No te lo pierdas

martes, 16 de octubre de 2012

Capítulo 4 - Confidencias

Holaaa, ¡qué sorpresa más agradable!. – Es lo que digo cuando respondo la llamada que acaba de entrar en mi móvil, y no puedo negar que me encanta oír su voz.

Hola. Te dije que te llamaba y lo he hecho. Yo también cumplo mis promesas – me dice.

Nunca lo he dudado señorita. ¿Cómo llevas el día?

Bien, bien. Intentando aprovecharlo – es su respuesta.

Así me gusta. Los días son para aprovecharlos, sea como sea. – le digo.

Si, lo sé. ¿estás trabajando? –

Si. Haciendo algo por el país… - digo en tono gracioso.

¡Ah!, vale… - su respuesta suena apagada.

¿Por qué lo dices? – me apresuro a decirle, a lo que me responde – No, nada, nada…- pero no me suena convincente.

Venga ya, ¿sombras de nuevo? – le digo en tono desafiante – algo ibas a decirme, así que… - y me quedo esperando.

No…, es que…, estoy en el parque con Ana…, todavía voy a estar un rato más…, y…, era solo por si querías y te apetecía venir…, pero no pasa nada. – me dice como si tuviera vergüenza de decirlo.

Una de las ventajas de ser tu propio jefe es que puedes organizar el tiempo a tu manera y decidir lo que es prioritario en cada momento. Y como la proposición que me haces me encanta, voy a dar por finalizada mi jornada laboral de hoy y me acerco. ¿Dónde estás? – lo he dicho de una forma que suene tranquilizadora.

En los juegos del parque de San Telmo  - me dice.

Vale, pues en un momento estoy por ahí. Hasta ahora. – oigo otro "hasta ahora" y colgamos.

 

Al salir de las escaleras del aparcamiento del Parque de San Telmo me giro hacia la zona en la que están los juegos y después de un momento, la veo. Está de pié junto a la valla que bordea el recinto de juego. Me acerco. Mientras lo hago observo que está atenta a las evoluciones de una preciosa niña de pelo castaño, vestida con camiseta blanca y pantys de color gris que está sentada en un balancín riendo y meciéndose adelante y atrás. Al llegar a su altura, un par de pasos por detrás, me quedo quieto durante un momento observándolas. Levanta la cara como para mirar el entorno y al girarse un poco, me ve. Se sorprende y ríe a la vez - ¡hola! ¿qué haces? – me pregunta.

Solo observaba un cuadro perfecto – le digo a la vez que elimino los dos pasos que nos separan. – Hola – le doy dos besos en la mejilla - ¿todo bien?.

Si, si. – pasan dos segundos  -  ¡ah!  y gracias otra vez – me da otro beso en la mejilla y cuando le pongo cara de incomprensión me dice – por el detalle de esta mañana.

Te mereces eso y más. Tú lo has dicho, es solo un detalle.

Sí, pero es muy bonito – y se gira para ver a la niña, que la está llamando.

Mami, ¿puedo ir al barco? – le pregunta la niña.

Sí, pero un ratito, y tienes que tener cuidado que los niños son más grandes, ¿vale? – Y al momento nos vemos siguiendo su estela que ha cruzado al recinto de al lado donde una construcción a modo de barco pirata deja pasar por sus entresijos una infinidad de chiquillerío que no se cansa de correr a su alrededor, subir por infinidad de cuerdas, escalones, barras de deslizamiento o simular batallas invisibles.

La niña se dirige a la parte de abajo, a una especie de cuadrado donde hay una barras con ruedas que giran y se desplazan y otras con tacos de madera que forman una especie de puzle entrelazado.

Nos sentamos en un muro con forma de banco continuo que limita parcialmente el recinto.

En un momento la niña se acerca a pedir agua, y mientras Elena  saca de una mochila pequeña una botella para dársela, la niña le pregunta disimulando exageradamente como para que yo no la oiga – Mami, ¿quién es ese señor? – a lo que Elena le responde – Cariño, es un amigo. Se llama Iván – la niña empieza a beber de la botella mientras me mira con la cara algo agitada por sus carreras – Iván, mira, te presento a Ana – dice Elena.

Hola Ana como estás – y le tiendo la mano como para saludarla. Cuando hace que me va a saludar me inclino cual príncipe y dándole un beso en el dorso de su mano le digo – Encantado de saludarla señorita, ¿o debería llamarla princesa? – y recibo por respuesta una risita que contagia. Manteniéndome inclinado hacia ella le digo - ¿me das un beso, hermosa princesa? – a lo que se acerca riéndose, me da un beso en la mejilla, y acto seguido sale corriendo hacia los juegos.

No sé qué tengo que asusto a las mujeres de esta familia…, - digo todavía inclinado, y Elena se ríe. Me incorporo y mirándola le digo – es preciosa, como su madre.

Durante un tiempo permanecemos callados, simplemente mirando las evoluciones de la niña. Elena parece relajada, o al menos todo lo que puede estarlo a la vez que vigila a su pequeña, la cual, preocupada solo por su mundo de juego y fantasía, disfruta de su divertimento.

Te estás aburriendo – dice Elena en un momento, a modo de afirmación categórica, y sin quitar ojo a la pequeña.

En absoluto. ¿En qué te basas para decirlo? – le pregunto.

En que estás aquí, sentado en un parque infantil, sin hacer nada…, y posiblemente podrías estar haciendo mil cosas mejores. – me dice finalmente.

¿Para ti estar sentada en un parque infantil, sin hacer nada, viendo a tu hija divertirse es aburrido? Porque la impresión que tengo es que no, con toda la carga de "obligación" y responsabilidad que el hacerlo pueda suponer. – le indico.

Para mí no es aburrido, pero tú si te aburres, o a lo mejor estás por obligación – dice en un tono que noto algo nervioso.

Mira Elena, te recuerdo que fui yo quien te pedí que alguna vez me dejaras compartir estos momentos. Y te vuelvo a repetir que cuando te digo las cosas lo hago con toda la sinceridad que tengo. Nunca he hecho las cosas para "quedar bien", sino porque realmente me apetece hacerlo, y sin esperar nada a cambio. Cada cual tendrá sus prioridades y tendrá sus gustos construidos de una forma u otra, y los míos creo que los tengo claros. Aunque tú te empeñes en pensar que me estoy aburriendo, no te imaginas lo a gusto que estoy simplemente viéndolas a ustedes dos. Y lo alegre que estoy de que me hayas invitado a venir. Pero si te resulta incómodo o no te apetece que este aquí, dímelo que me voy. No quiero que te sientas "obligada" como tú dices, para nada. Debes hacer las cosas porque te apetezca. – y espero a ver su reacción.

De verdad que me apetece que estés, pero…, es que me resulta extraño que quieras pasar tu tiempo así. – me tranquilizo, porque al menos no veo crispación ni dudas en su reacción.

Ya te lo dije, esto va de compartir, y me encanta hacerlo contigo…, y con tu pequeña, si ella me dejara, claro. – y la señalo – ¿no te encanta ver como disfruta?.

La verdad que sí. No me canso de mirarla. – me afirma.

Dejamos pasar otro momento en que solo la algarabía de los chiquillos jugando se interpone entre nosotros.

Ana se acerca y Elena le pregunta si quiere merendar - ¿podemos ir al Macdonald? – le termina diciendo la pequeña con una cara mezcla de alegría y súplica. Después de unos segundos, mientras Elena le recoloca su pelo y su ropa le dice – … pero compramos el happy-meal y te lo comes paseando ¿vale? - ¡Vale!, ha sido la respuesta de la pequeña. Elena me mira y me dice- ¿nos acompañas? – a lo que le respondo – si no me lo llegas a pedir tú, te lo hubiera pedido yo. Y nos disponemos a marcharnos.

¡Oh!, pero a lo mejor tú quieres tomar algo en MacDonald – me dice de repente como dándose cuenta de algo – yo es que odio comer con el bullicio del local de aquí – y la tranquilizo diciéndole que tampoco entra en mis gustos hacerlo.

El McDonald está según salimos del parque cruzando  hacia la calle de Triana y no tardamos en llegar. Momentos después vamos por esa calle detrás de una pequeñaja que va dando saltitos y comiéndose unos nuggets  mientras su madre le mantiene la cajita del "happy-meal" con el juguete de turno, un muñeco-artefacto que no consigo ubicar..

¿Cuánto tiempo hace que estás sola con Ana? – le pregunto.

Desde que tiene año y medio – y hace una pausa mientras mira a la niña como si una tonelada de recuerdos le vinieran encima.

¿Y la relación con su padre? – vuelvo a preguntar.

Bien. Al menos es lo que yo veo por lo que hablo con ella y lo que me cuenta. Ella solo ve que pasa un tiempo con uno y con otro. A veces preguntaba que por qué no íbamos juntos a algún sitio, y la verdad es que era muy duro intentar darle cualquier justificación. Después de un tiempo dejó de preguntarlo. El padre y yo hablamos poco, lo justo para intercambiar consultas. Nos llevamos bien, no ha sido una separación muy traumática, al menos de cara a la niña, pero… - un silencio mientras creo que ordena sus ideas – al final es una persona que elude sus responsabilidades, aunque mientras está con ella no lo da a entender.

Camino a su lado, en plan discreto, dejando que aproveche el momento para que se desahogue o exteriorice sus pensamientos, si quiere. Y parece que sí…

El que Ana naciera, para mí fue un regalo del cielo, pero para su padre parece que fue un obstáculo. No digo que no la quisiera, sino que prefería hacer otras cosas a estar con ella. Eso y que parece que a partir de entonces no encontraba conmigo lo que quería y prefirió seguir buscando… - lo dice mientras hace un gesto de encogerse de hombros – sinceramente espero que lo encuentre, pero que no afecte a la relación con su hija. Ya le cuesta bastante quedarse con ella los fines de semana alternos, porque por las tardes es muy rara la vez que llama para decir si se la puede llevar. De hecho este fin de semana Ana está conmigo, el viernes es su cumpleaños y el padre me ha pedido de recogerla él en el cole y llevármela a casa, porque después tiene "no sé qué compromiso". – y recalca esto último con cierto sarcasmo – ¡Como si su hija cumpliera todos los días! Es lo de siempre.

Es triste – le digo – que no tengas el apoyo incondicional de alguien que es tan importante en la vida de la pequeña. Sé que fuera del agua se nada muy bien, pero no alcanzo a entender que alguien se desentienda de algo tan precioso como puede ser un hijo, o que lo vea como un obstáculo en su vida.

Yo tampoco lo entiendo – me dice -, pero prefiero no remover y no enfrentarme porque eso significaría problemas añadidos para Ana, y la pobre no tiene culpa…

No, no tiene – afirmo -…., ¿y tú como lo has llevado?

¿Yo? – me pregunta como si le preguntara por algo extraño -, pues tirando. Un día tu pareja te dice que no está a gusto con lo que hace, que no es lo que había pensado para su vida y que necesita cambiar, buscar lo que le falta, y ser independiente ¿Cómo se te quedaría el cuerpo?  - ….. – No sé el tiempo que tardé en reaccionar. Siempre pensé que los problemas previos eran agobios momentáneos por los caprichos que tenía y porque de alguna forma quería eludir responsabilidades. Pero de ahí a que te dijera, de ahora para después, que "me voy porque no me gusta lo que hago o esto no es lo que quiero", hay un abismo. Durante el proceso de separación cedí en todo lo que pude, de forma que hubiera la menor discusión posible, excepto en aquello que entendía podía afectar al bienestar de Ana. Posiblemente quedé como una tonta, pero antepuse a Ana por encima de todo. A partir de entonces me refugié en ella, y con ella. Y sola he continuado, intentado que le afecte lo menos posible. Bueno, sola y con la ayuda de Maite, que ha sido mi paño de lágrimas y mi apoyo desde el primer momento. Nunca le agradeceré el tiempo que me ha dedicado desde entonces y el que me haya aguantado.

Bueno – le interrumpo –, no conozco muchos pormenores pero te puedo asegurar dos cosas. La primera, que estás haciendo un gran trabajo, contigo y con tu hija. Y si no, fíjate en ella. Está alegre y disfruta con su madre, sus miradas son de adoración pura. El no sucumbir ante este tipo de adversidad ya es mérito más que suficiente para sentirte triunfadora. Y segundo, tu hermana está muy orgullosa de ti. Y si no lo ves, es que todavía te estás examinando a ti misma, cuando en realidad ese examen no es para ti.

Me da mucha pena que no pueda tener a su padre día a día.  – me dice como en una lamentación.

Qué prefieres – le digo a modo de encuesta -, ¿un padre a diario pero invisible, o una madre volcada en su hija y que intenta suplir de todas las formas que conoce e inventa esa carencia?.

Prefiero un padre "visible" y que le dé cariño a su hija. – responde tajantemente.

Desgraciadamente, cuando algo no se tiene no se puede valorar. Y creo que Ana lo que sí valora es a su madre, la que ha estado con ella todo este tiempo. Ella tiene a su padre, pero lo tiene a ratos y para ratos buenos, supongo, con lo cual, no está echando en falta nada. Lo único es que tendrás que vigilar y prestar especial atención en que él no le permita a Ana aquellas cosas que tú no le has permitido, porque entonces te estaría generando un problema.

Esa parte creo que la tengo controlada – me dice con cierta satisfacción – aunque algo me ha costado. Es posible que alguna cosa le permita, porque me doy cuenta, pero son cosas menores. Dentro de lo poco que hablamos, lo que sí le dejo claro son las costumbres que tiene y los valores que le estoy inculcando, y no permito que él quiera cambiarlos. Si en su momento eludió sus responsabilidades, no puede interferir en las mías, y, de momento, no lo hace.

Pues entonces, no te preocupes – le digo -. Sigue haciéndolo como hasta ahora y tú misma te darás cuenta con el tiempo del gran trabajo que estás haciendo – le señalo con las dos manos a Ana, que sigue delante, jugando a algún baile imaginario y dando buena cuenta del final de su bolsa de papas fritas.

¿Puedo ser egoísta? – le pregunto, y me mira como desconcertada. - ¿Has tapiado la parte de tu corazón destinada a los hombres?.

Si – me responde, aunque no ha sonado tajante -, … o al menos eso creía.

¿Significa eso que puede existir la "posibilidad" – y recalco esta palabra - de que no me veas como un capullo irresponsable? – le pregunto.

Hasta ahora no me has dado motivos – me dice, aunque sigo captando que hay temores escondidos en sus palabras.

¡Bien, entonces tengo alguna posibilidad! – lo digo como si hubiera alcanzado la cima de la mayor de las montañas.

Me mira, nos miramos; …sonreímos.

Soy muy persistente – le advierto – y no me rindo fácilmente.

Ya me he dado cuenta – me advierte.

Espero que no sea un problema… - digo como a regañadientes.

Mientras exista respeto no tiene por qué serlo – dice finalmente.

Seguimos caminando a pasos lentos, sin quitar la vista de la niña que va a nuestro lado a ratos, delante a otros, y totalmente ajenos a la gente que pasa. De hecho creo que ni nos hemos dado cuenta de que hay gente, estamos aislados en un mundo particular que ocupa nuestras prioridades y pensamientos desde hace un rato. Ana le reclama a su madre una muñeca que había estado "olvidada" mientras ella comía y vuelve a sus juegos a la vez que sigue caminando, pero ahora cogiéndole la mano a Elena y haciendo como que está paseando a su "pequeña".

Elena la mira y se ríe. Se nota que se regocija de las ocurrencias de su hija a la vez que cada uno de esos instantes son una recarga de alegría en su vida.

¿Cambiarías eso por algo? – le pregunto, y cuando me mira le indico a su hija.

No – me dice mientras vuelve a girar su cabeza hacia la niña y sus ojos se le iluminan por completo.

Entonces ahí tienes la prueba de que lo estás haciendo bien. No te atormentes – le digo-.

Doy un paso grande y rápido y me planto delante de las dos, lo que las obliga a pararse – Ana, ¿quieres darle un besito a tu mami? – y la niña mira primero a Elena y luego a mí como diciendo "¿tu eres idiota? Claro que quiero". – Vengan aquí – y me dirijo a uno de los bancos de Triana que está vacío – me siguen como diciendo ¡qué va  a hacer este loco! – Ana súbete aquí – y le señalo el banco. La niña acelera sus pasos y al llegar al banco, la ayudo a subir - ¡Graciaaaas!  - le digo cuando se queda apoyada sobre el respaldo del banco. Le hago señas a Elena de que se ponga detrás del banco a la altura de la niña, y cuando están preparadas les digo – Ana, cuando te avise, le das un abrazo y un beso muy fuerte a tu mami ¿vale? – y ella, sonriendo asiente con una sonrisa que enseña todos los dientes que no tiene – me alejo un poco, saco el móvil, lo pongo en modo cámara y digo ¿preparada? – vuelve a asentir. La cara de Elena no puede ocultar su alegría - ¡cuando quieras! – y la niña se avalancha al cuello de su madre y le da un beso fuertísimo. Elena no puede resistirse, y mientras la felicidad se apodera de ella le devuelve dos besos tamaño XL a la vez que la aprieta fuertemente con un abrazo que desprende amor por todos lados. La niña ríe, la madre también. Durante todo ese tiempo he hecho un par de instantáneas, cada cual mejor. La niña se vuelve y me mira como esperando aprobación a su hazaña - ¡Perfecto Ana! – y al momento se sienta y se baja del banco a la vez que dice - ¡yo quiero verla, yo quiero verla!  - me acerco, y procurando que la madre no lo vea, le enseño las fotos tomadas - ¡déjame verlas a mí también! – dice Elena, a lo que le replico – No, son de Ana y mías. Si quieres verlas tienes que pedirle permiso a Ana – y le hago un guiño a la niña que sonríe como si estuviera participando en uno de sus juegos. – Ana, por favor déjame verla – le dice a la niña poniendo cara de tristeza – la niña me mira - ¿se la enseñamos? – le digo,  y un Siiii rotundo sale de su boquita. Mira a su madre como diciéndole "¿ves que yo te dejo?" – Gracias mi cielo – es lo que sale de la boca de su madre y después de darle un beso mira las fotos que le estoy enseñando en la pantalla del móvil - ¡ay que linda es! – es la exclamación que se le escapa - ¡qué lindas! Querrás decir, y no las fotos – le corrijo, y sonríe.

Pásamelas por favor – me pide

No sé, no sé…, - digo algo indiferente.

¡Por favor! – implora

Pero ya estaba escribiéndole un mensaje: "Este es Tu Tesoro. Acuérdate de ella siempre que creas que las fuerzas te flaquean, y acuérdate de ella también cuando estés feliz. (Y si puedes, acuérdate un poquito de quien las hizo)". Pulso enviar y guardo el móvil - ¡ya está!. – dos pitidos suenan en el móvil de Elena, lo mira y poco después me sonríe a la vez que dice - ¡Gracias!, lo intentaré…

Seguimos caminando…

Y tú ¿Cómo estás? – me pregunta.

¡Muy bien!, ¿no se nota?.– respondo – Hace un día estupendo, de hecho todos los días son estupendos, estoy en una excelente compañía disfrutando de un agradable paseo, tengo salud, trabajo,…. ¿qué más puedo pedir?.

¿Has…estado casado alguna vez? -  me pregunta, pero lo hace sin mirarme, como si tuviera miedo de hacerlo. Adivino que quiere saber cosas de mí, así que me dispongo a atender su petición.

No. Hace ya bastante tiempo creía que iba camino de ello pero se frustró. Al parecer entendí señales equívocas, y la palabra "compromiso" no existía, o se borró, en el diccionario de sentimientos de la otra persona. No le guardo rencor por ello, aunque me costó encontrarle respuesta al por qué. Al parecer era buen compañero para momentos sueltos, más o menos prolongados, pero no para el viaje de su vida. Y yo precisamente lo que siempre buscaré es una compañera para el viaje de mi vida. Al final fue una prueba fehaciente de dos caras de una misma moneda, y la segunda no era ni sincera ni consecuente con la primera. Lo que más me molestó fue precisamente eso, el que jugara con la sinceridad como si de un juguete se tratara, cuando para mí es un pilar en la relación de dos personas.

Posiblemente sea un bicho raro y tengo asumido que no todo el mundo quiere continuar el viaje de su vida con un bicho raro. Y por otro lado, pienso que ya hay bastantes complicaciones impuestas en la vida real como para, encima, creárselas uno mismo, por lo que lo que intento es disfrutar la vida conforme a mis principios y en la medida de lo posible confiar en que, algún día, alguien quiera compartir la suya conmigo. Siempre digo que mi filosofía es muy simple y barata, pero real. Sin embargo, hay gente que se empeña en buscar dobles y triples significados a lo que digo, pienso o hago, cuando la realidad es una sola. Si digo o pienso que algo es blanco, es porque realmente lo veo blanco, no blanco roto o blanco crudo, solo blanco (que por cierto, nunca entenderé la diferencia entre crudo y roto). Pero, como digo, siempre habrá quien que se empeñe en ver tonalidades.

Elena, soy lo que ves. No hay envoltorios, ni siquiera chaleco protector, aunque eso a veces me hace pasar malos momentos, pero no me importa, siempre se aprende – le digo finalmente mirándola. Ella asiente.

¿Hay algo en especial que quieras saber o que te preocupe sobre mi? – le pregunto.

Niega con la cabeza y después de un momento me pregunta - ¿tienes hermanos o hermanas?

Un hermano, mayor que yo. Nos llevamos muy bien aunque cada uno haciendo su vida, pero sabemos que estamos ahí, el uno para el otro, sin tener que pedirlo. Es algo que vas formando con el tiempo y al final forma parte de tu propia personalidad. A mis padres los perdí tiempo atrás, …y vivo solo, intentando disfrutar de cada momento, porque, por si no te has dado cuenta, cada momento es irrepetible y es un desperdicio dejarlo pasar sin disfrutarlo.

Y bueno, pues…, me gusta la fotografía, no sé si lo has notado, me gusta salir en bici, caminar, oir música, pero no toda clase de música aunque igual te sorprende algunos estilos o armonías que pueden llegar a gustarme, en cualquier caso, nada de estridencias, ruidos raros o "pumba-pumba". Supongo que ya sabes básicamente a qué me dedico por lo que me has visto en tu empresa, me gusta lo que hago y lo intento hacer bien. Aunque puedas pensar lo contrario soy muy tímido, y hay situaciones que me suponen un esfuerzo que nadie se imagina. No llevo bien los bullicios, pero no quiere decir que los rechace, no fumo, y no bebo salvo una copa de vino en muy contadas ocasiones. Y como ya te dije, soy lo que ves.

Sin darnos cuenta estamos llegando al portal de Elena. La niña se adelanta unos pasos en una carrera improvisada para llegar primero y la alcanzamos corriendo, pero reconociéndole su victoria.

Me ha encantado el paseo, y no sabes cuánto me ha alegrado el que me llamaras – le digo finalmente a Elena.

A mí también me ha encantado. Ahora toca empezar a preparar el día de mañana con esta pequeñaja  - y señala a la niña que está abrazada a su cintura mirándola con cara de ganadora.

¿Lo has pasado bien? – Le pregunto a Ana.

Si – asiente con la cabeza.

Me inclino hacia ella y le digo - Así me gusta. Ahora a hacerle caso a mami, un bañito, comer algo y a dormir para mañana poder levantarse con ganas y descubrir lo que nos trae el nuevo día, porque, por si no lo sabes, cada día es como un cartero misterioso e invisible que nos deja un paquete nuevo de regalo en nuestra puerta, y hay que irlo abriendo poquito a poco. Nunca hay dos paquetes iguales, siempre hay algo nuevo que ocurre y que los diferencia, y lo importante y divertido es averiguarlo – la niña me mira con los mismos ojos de su madre completamente agrandados -, y la próxima vez que nos veamos si quieres me cuentas que es lo que te trajo ese cartero invisible el día de mañana, ¿vale? – y la niña asiente, como si estuviera jugando a un juego nuevo.

Y si quieres, tú también me lo puedes contar – le digo a Elena incorporándome, a lo que ella asiente consciente de que la pequeña también la mira esperando a ver si participa en el juego – vale, te lo contaremos.

Mañana tengo que ir a media mañana a Fuerteventura, y volveré en el vuelo de las 8, si no se retrasa. ¿Te puedo llamar? – le digo

Claro – me responde – Igual te llamo yo también - me dice desafiante.

Me darías una inmensa alegría – le digo sonriente y aceptando el reto.

Ana, ¿quieres invitar a Iván a tu cumple? – la niña asiente -, pues anda díselo.

Y con una voz tímida y entrecortada, la cara alegre y casi escondiéndose en Elena me dice – Que el viernes es mi cumple – mira a su madre y luego a mi–… y que si quieres venir.

¿El viernes es tu cumple? – digo poniendo cara de asombro, y cuando la niña asiente riéndose continúo - ¿y cuántos años cumples? – a lo que ella orgullosa, dice mostrando cuatro dedos de sus manos, no sin antes cerciorarse de que enseñaba cuatro y no más - ¡cuatro! – y mostrándole nuevamente cara de asombro le digo - ¡dios mio, cuatro años!, ¡te estás haciendo toda una princesa!, pues…, con mucho gusto acepto tu invitación y vendré, si tu quieres, claro – e inmediatamente mueve su cabeza asintiendo repetidas veces – vale, pues entonces hasta el viernes. Que descanses y que tengas felices sueños – la niña se acerca me inclino nuevamente y me da un beso en la cara que a su vez le devuelvo mientras le acaricio su cabecita.

Miro a Elena y le digo – y a ti también, que descanses y que tengas felices sueños – le acabo de coger la mano, y para mi agrado, no la ha rechazado. – Buenas noches.

Buenas noches – me dice. Nos quedamos un instante uno frente al otro. Le doy un beso en su mejilla al que me corresponde con otro – Gracias por venir.

Te lo dije. Para mí es un placer y un motivo de alegría – le digo mientras le beso y acaricio el dorso de su mano. Ella se da un beso en las yemas de los dedos de su mano, y me los pone en mis labios. Le cojo su mano y la mantengo un momento ahí, contra mis labios.

Buenas noches – le digo al final y al soltarle su mano, le acaricio con el dorso de la mía su cara.

Las dos princesas se adentran el portal, y poco a poco desaparecen después de un agitar de manos a modo de despedida. Me doy la vuelta, miro al cielo, lleno de aire los pulmones, y con un caminar distendido y ligero, inicio el regreso a mi refugio.

 

Son casi las  10 de la noche. Hace un rato que he llegado de Fuerteventura, y no tengo ganas sino de "botarme" y refrescarme. Después  de darme una ducha me siento al fresco de la terraza con la intención de relajar los músculos un rato a la luz de la luna llena, que brilla imponente esta noche, y beneficiarme de la brisa que ahora corre después de un día bastante intenso en reuniones y presentaciones.

Estoy pensando en llamar a Elena cuando suena el teléfono, es ella.

Hola – saludo con tono que demuestra satisfacción

Hola – corresponde al otro lado - ¿Qué tal por Fuerteventura?

Bien, intenso, apretado, caluroso…, y en definitiva ahora algo cansado. ¿y tú? ¿qué tal el día?

Normal, controlable – dice de forma indiferente.

¿Y la pequeña? – le digo interesándome por la princesita.

Ya está dormidita y descansa. Aunque le ha costado un poco quedarse dormida. La tensión del día de mañana puede más que su sueño. – me dice -. Por cierto, hoy me ha dicho que ya sabía lo que había de nuevo en el "paquete de hoy" y que cuando te viera te lo iba a contar, y me ha sorprendido.

Bueno, eso quiere decir que ha entendido lo que quise decirle y que es muy lista. Y tú, ¿ya sabes qué es lo que te ha traído de nuevo este día? – le pregunto.

Pues no te lo creerás, pero cuando Ana me lo dijo me acordé de que también te dirigías a mí, y me dio que pensar…, y es cierto, siempre hay algo nuevo.

Yo no digo mentiras – le afirmo - ¿Y qué es lo que te trajo de nuevo?

Pues un nuevo día con mi hija, nuevas sonrisas, creo que incluso algo de relax por cómo me han ido las cosas o al menos por como las he visto…, no me puedo quejar – su tono de voz ha sonado como sorprendido.

No sabes cuánto me alegro. Ya verás que día a día te darás cuenta de cuántas cosas nuevas te rodean y que la inmensa mayoría son para sentirse mejor.

¿Vas a venir mañana? – me pregunta.

Por supuesto. Nunca rechazaría la invitación de tu princesita. Pero si no quieres que me quede no hay problema, entro, saludo y me voy. – intento que suene serio.

No seas tonto. ¡Claro que te puedes quedar!. Además, hasta yo estoy intrigada por lo que Ana te vaya a contar.

Entonces me quedaré. ¿A qué hora quieres que vaya? No quisiera ser un estorbo, pero si quieres que te ayude en algo, dímelo.

No te preocupes, ya está más o menos organizado. El padre la traerá sobre las cuatro y media y pensábamos hacerle la merienda sobre las 5 más o menos. Solo estaremos Maite, David, una sobrina de David y dos niñas de su cole que viven en el mismo edificio. Y tú, claro. Lo que ella quiere es una tarde algo diferente y partir la tarta.

Bien, pues sobre las cinco estaré ahí.

Y así seguimos hablando durante bastante tiempo, hasta que notamos que las nubes del cansancio se rinden a las tropas del sueño y nos despedimos hasta el día siguiente… que se supone también traerá cosas nuevas.

 

Faltan quince minutos para las cinco cuando Maite me abre la puerta, y después de saludarla. dejo una caja envuelta en papel de regalo que traigo conmigo en la misma entrada, y me acompaña hasta el salón donde cuatro niñas juegan en el suelo con lo que deben ser los regalos de Ana: 2 muñecas con su ropa y una especie de pupitre móvil para pintar, con colores, moldes de dibujo y láminas de papel. Me quedo mirándolas y de pronto Ana se da cuenta de que estoy, levanta su cara toda sonriente. Me acerco a ella - ¡Felicidades Ana! – y me agacho para darle un beso – ¡Ya eres una princesa de 4 años!¡Qué bien!- Ella ríe. Me incorporo y doy la vuelta para saludar a las otras niñas. Después tiendo la mano a David. Nos saludamos efusivamente e intercambiamos un par de comentarios nada trascendentales. Elena aparece con una bandeja de sándwiches cortados en triángulos pequeños y otra con galletas de distintos tipos. La ayudo con una de las bandejas y después nos saludamos con dos besos en las mejillas. Parece alegre, pero noto que algo no va bien. Está algo tensa.

Se retira otra vez con la intención de traer refrescos y me ofrezco a ayudarla. Solo es una excusa para intentar averiguar qué le pasa.

Al llegar a la cocina le digo en voz suave y baja - ¿Estás bien?

No – es su tajante respuesta.

¿Qué ha pasado? – le digo suavemente.

¿Te puedes creer que el impresentable de su padre la ha recogido en el colegio la ha dejado en el portal y no se ha dignado subir para estar un rato en el cumple de su hija? ¡ha llamado al interfono para que bajara alguien a recogerla porque tenía que irse! Y encima, ¡ni siquiera le ha traído un detalle a su hija!, le ha dicho que en otro momento se lo daba. ¡Imbécil!. – ha explotado.

La atraigo hacia mí, y la abrazo suavemente a la vez que le digo – sé que es difícil lo que te voy a decir, pero ¡olvídalo!, Por favor, no dejes que su estupidez te eche por tierra el rato que vas a pasar con Ana. ¡El se lo pierde!, y eso es lo que al final tienes que pensar e incluso, si me apuras hasta hacérselo ver a Ana en plan juego.

¡Pero es su hija, por Dios!. – exclama con sensación de impotencia.

Te repito. ¡El-se-lo-pierde!. Deberías estar ahora disfrutando de este momento y estás dejando que un capullo integral te lo amargue. No dejes que gobierne tu tiempo de esta forma. – le agarro la mejilla y se la levanto para que me mire.- ¿Vale?

Se queda un momento pensativa, y después de soltar un gruñido a modo de escape de presión, asiente con la cabeza a la vez que dice – si es que tienes razón, pero…

No hay peros. Ahí fuera hay una niña que lo único que desea es pasar una tarde alegre, y aquí dentro hay una madre que va ahora mismo a hacerle el gusto a su hija, así que, cojamos los refrescos y ¡a la carga, mis valientes! – He conseguido sacarle una media sonrisa, lo cual ya es algo.

Y salimos en procesión hacia el salón.

El tiempo va pasando poco a poco, entre conversaciones entrecortadas, preguntas y respuestas con las niñas, comentarios sobre esto o aquello, risas…, alegría.

Me he traído la cámara, y después de pedirle permiso a Elena, he estado haciendo fotos, unas veces intencionadas y otras robadas.

¿Partimos la tarta? – Grita Elena.

Siiiiiiiii – y un grito ensordecedor se acampa en el salón haciendo que todo el mundo se levante. Al momento aparece Elena con una tarta de turrón y chocolate (al menos eso creo), la coloca en la mesa que David ha llevado hasta el centro, y todo el mundo toma posición alrededor de ella. Elena enciende 4 velas rojas. Y a una seña, todos nos lanzamos a cantar un "cumpleaños feliz" entre risas y fiestas, mientras la protagonista se coloca muy junta a la tarta y no puede ocultar su desesperación por apagar las llamas. Con la última sílaba, se avalancha sobre ella apagándolas del primer intento junto en el momento en que el flash congela el momento para una foto. Suenan aplausos y griterío de alegría. Ana da saltitos junto a la mesa. Terminan formando un corro en el suelo y una a una van tomando la porción de tarta que les alcanzamos. Los mayores también damos cuenta de ella.

David y Maite están sentados en un sillón y Elena y yo en otro, mirándolas como hablan con esa voz inocente y sencilla que solo un niño es capaz de atesorar. Acabo de manchar la cara de Elena con un poco de tarta y cuando me mira con ganas de venganza y un trozo de tarta en uno de sus dedos dispuesta a plantármelo en la cara le agarro la mano y digo - ¡eh!, un cumpleaños no es cumpleaños si no se mancha a alguien con tarta, y no voy a marchar a Ana ¿no? – Me sigue mirando con ganas de guerra, pero termino por acercar su dedo y chupar la tarta que tenía pegada – Ummm, está muy buena – digo en plan irónico - ¡Anda ya! – es la respuesta que obtengo a la vez que separa la mano de forma brusca. Todos ríen, incluso las niñas. Hago un par de fotos más, y cuando todas han terminado su porción de tarta le hago una seña a Ana para que se acerque.

Ana, creo que detrás de la puerta hay un regalito que he traído para ti –le digo como si fuera un susurro - La niña sale corriendo a buscarlo y al momento aparece arrastrando una caja que casi es más grande que ella. Elena me dice – no tenías que traerle nada – a lo que le respondo – Lo sé, pero me apetecía. ¿a quién no le gusta tener regalos en su cumpleaños?.

La niña se apresura a romper el papel por todos lados, y cuando se deja ver su contenido todos exclaman ¡una patineta!. Se queda mirándola, con la cara completamente excitada y esperando que alguien le diga qué hacer. Todas las niñas se han puesto a su lado. Elena coge la caja, la abre y saca de su interior una patineta plegada de color plateado, con ruedas y empuñaduras en su manillar de color naranja. Despliega el brazo plegado que forma su manillar y con un "click" queda montada – Ven Ana sube – le dice a la niña que se acerca y sigue fielmente las instrucciones que le da su madre haciendo un primer intento de avanzar que no resulta exitoso – despacio, Ana, no tengas prisa – le dice Elena mientras la aguanta. Lo vuelve a intentar y entonces empieza avanzar poco a poco, dando la vuelta alrededor de la mesa. Las niñas gritan de alegría, y Ana tiene una sonrisa pintada de oreja a oreja.

Ana dale las gracias a Iván – le dice Elena. La niña se baja, se acerca y tímidamente me da un "gracias" cautivador. – No tienes por qué darlas preciosa – le respondo. – Ah, tengo otra cosa aquí que también es para ti, pero tengo que decirte primero un secreto. Ven un momento – me levanto y le hago señas para que me siga. Tanto Elena como los demás me miran perplejos. Solo quiero alejarme lo suficiente como para que no me oigan lo que le voy a decir. Cuando estoy al otro lado del salón, casi en el pasillo de la entrada, me agacho. Tengo a Ana expectante a mi lado. Abro la mano y le enseño una cajita pequeña y cuadrada que he cogido del bolso de la cámara justo antes de levantarme - Ana, aquí hay dos regalitos. Los dos son iguales y son para ti. Pero me gustaría que uno de ellos se lo regalaras a tu mami – La niña asiente. Le acerco la mano y le abro la cajita – En ese momento gritan del salón – "Secretos en reunión es de mala educación" – me incorporo, y les increpo – "Y para el que se quiere enterar, falta de urbanidad" – Me rio, y vuelvo a fijar la atención en Ana, que sigue expectante. Saco de la caja una medalla dorada en forma cuadrada, que tiene grabada una de las fotos hechas en el banco dándole un abrazo y un beso a su mami - ¿te acuerdas? – le digo. La cara de la niña se ilumina y dice bajito  - si, si soy yo con mami – se la doy y la coge como si fuera un tesoro - ¿te la pongo? – y cuando me asiente, se la coloco en su cuello. Sigue mirando la imagen. - ¿te gusta? – me responde afirmativamente – a mí también me gusta – le digo. – Mira, aquí hay otra igual ¿ves?..., ¿quieres regalársela a mami? – Si, si… - dice totalmente excitada. – Vale, pues entonces vamos a hacer esto………..

¡Mami, Mami! – grita Ana – ¡cierra los ojos!.

¿Para qué? – dice extrañada Elena.

¡Mami!, que tienes que cerrar los ojos…- la niña la reprende.

Vale, vale…, ya los tengo cerrados.

Y con una sonrisa pillina, se acerca rápidamente a su madre, hace por subirse a su regazo, pero de frente a ella. Maite la ayuda, yo me he quedado algo más atrás. Cuando está finalmente sentada en la falda de Elena de frente a ella, coge la otra medalla, se la coloca a Elena en el cuello y cuando termina dice - ¡ya está!. Esta es para ti. Elena abre los ojos, palpa lo que Ana le ha colgado y lo mira. Tres fotos han captado la secuencia. Se queda por un momento mirándola y finalmente abraza a la niña con los ojos cerrados. Cuando los abre, sigue abrazada a la niña y me mira. Sus ojos están brillantes y empapados en lágrimas. – Gracias pequeña, gracias pequeña, …., te quiero mucho, mucho, mucho.- la sigue abrazando con fuerza - yo tengo una igual – le dice la pequeña, y se la enseña a Elena cuando se separa.- Es preciosa cariño –

Déjame verla Ana – le dice Maite – y la niña se baja y corre al otro sillón para enseñarla.

Me acerco y me siento al lado de Elena.  Me mira y me dice – Gracias – lentamente mientras tiene cogida la medalla en su mano. Le cojo la medalla de su mano, le enseño el lado donde está la foto, y a continuación la giro por el otro lado y se la dejo delante de sus ojos. Ella la coge y ve que tiene algo grabado. Lo lee. "El verdadero tesoro no es el que más vale, sino el que más quieres" y la fecha de hoy. Me mira con los ojos todavía brillantes e inesperadamente me abraza y me da un beso en la mejilla mientras oigo otro "gracias". En ese momento se oyen unos aplausos y un "bieeennnn" multitudinario al otro lado.

 

No se si he estado en una nube desde ese momento, pero el tiempo ha pasado muy deprisa, y ahora que las niñas ya se han ido, toca retirada. Maite también se van. Ana se nota que está cansada y está recostada en la falda de Elena.

¿Por qué no se vienen mañana y pasan el día en casa? Prepararé algo de barbacoa y pasaremos un buen rato – les propongo.

Se miran. Maite y David se encogen de hombros – por nosotros no hay problema -… Vale – dice finalmente Elena - ¿qué llevamos? –

Nada, es solo pasar el día – le respondo – Lo único, lleven bañador por si el día está bueno y vamos a la playa o a los riscos.

¿Puedo llevar la patineta? – pregunta Ana.

Por supuesto  - le digo, - y daremos un paseo por la avenida para que puedas usarla. ¿Vengo a buscarlos? – pregunto.

No, no es necesario, - dice David. Nosotros las recogemos a ella y vamos. Pero tienes que decirme dónde es -.

¿Sabes llegar hasta el muelle de Taliarte? – David asiente- Pues cuando vayas a llegar a la última rotonda me llamas y salgo a encontrarlos, es justo al lado – todos están conformes.

Bien, pues entonces hasta mañana. Adiós Ana, espero que hayas pasado un buen día. – le doy un beso a la niña. Me despido de Maite y de David. Elena me acompaña a la puerta. Ya en el zaguán, le tomo las manos, le doy un beso en la mejilla y me despido – Hasta mañana. Que descanses -.

Gracias por venir y por alegrarle la tarde a Ana – me dice, y me planta un beso fugaz y diminuto en los labios que me coge totalmente por sorpresa. Me quedo mirándola en lo que ella se retira hacia adentro.

Eso se llama jugar con ventaja y a traición – le digo riéndome -. Tú si que me has alegrado el día. – Elena ríe – Hasta mañana – decimos mutuamente, y me voy saboreando la sensación que me ha dejado en los labios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario