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martes, 21 de diciembre de 2010

¡Y se armó un Belén!

¡Y se armó un Belén!.

Cuánta verdad con esta expresión que puede significar  el comienzo, tanto de un tiempo de ambiente y festividad navideña,  como el de una revuelta de campeonato. Este mundo está hecho un Belén.

 

Francisco Cases, en una reciente charla, hizo un recorrido muy significativo por las distintas clases de figuras que podemos encontrarnos en un Belén:

-          Figuras que son Luz.

-          Figuras que reflejan la Luz

-          Figuras que guían hacia la Luz

-          Figuras que buscan la Luz

-          Figuras que "pasan" de la Luz

-          Y, figuras que quieren apagar la Luz.

 

Las figuras que me interesan en este momento, que también están perfectamente definidas en  cada una de las clasificaciones anteriores, no son las que pacientemente colocamos en los Belenes de nuestras casas, sino las de carne y hueso con las que convivimos a diario y que forman el Belén de nuestra propia vida, ese que está montado todos los días del año, y que lejos de ser estático, tiene a sus figuras continuamente en movimiento, interactuando y, desgraciadamente, generando conflictos. Tantas figuras dispares como pensamientos y personalidades podamos imaginarnos.

 

Es cierto. En nuestro Belén cotidiano tenemos figuras que son Luz. Líderes que hacen historia. Llevan su cortejo de seguidores fieles que a modo de espejos reflejan su misma Luz. E incluso los hay que, de motu proprio, alientan y animan estableciendo y allanando caminos hacia esa Luz.

Afortunadamente, y frente a los que les importa un comino todo (que todavía los hay), creo que la gran mayoría somos los que intentamos encontrar esa Luz. Lo difícil no es encontrar una Luz (hay montones). Lo difícil es encontrarla y saber que es buena, porque por desgracia hay muchas luces artificiales, de conveniencia, que tienen una duración proporcional a los intereses que planifique conseguir el que se defina como su líder. De estas luces hay a montones. Y encima usan circuitería sicológica, informática y mediática para atraer más la atención.

Frente a esto les propongo un ejercicio. Busquen a las últimas figuras: las que quieren apagar la Luz. Si analizamos esas luces que quieren apagar, con casi absoluta certeza que entre ellas encontraremos más de una buena. A veces hay que apagar luces: las que nos hacen daño. Pero el resto seguro que algo bueno tienen que decir o aportar.

 

Desgraciadamente, en muchos casos la culpa es nuestra, porque somos nosotros con nuestros propios mecanismos democráticos los que ponemos esas figuras en el Belén, y una vez que tienen carta blanca para actuar, se olvidan, no solo de los que hicieron posible que esté ahí, sino de la razón principal por la que están, y se dedican a su guerra particular. Encandilan mucho, pero todo son palabrerías.

 

Una reflexión: si somos los que hemos puesto determinadas figuras en el Belén, ¿por qué no las podemos quitar?

 

Mientras maduro esa reflexión, prefiero seguir siendo Rey Mago. Buscar mi propia Luz, la que me convenza y deje en paz conmigo mismo. Y por el camino recoger todo lo que pueda aprender, y regalar lo poco que sé sin pretender nada a cambio.

 

Mis mejores deseos de PAZ y sabiduría, para poder definir el mejor Belén de nuestra vida.

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