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jueves, 30 de diciembre de 2010

El Patio de mi Ciudad

Erase una vez un hombre A y un hombre B, que luego de vivir en armonía en una parcela, empezaron a disputarse más espacio en la misma. Y empezaron las peleas. Peleas sin ton ni son, de sí, porque sí, de no, porque no. Al final la pelea se mantiene sobre una misma parcela, pero en realidad, ya es como si existieran dos, e irreconciliables. Se instauran fronteras intraspasables.

Es a partir de entonces cuando cobran vida otra clase de hombrecillos: los interesados. Figuras que lejos de arbitrar y buscar una solución consensuada, van tomando posicionamiento por uno o por otro en función de quien les parezca que tiene más poder, y, por tanto, les pueda sacar más partido en el devenir futuro.

 

Pero aparece un hombre C, que hasta ahora no había despertado atención alguna, pero que está adquiriendo un poderío determinado (el ámbito me da igual). Y lejos de, simplemente, valorar eso que han llamado poderío, el hombre A y B lo ven como un enemigo. Solo entonces, cuando ambos han visto o creído ver en peligro sus parcelas en discordia, se ponen de acuerdo en algo: solos no hacemos nada, pero si nos unimos, podemos hacerle frente.

Y los que hasta hace un segundo eran enemigos, pasan a formar una alianza con un mismo objetivo.

En este punto se realizan varios movimientos de ficha. Los hombre A y B, por lo general intentan tomar posiciones y agradar (caer en gracia) al hombre C. Y por ende, los hombrecillos circundantes de cada uno optan o por seguir son su pupilo, o incluso probar suerte con el nuevo, a costa incluso de retirar su apoyo al hasta ahora sponsorizado (todo dependerá de dónde vean más posibilidades de "salir ganando"). Y lo que antes era pelea de dos se traslada a un escenario de 3, donde ya son multitud.

 

¡Pero aparece  un hombre D! Y vuelta a empezar. El trinomio A-B-C termina haciendo frente común a lo que creen un peligro potencial que amenaza su yo individual reconvertido en una alianza de conveniencia.

Nuevos movimientos de ficha, nuevas alianzas, nuevos intereses…, nada nuevo.

 

Conclusión: Las "peleas" o rencillas solo se superan (o se olvidan) cuando aparece un peligro o amenaza superior que afecte a todos los "protagonistas".

 

Sirva este ejemplo metafórico para introducir lo que realmente quiero plasmar en estas líneas.

Hoy por hoy me preocupan muchas cosas y de muy diversa índole. Pero una de las que más me preocupan es mi entorno inmediato, mi ciudad. Y veo que aquellos que han sido elegidos para gobernar y para hacer seguimiento a los que gobiernan, están enfrascados en sus propias rencillas y peleas de protagonismo, utilizando para su fin cualquier medida, aunque esas vayan en contra de los mismos principios que enarbolan. Todo sea por la causa: El arte de la guerra ha llegado hace tiempo a la política.

Frente a los problemas, lo que interesa es despistar al enemigo, acorralarlo con cualquier cosa que valga. El objetivo: hacer mella en su imagen y su credibilidad. La ignorancia sigue siendo fuente de ingresos para muchos. Y a todo esto los problemas siguen sin resolverse.

Si la corporación dice algo, la oposición no valora lo que dice, sino busca como utilizar lo que ha dicho para poder argumentar que lo hacen pésimo y que ellos si lo hacen bien.

Si la oposición dice algo, la corporación tampoco valora lo que dice, sino que hace lo mismo.

Da igual que lo que se haya dicho por una u otra parte sea cierto. Se maneja a conveniencia. El sentimiento de poder (o de falsa popularidad) normalmente siembra entre los que se creen que lo tienen cierto aura de "intocable", y hace que traten a su prójimo o interlocutor como un analfabeto.

Cada parte está volcada, gastando esfuerzos y fondos, incluso públicos (no olvidemos que tanto los ayuntamientos como los partidos están financiados con fondos que salen de las nóminas de los cada vez menos trabajadores), en demostrar que ellos son los mejores y que los otros no.

¡El barco se hunde, pero mi camarote es el más limpio!

 

Hay muchas personas que no me gustan, pero ello no significa que inicie una cruzada a cualquier coste contra ellas. El que no me guste no es incompatible con que pueda compartir algunas de sus ideas si van en beneficio de mi comunidad. Me importa un pimiento que después quiera pregonar que la idea fue suya.

 

Como bien leía en un comentario de un artículo hace algunos días, el día que podamos votar a las personas por su propia valía, personalidad y experiencia, y no como floreros de cristal dentro de partidos, a merced del florista de turno, seguro que los problemas se atajan de una forma mucho más satisfactoria para todos.

 

El patio de mi ciudad está revuelto. Está sucio. Nadie tiene culpa. Nadie hace nada.

Voy a ver si busco un "Peligro o amenaza" bien grande que pueda estar interesado en  entrar en el patio de mi ciudad, a ver si consigo que los que allí campean, los que no tienen culpa pero no hacen nada, por una vez arrimen el hombro y se pongan de acuerdo.

 

 

 

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