que han sido colaboradores y que ahora han recogido el testigo de dar vida y continuidad al Centro. Sus caras, sus ojos y sus gestos hablan más que cualquier discurso ocurrente. Personas aparentemente duras, curtidas en solventar mil problemas, incluso con origen en culturas muy distintas y que en momentos como este dejan vislumbrar el verdadero alma que a cada uno les acompaña y les guía, el de un ser humano que valora la esencia de las personas, sea de la raza que sea, sea de la creencia que sea.

Al final, Pablo sube a la furgoneta y saludando desde una de sus ventanas ve como poco a poco queda atrás un grupo inolvidable de personas. Sabe que se cierra un capítulo de su vida. Pero está convencido de que este en concreto le va a acompañar durante mucho tiempo y que hará lo posible por mantener unidos a sus protagonistas.

Mientras la furgoneta enfila la carretera hacia Dakar, a unos pocos kilómetros, Isa le mantiene cogida la mano.

  • ¿Estás bien? – le pregunta en voz baja, y Pablo asiente con la cabeza.
  • Estás serio, ¿en qué piensas? – le pregunta de nuevo.
  • Muchas cosas. Y la primera que espero que todo este esfuerzo sea perdurable en el tiempo.
  • Pablo – es Henry que está justo delante de Pablo y se vuelve para hablarle -, alguien me dice siempre que nosotros somos agricultores y que plantamos esperanza. Pues yo te digo que esta plantación está muy bien hecha, que el fruto crecerá fuerte y que los agricultores que se quedan velarán por ello. – Pablo sonríe.
  • Sí, eso me suena. – le tiende la mano a Henry y ambos la estrechan fuertemente. – Mira a Isa, que se muestra algo incrédula.- Esa frase es mía, por eso me la está recordando.
  • Pueden sentirse muy orgullosos de lo que han logrado – sentencia Isa.
  • Lo estamos – apostilla Henry, y Pablo ratifica asintiendo.


Pablo hecha una última mirada hacia atrás, se recoloca, atrae hacia sí a Isa y después de mirarla un buen rato a los ojos sella su consentimiento a que le siga robando su corazón con un beso tierno y prolongado mientras los ojos de ambos se cierran para conectar su imaginación: Nunca hay un final. Todo es un principio.

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