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sábado, 21 de julio de 2018

UNA VUELTA POR EL MUNDO, EN 80 PASOS.



Es tarde-noche de un día cualquiera, y estás sentado en un cómodo banco de una avenida  mirando relajadamente el mar, su movimiento, su música, a ratos pausada y a ratos enérgica, los cambios de tonalidades que el sol pone gradualmente sobre el agua..., mientras el aire diluye con sus caricias tus pensamientos.
En ese momento, alguien se te acerca con una gran sonrisa y un "halo" inconfundible de bondad y serenidad y, sin mediar palabra, te extiende su mano y te invita a acompañarle.
No sabes muy bien por qué, pero le das tu mano, te la coge cual Peter Pan a Wendy (o Wendy a Peter Pan), y con la misma sonrisa te invita a caminar, de una manera pausada, tranquila.

De pronto te das cuenta de que tus pies ya no tocan el suelo. Sigues caminando, pero es un caminar sin esfuerzo y ves que te elevas poco a poco, ascendiendo hacia el cielo en un perfecto baile sincronizado con el azar, hasta que, de repente, paran en una hermosa y algodonosa nube blanca que, sin que te des cuenta, te envuelve y te acoge en su seno para que descanses en ella. Tu misterioso acompañante abre un maletín que lleva en su mano y saca una hoja de papel en blanco. Te la entrega y, con la misma serenidad que llegó, se aleja mezclándose con el resto de nubes como si buscara a alguien más.
Te acomodas en la nube y te das cuenta de que ves a tus pies el mágico teatro del mundo que en ese momento sube el telón del amanecer de un nuevo día en el que el sol agita sus más hermosos rayos para que puedas admirar y ser testigo de lo que la música y el movimiento tienen que contarte.

Es entonces cuando empiezas a oir música y te das cuenta de que allá abajo, tan lejos, pero tan cerca, unas niñas están jugando en Rusia al compás de una música familiar, juego al que de pronto se une Olaf y dos soldados de plomo,
para, juntos, describir giros y más giros mientras siembran de alegría el aire que les envuelve y te transportan a una Alemania de contrastes alpinos.
Un aire que sigue su camino y que se torna cálido, sensual, incluso dramático, cuando desde España nos llegan las primeras evoluciones de un Carmen totalmente intrigante, que al tiempo se desvanece entre los movimientos ondulantes de los ritmos dorados de Arabia que, a modo de tormenta de sensaciones, nos termina transportando a los mejores escenarios de Hollywood donde resuenan sus coreografías y bailes de película hasta alcanzar las calles de New York y sus ritmos urbanos a la vez que frenéticos.

Una antesala para el homenaje desde las sensaciones de los más pequeños a un Neverland totalmente eclipsante en su particular reino del pop antes de introducirnos en los ritmos más calientes de Miami y en los calurosos movimientos de Las Vegas, donde terminas rindiéndote ante los pasos desenfrenados y vibraciones tropicales de Rio de Janeiro y su carnaval para, momentos después, recargar el alma con la melodia de un inolvidable Fado en Portugal que nos envuelve, atrae y secuestra de nuestros propios pensamientos, esos de los cuales despertamos con el sueño de un niño en Londres que convierte la realidad en danza,
la misma que desde el continente africano nos salpica momentos después haciéndonos partícipes de sus salvajes y ancestrales movimientos al calor de un ambiente lleno de entusiasmo con el que desembarcamos en Brasil de la mano de bailes tropicales a la vez que contemporáneos y, de pronto, de un salto espectacular, llevarnos a un vertiginoso y desenfadado Can Can en Francia que nos sube a una noria de luz, risas y diversión de lo que se es y lo que se quiere ser, lo mismo que se esconde tras la máscara del carnaval Veneciano que pocos instantes después nos atrapa en su misterio, al rato desenmascarado por la inocencia de una China infantil pero metódica y cortés a la par que contagiosa, igual que la satisfacción que nos embarga al vernos recorriendo Australia de la mano de Priscilla y su corte de bailarines.



Justo cuando estás en el apogeo de tu disfrute, te das cuenta de que vuelves a tener a tu lado a la misma misteriosa persona que al comienzo te invitó a subir a "tu"nube. Nuevamente te invita a acompañarle, te toma de la mano y, con la misma serenidad del principio, sales de la nube y caminas a su lado, para pausadamente descender poco a poco, a la vez que observas que gradualmente hay un fuerte sonido ambiente que crece muy progresivamente. Cuando por fin llegas a tu banco de partida, de pronto,  ¡despiertas!, ... y tomas consciencia de tu propia realidad:


Estás sentado en la butaca de un teatro, en medio de un ensordecedor aplauso y tienes delante en el escenario todas esas figuras, personajes y escenografías que observaste y te deleitaron mientras estabas en la nube. En tu mano tienes una hoja de papel, pero ya no está en blanco, sino que tiene impreso el programa y el cartel de un espectáculo llamado "La vuelta al mundo en 80 pasos".
La realidad supera a la ficción, y aunque los sueños, sueños son, en este caso, el hilo que los separa de la realidad ya se ha hecho invisible. Solo ha bastado que creas en ello, y ya solo queda sumarte a la fiesta y alegría que inunda la sala contribuyendo con tus palmas a tocar la inefable melodía del reconocimiento a quienes lo han hecho posible.

Sinceramente creo que esta es la manera en que sucedió todo durante las tres puestas en escena del espectáculo La vuelta al mundo en 80 pasos, bajo la idea (o mejor dicho, el sueño) de Rubén T, convertida en realidad en una ejecución de máxima dedicación y precisión por el elenco de bailarines  de su escuela de baile y con el acompañamiento de su equipo docente.
Hubo compañerismo, hubo alegría, hubo ilusión, hubo divertimento, hubo sobre todo pasión..., Eso se siente, y es el mejor indicador del trabajo bien hecho.

Cuando voy al cine a ver una película, al salir, lo que me llevo son momentos de esa película. Me quedo con el argumento, me quedo con el desarrollo, soy consciente de los personajes y actores que han estado, pero, indiscutiblemente, lo que me llevo grabado a fuego en mi mente y conocimiento son determinados "momentos" de esa película. Lo demás podrá difuminarse en el tiempo, pero esos momentos siempre perdurarán. Cuanto más momentos me llevo, mejor ha sido la película.

Algo similar me ha pasado con el espectáculo "La vuelta al mundo en 80 pasos" que tuve la gran suerte de ver y vivir los días 7 y 8 de Julio pasados, pero con una gran diferencia: la colección de momentos que me llevo desbordan mi memoria para gusto de mis sensaciones y alimento de mis experiencias.

Tres sesiones en la que no disminuyó ni un ápice las ganas, el compromiso, la calidad de ejecución, la puesta en escena y, como no, las expectativas cumplidas que embriagaron a todos los presentes de eso que se llama "arte". Tres sesiones inolvidables que quedarán hermosamente guardadas en las vitrinas del intelecto de cada uno para poder recurrir a ellas cada vez que queramos, porque estoy convencido de que con el tiempo, seguirán transmitiendo todas las sensaciones que en vivo se disfrutaron.

Pero no solo me quedo con momentos de los que todos vimos encima del escenario, que me los llevo todos, absolutamente todos, sino momentos que de una forma u otra también forman parte del otro espectáculo, el de sus prolegómenos y sus preparativos, esa coreografía tan extraña que se construye alrededor y dentro de un espectáculo.

Momentos como:
- La confirmación de las tablas de Pablo, disciplinado y entregado donde los haya, un bailarín, maestro de ceremonias, narrador, compañero..., y todo ello aun siendo niño, desafiando al más prestigioso de los personajillos famosos que pudiera osar ponerse en su papel.
- Los nervios de Rubén preocupado por no fallar en ningún engranaje de su sueño con constantes idas y venidas entre bambalinas.
- El vuelo desinteresado del viajero que te invitaba a cerrar los ojos y meterte en su maleta para no perder detalle de lo que se estaba desarrollando, aun a costa de dolores musculares y algún que otro calambre.
- Las caras de juego de las pequeñajas, que convertían el juego en disciplina, o la disciplina en juego, para, al fin y al cabo, conseguir lo que querían y jugar a mayores.
- El ascenso de Pablo en su versión de Billy Elliot, y su baile en medio de aquellas nubes de sueño con total maestría y naturalidad, convenciendo a los presentes de que se puede alcanzar aquello en lo que crees.
- La calma aparente de Elena y su ojo avizor para conseguir siempre un punto más de perfección..
- La voltereta de Marisa, Y el poema maravilloso que se escribía en su cara cuando sus "niñas" le dieron su regalo muy especial.
- El contemplar, desde detrás de ellos, a Rubén y Elena ensayando su parte de coreografía, y su forma de entenderse, casi sin hablar, solo con pasos.
- El abrazo de Marisa a Olaf al encontrárselo solito arrinconado junto a una puerta.
- Las chuches de Alejandro y otros tantos que se empeñaron en endulzar el entretiempo.
- Las poses individuales de los más pequeños cuando bajé a la planta baja para hacerles fotos de grupo, queriendo parecer adultos, cuando en realidad somos nosotros los que debiéramos parecer niños
- Fran (a saber, Diábolo). Una persona que llegó a los ensayos como un viandante que pasaba a saludar, que llegó al backstage en cada sesión desde el minuto 0 con su bolsa, como uno más, mezclándose y hablando con todos, grandes y pequeños, sin perder su naturalidad, y que se fue el último día como una REINA, y llevándose un trozo de corazón de todos los que allí estábamos.
- Los abrazos y la emoción de la niñas y niños despidiéndose de Fran.
- El guiño de Valentina a la platea en el trapecio, jugando con los presentes y transportándolos a la mejor carpa de sus sueños.
- La fuerza y profesionalidad de Gerardo y Cristian, que en todo momento mantuvieron los sueños en las alturas y a los soñadores a salvo.
- El compromiso de algunos colaboradores como Mariló Acevedo o Carla Hernández, que, al igual que los profesores de la escuela, permanecieron al pié de backstage antes, entre y durante las puestas en escena, demostrando que la profesionalidad no solo se mide con fama, sino con tablas, talante y respeto hacia los demás.
- Natalia, la única persona capaz de poner orden cuando no lo parece y de estar en 5 sitios a la vez, aunque en todos esté huyendo de una cámara de fotos, por no se qué historia de la fotogenia (si supiera que la palabra fotogenia es solo una excusa...)
- Las sesiones de maquillaje de Adriana.
- El macro-espejo del backstage, testigo mudo de mil carantoñas y otros tantos abrazos.
- La complicidad de l@s mayores con los más pequeños.
- El magnífico detalle de Andrea con sus compañer@s de grupo y añadidos, regalándole un trocito suyo en forma de dibujo.
- Las caras de felicidad y disfrute de los bailarines mientras ejecutaban las coreografías de ritmos tan dispares como un folclórico Carmen en España, un Fado en Portugal, un Rey León en la sabana africana o un Can-Can en el París de la Francia.
- El desorden totalmente ordenado en los cambios de vestuario, y el "todos a una" para conseguir que los bailarines que repetían estuvieran listos a tiempo de entrar en la siguiente coreo.
- Los bailarines en las calles de entrada al escenario mientras otro grupo estaba actuando, dando ánimos y, por qué no, también bailando.
- Ver una percha alargada con todos los vestuarios que se iban a utilizar, y ser consciente de la cantidad de horas que supone no solo el diseñarlo, sino el hacerlos realidad.
- La concentración de Pipi (la técnico de Audiovisuales Canarias) buscando a pie de platea la manera de materializar en forma de luces la idea exacta de lo que la escenografía le exigía, su paciencia infinita para no sucumbir en el intento, y la profesionalidad y naturalidad con la que se distinguió en cada momento.
- Jesús,  siempre junto a su cámara de video, y que, al igual que quien escribe, se gozó de pié dos funciones el sábado y una el domingo, siempre preocupado porque los espectadores en su entrada y tránsito no golpearan el trípode y perjudicara la grabación de lo que se va a convertir en uno de los mejores testigos y recuerdos de ese fin de semana.
- Las caras de los padres al ver salir a escena a sus hijas e hijos.
- Ver evolucionar a mi hija sobre puntas...
- Un Can-Can endiablado, enérgico y divertido que hizo mover los pies, agitar las palmas,  levantar el ánimo y plantar una sonrisa a todos los presentes.
- El abrazo de dos hermanos sobre el escenario.
- El llanto abrazado de algunas bailarinas al ver que el espectáculo acababa.
- La dedicatoria final de uno de los grupos a una de sus componentes que por causa de fuerza mayor se vio obligada a abandonar los ensayos a una semana de la puesta en escena.
- Las despedidas.
- El gradual descenso del bullicio y griterío en el backstage en la última función, a medida que los bailarines lo iban abandonando con la certeza de haber alcanzado su parte del sueño.
- La última mirada atrás cuando abandoné el recinto...

Todo eso junto es lo que te hace ver y entender que detrás de todo espectáculo hay, sobre todo, personas, con sus problemas, defectos y virtudes, pero personas que creen en lo que hacen y que son capaces de dar forma física a una idea..., a un sueño.
Gracias a eso es por lo que se consigue que lo que vimos llenara tanto, y estemos seguros de que a nosotros no se nos va a olvidar en la vida. A los protagonistas no solo no se les va a olvidar en la vida, sino que les elevará en el aire en todos los pasos que den en la suya.


Rubén, no se si lo que vimos era tu sueño tal cual lo imaginaste. Solo sé que al ponerlo en escena conseguiste meternos a todos en él, y lo que es mejor, por si no se han dado cuenta, demostrar que los sueños se pueden materializar, solo hace falta poner ganas, empeño..., y pasión en lo que crees. No me cansaré de decirlo.

Un año más demuestras que no basta con cumplir, sino que hay que hacerlo más que bien, ser original y crecer, aunque ello suponga muchos dolores de cabeza e inconvenientes. Por favor, sigue alimentando esa curiosidad innata que tienes. Ya estamos contando las horas hasta el próximo año.


A los niños y niñas de tu escuela, solo decirles "sigan soñando", sigan creyendo..., sigan luchando por alcanzar cosas y por siempre, siempre, siempre... aprender, si es divirtiéndose, mejor.

Y a todos, solo decirles la única palabra que cabe en este momento: GRACIAS.

No les canso más. Me voy divertir un rato dando una vuelta, no se si será de 80 pasos, pero seguro que será por el mundo...


JSR - Julio 2018







































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